ENFOQUE: La imagen que se lleva la CIDH de nuestro país

Gonzalo Marroquín Godoy

Una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) realizó una visita de verificación in situ de la situación nacional, y luego de cinco días se mostró su gran preocupación –por no decir que sus miembros se fueron con los pelos parados­– por todo lo visto y escuchado durante sus entrevistas sectoriales y giras por el interior del país.

Para quienes estamos involucrados en la cobertura informativa y el análisis, nada de lo expuesto ayer en la conferencia de prensa es nuevo, pero si es evidente que hicieron bien su trabajo, pues tomaron correctamente la temperatura sociopolítica del país y se llevan una foto bastante fiel de nuestra compleja realidad, que no permite mucho margen para mostrar optimismo.

                            Durante cinco días, la misión escuchó quejas,         temores y denuncias de medio mundo, reflejo de nuestra realidad.

Entre los aspectos destacados en las conclusiones preliminares que dieron a conocer, los miembros de la delegación –encabezada por Francisco José Eguiguren– destacaron que en el país persisten varias de las condiciones de pobreza, falta de justicia, inseguridad y demás, que dieron vida, a principios de los años 60, al conflicto armado interno.

También hablaron del sistema judicial, en donde ven peligro para los operadores de justicia y otros problemas, como la falta de certeza jurídica, lo complejo de los casos judiciales por corrupción, el uso y abuso de las acciones de amparo para retardar los procesos y, en definitiva, todo el ambiente turbio y complejo que existe.

Destacaron, eso si, la importancia de mantener la lucha contra la corrupción y la impunidad.

Cuando explican las entrevistas y visitas realizadas, se da uno cuenta de que hicieron bien su tarea. Visitaron comunidades, hablaron con casi todos los sectores de la sociedad civil y el Gobierno, además de escuchar opiniones particulares.

Mencionaron también ­–palabras más o palabras menos­– la problemática de la confrontación ideológica. Por medio de las entrevistas, pudieron oír las quejas intersectoriales de sus interlocutores. Según comentario de uno de ellos, es evidente el nivel de desconfianza, porque todos hablan mal de los otros. Escucharon los autobombos del Gobierno, que sigue pensando que todo se está haciendo bien. Hasta llegaron a conocer el caso del abogado de una ONG que hizo cobros inmorales por sus servicios a una comunidad, mientras les defendía en un caso que él vincula al medio ambiente.

Las quejas sectoriales fueron la nota dominante. Aquí todo el mundo acusa y señala a los demás. La lista de los problemas es enorme. Por supuesto que no podía faltar el desastre de la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia (SBS), con los múltiples casos que principiaron con el Hogar Seguro Virgen de la Asunción y siguieron en los demás centros juveniles.

Al escuchar parte de la conferencia se puede apreciar a simple vista el desmadre de país. La conflictividad social, la confrontación ideológica, la incapacidad del Estado para atender las necesidades de la población, son solo puntas de una gran cantidad de peligrosos icebergs que flotan en nuestro ambiente. La voz de la CIDH tiene la suficiente autoridad para ponernos en perspectiva lo que sucede a diario y que para nosotros puede haberse convertido ya en parte del paisaje, pero que no deja de ser dramático y frustrante.

Lástima que no hayan profundizado más sobre lo que yo considero es la raíz de todos los males: el fracaso del sistema político. No quiere decir que con un sistema funcional todos los problemas desaparecerían, pero mientras no se cambie drásticamente, no veremos avances significativos en cada una de las situaciones que ellos encontraron

Pueden ponerse parches, pero no veremos soluciones de fondo para esos graves problemas que nos agobian.