Sabiduría pura: «Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti». Podríamos trasladar esta frase a un nivel de Nación y decir: «Trata a los extranjeros como quieres que traten a los guatemaltecos».
Gonzalo Marroquín Godoy
Cientos de miles de guatemaltecos salen desesperados del país en busca del sueño americano porque aquí no encuentran oportunidades y se ahogan en la pobreza y desesperanza. El recorrido hasta Estados Unidos es arduo y peligroso, sobre todo en territorio mexicano, donde deben enfrentar a las autoridades locales, pero también al crimen organizado.
Lo mismo ocurre con los hondureños y por eso vemos en los últimos años el esfuerzo de organizar caravanas, con el fin de llevar a cabo el recorrido en grupos grandes que se autoprotegen mejor, aunque su presencia se hace más evidente y, por lo tanto, son blanco más fácil para las autoridades represivas que encuentran en Guatemala y México.
Los venezolanos también salen por cientos de miles. Su travesía es más larga, complicada y peligrosa. Deben pasar por el llamado Tapón del Darién, en donde por seis o siete días enfrentan toda clase de peligros en medio de la selva. No son pocos los que han perdido la vida en la búsqueda de una vida mejor.
Ahora resulta que México y Guatemala –que por cierto son dos de los países que más exportan migrantes hacia Estados Unidos– han adoptado como política migratoria la persecución de todos los que intentan pasar por su territorio y si no cumplen con las normas establecidas son deportados de manera inmediata. Están en su derecho, pero los gobiernos van más allá de lo que podría considerase normal y se convierten en feroces perseguidores de migrantes.
Tanto el presidente Manuel López Obrador como Alejandro Giammattei, tratan de mantener las mejores relaciones posibles con el poderoso aliado del Norte. Los intereses del presidente mexicano tienen que ver con negociaciones comerciales importantes, mientras que nuestro flamante gobernante lo hace con el fin de que la Casa Blanca se sienta cómoda con él y olvide aquello de corrupción y Estado de Derecho.
No son nuevas las presiones estadounidenses para que las autoridades guatemaltecas hagan lo que les piden en materia migratoria. Desde la época del cómico Jimmy Morales se dieron presiones para que se legislara para combatir lo que ha dado en llamarse coyotaje y ¡así se hizo!
El resultado fue que se encareció la gestión para buscar los canales de salida, paso por México y llegada a Estados Unidos, pero el flujo continuó, pues las causas –pobreza, abandono, mala educación y falta de oportunidades–, son más fuertes que cualquier obstáculo que se imponga.
Aquello lo pedía la administración represiva de Donald Trump. Las cosas no cambiaron demasiado con los demócratas y Joe Biden en la Casa Blanca. Ahora se habla de una migración ordenada y regular, que no es otra cosa que el ingreso de migrantes que reciben asilo o que ingresan documentados y con visa.
Nada qué ver con la intención y posibilidades de los millares de mexicanos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, nicaragüenses, haitianos, etcétera, quienes viajan indocumentados pues no tienen posibilidad de recibir la visa, pero llegan para buscar trabajo honrado y aportar con su esfuerzo a la economía estadounidense y a la de su propio país.
En el caso de los guatemaltecos, se han convertido en la pata mas fuerte de la economía nacional. El ingreso por remesas supera por bastante a la suma de todas las exportaciones. Así de importante es lo que hacen para mantener pujante la macroeconomía. Hacen más para combatir la pobreza que lo que hace el Gobierno.
Lo que incomoda e indigna es ver a nuestras feroces autoridades de seguridad y migración, convertidas en implacables perseguidores de los migrantes extranjeros, a quienes deportan de inmediato, sin comprender y atender el drama humano que viven.
Hace algunos meses, en la frontera sur de Estados Unidos se dieron escenas que afectaron la imagen internacional de ese país. Guardias fronterizos perseguían con sus caballos a migrantes haitianos, a quienes atropellaban con los animales. Se habló entonces de fuerza bruta contra los migrantes.
Creo que eso influyó para que el Departamento de Estado trasladara al patio trasero la responsabilidad de que no lleguen más inmigrantes a su territorio y se evitan así otro bochorno como aquel, al que se sumaban las imágenes de centros de detención que parecen campos de concentración. Al menos ahora no se promueve la separación de las familias como hacía la administración Trump.
Si fuera Costa Rica el país que sirviera de tapón, no extrañaría demasiado, pues ese país no es gran exportador de ticos hacia el Norte. Sin embargo, son dos países, México y Guatemala, los que olvidan lo que sufren sus connacionales, y aceptan hacer el trabajo sucio de la lucha antiinmigración que libra Estados Unidos.
Mejor haría Washington en presionar a nuestros gobiernos para que atiendan las causas de fondo de la migración. Mejor haría en promover que se combata la corrupción –¡de verdad!– y qué cese la impunidad.
De todas maneras, es jugada cantada. La migración seguirá mientras las causas no desaparezcan.