¿Puede haber progreso con corrupción? ¿Puede eliminarse la pobreza con corrupción? ¿Puede mejorar un país sumido en corrupción? ¿Termina la corrupción por arte de magia?
Gonzalo Marroquín Godoy
La vicepresidenta Kamala Harris llegó con la visión clara de lo que Estados Unidos necesita: qué disminuya el flujo de migrantes y aumente el control sobre el narcotráfico. Sin embargo, Washington sabe que esas dos situaciones se promueven bajo una bandera también doble: corrupción e impunidad.
Harris tuvo un discurso cuidadoso y diplomático para no ofender en público al presidente Alejandro Giammattei, pero dejó claro que corrupción e impunidad –independencia judicial– fueron dos temas en los que le explicó, en privado, sus inquietudes, sin comentar detalles sobre el tono de la conversación, ni de las reacciones que tuvo el mandatario.
Giammattei, por su parte, pretendió explicar su postura a favor de la lucha contra la corrupción con el apoyo al MP, bajo el mando de su aliada Consuelo Porras, y la creación de la Comisión Presidencial Contra la Corrupción que, hasta la fecha, como decimos en buen chapín, ni huele ni hiede… porque no pinta nada, mucho menos aquello de contarle las costillas a alguien, como insinuó engañosamente en el colorido encuentro.
La vicepresidenta Harris fue prudente, pero no tibia. Desde antes del encuentro había dejado claros varios puntos y algunos los ratificó ya en el Palacio Nacional. Espera más que palabras de Giammattei, espera ver resultados concretos.
El mandatario guatemalteco, a su vez, quiso enviarle un mensaje por anticipado al decir la semana pasada, en una entrevista con la agencia Reuter, que el fiscal Juan Francisco Sandoval –uno de los pilares de la lucha contra la corrupción–, se mueve por acciones ideológicas, lo que podría ser utilizado para justificar su destitución.
Pero Harris anunció que Estados Unidos impulsará la creación de una fuerza de tarea anticorrupción, y que la Feci, bajo el mando de Sandoval, será pieza clave. Destituirlo ahora sería una especie de reto al poder de Washington.
Las aguas no se agitaron como algunos esperaban. Si intentaron darle atole con el dedo a la vicemandataria, esta no se lo tragó. Sabe también que no es el mejor momento para provocar rompimiento o confrontaciones. Suficiente tienen los gringos con tener que lidiar con Bukele en El Salvador, quien gira claramente hacia China y se aleja del poder de la Casa Blanca.
La causa principal del permanente flujo migratorio hacia el norte es por falta de oportunidades, producto de una clase política que se ha enquistado en el Estado por décadas y su principal preocupación es el saqueo de las arcas públicas, en vez de promover desarrollo. Por eso no se ven avances en materia de educación, salud, seguridad o infraestructura y la pobreza está por todos lados.
Esa es la misma corrupción que abre las puertas al narcotráfico, otra de las fuentes de enriquecimiento que encuentran quienes llegan con mentalidad de Alí Babá, a los cargos públicos.
Tristemente, sin independencia de poderes –que no la hay–, sin un sistema de justicia funcional –que no lo hay–, la corrupción no desaparecerá. Hay que ver si la visita de Harris provoca, al menos, que la caída desbocada en la que vamos, se detenga ligeramente.
Cuando el sistema político fracasa –como ha sucedido con Venezuela, Ecuador, Bolivia, El Salvador y Perú–, lo que sucede es que el pueblo se cansa y lo explosiona. Esa parte parece buena. Lo malo es que es tal el fracaso, que permite el surgimiento de autoritarismos y la lucha se vuelve ideológica.
Pero ese es tema de otro Enfoque, a la luz de lo que ha sucedido en las elecciones presidenciales de Perú el pasado domingo. El sábado abordo ese tema, que es interesante, importante y debiera ser educativo para nosotros.