ENFOQUE: La fórmula “mágica” en la reelección de alcaldes… y diputados distritales


Aunque no trabajen adecuadamente durante tres años, en el año electoral, los alcaldes hacen obras y promocionan una y mil maravillas para empujar su reelección con el dinero de los vecinos. Esto ya está pasando y todos lo podemos ver…

Gonzalo Marroquín Godoy

La reelección continuada, contemplada en la Constitución para alcaldes y diputados, ha provocado que muchos jefes ediles y parlamentarios se conviertan en virtuales caciques y logren su reelección con relativa facilidad, llegando a crear –incluso–­, feudos familiares, como si el municipio o departamento les perteneciera.

Además de la reelección, es común ver que alcaldes pasan a candidatos a diputados y viceversa, sin importar con qué partido participan, porque una vez pueden ir con una organización política y a los cuatro años con otra.  No son extraños los casos en que se reeligen o ganan con tres y hasta cuatro partidos distintos.

Esta práctica, que está ya en marcha para el actual proceso electoral, se ha venido sofisticando con el paso del tiempo y la suma de elecciones.  Hoy no queda nada por descubrir en la forma de trabajar de la llamada vieja política, arraigada a profundidad en todo el país.

Este, como muchos otros de los problemas, o mejor dicho defectos, de nuestro sistema político, se ha venido enraizando y haciéndose más grave en la medida en que la clase política comprueba que la sociedad lo mira como algo normal dentro del quehacer político.  Como mucho de lo que sucede, es producto de la apatía, desconocimiento o falta de entendimiento de la gente, situación que aprovechan los politiqueros.

Guardando distancias, de forma parecida a cómo surgió y evolucionó en la época de la Unión Soviética la llamada Nomenklatura­ –grupo élite gobernante, incluyendo burocracia– funciona en la Guatemala de hoy esta clase política. En primer lugar, se tiene al Estado como una especie de vaca lechera de la cuál ese grupo privilegiado saca beneficios, hace negocios y, en otras palabras, se harta de tanto mamar.

En casi todos los departamentos han surgido una especie de mafias familiares que se apoderan de los cargos y puestos públicos, dirigen con beneficios las obras y negocios de las instituciones estatales y se convierten en auténticos capos que deciden hasta el futuro de las comunidades, lamentablemente no para el bienestar colectivo.

Ahora mismo puede verse que casi todas las municipalidades, que seguramente estuvieron pasivas en obras durante los últimos tres años, salen a bachar calles, asfaltar arterias importantes, construir pasos a desnivel –aquí en la capital hay varios en construcción– y a dar la sensación de estar preocupados por el vecindario, cuando mucho de lo que están haciendo lo debieron hacer antes y no es más que maquillaje.

Por ejemplo, derrotar al alcalde capitalino Ricardo Quiñónez, es una tarea casi imposible.  Quienes se atreven a desafiarle se encuentran con que todos los recursos de la Municipalidad están a la disposición y promoción de su campaña.  De hecho, él y su partido no tienen que gastar nada en promoción, organización de bases y trabajo comunitario.  Todo eso lo pagan, para él, las finanzas municipales. ¿Quién puede competir así?

En menor escala sucede en otras municipalidades, los alcaldes que van por la reelección tienen muchos factores a su favor, mientras que los opositores tienen que conseguir fondos –qué no es fácil–, talonear toda la ciudad y tratar de convencer a los vecinos de que ese trabajo que está haciendo, precisamente en este momento la comuna, debió hacerse antes y seguramente mejor.

Los graves problemas de fondo de las comunas no se atienden.  Sin embargo, aquí se puede aplicar el refrán popular que dice que en el país de los ciegos, el tuerto es rey.  La misma administración municipal ha tenido a su cargo la ciudad capital durante casi tres décadas y no han podido resolver –por ejemplo– el problema del tránsito, que nos tiene asfixiados.  Pasitos a desnivel por aquí y por allá, pero cada año tenemos que salir media hora antes.  La movilidad se convierte en inmovilidad.  ¡Y todavía nos venden con publicidad que la ciudad es nuestro hogar! Claro, para que creamos qué, si pasamos tres o cuatro horas en atascos, estamos en casa.

Los diputados son lo mismo.  Ellos ya negociaron, con la aprobación del Presupuesto en noviembre del año pasado, la entrega de obras para sus distritos.  Con eso aseguran que las empresas constructoras amigas, les den los fondos necesarios para sus respectivas campañas.  ¡Corrupción!

Los candidatos que no son de la macoya, pues tienen que conseguir fondos.  Hay pequeños cambios en las legislaturas, porque siempre hay nuevas fuerzas oscuras que quieren tener voz y voto en el Congreso.

Pero no se trata de cambios de fondo.  Es como cuando aquel que quería cambiarse de nombre llegó con el notario y le dijo que no le gustaba su nombre y quería cambiarlo: —Cómo se llama, le preguntó. — Pues Juan Caca. El notario entendió el porqué del deseo de cambio: —¿Y cómo quiere llamarse? Le pregunto.  — Pues, Pedro Caca. No es el fondo lo que se cambia, sino la forma. 

Lo importante es votar en contra de la reelección de diputados y alcaldes, porque es la única manera en qué podemos hacer que, aunque sea lentamente, la clase política pueda ser cambiada y quienes lleguen sepan que, si no cumplen con su deber, el voto les castigará cuatro años después. Un buen eslogan para esto sería ¡No a la reelección!

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