¿Qué tanto conocemos nuestro país? ¿Qué tanto entendemos lo que sucede? ¿Qué tanto se esconde o no se deja ver? ¿Por qué estamos como estamos?
Gonzalo Marroquín Godoy
Bajo la dictadura comunista en la Unión Soviética (URSS), el pueblo sabía muy poco o nada de lo que sucedía . Tras guerras intestinas en la antigua Rusia, muere el imperio y surge una nueva y poderosa nación en 1922. Durante la mayor parte del siglo XX en ese país la población fue aislada –intencionalmente– de la realidad. Por ejemplo, los entonces soviéticos no supieron que más de 600 mil personas fueron fusiladas solo en un año –entre 1937 y 1938–, como tampoco supieron en lo sucesivo como se gobernaba ese país.
La dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile, no se puede comparar en tiempo y espacio con aquella otra, pero siguió igualmente el método de hacer invisible las estrategias y hechos que llevaba a cabo el Gobierno.
Casi todo lo importante era invisible para la mayoría de la población soviética o chilena.
Podría hablar de otros países, sistemas o regímenes, que han seguido o siguen el mismo patrón de invisibilizar la realidad del país. El estilo, la forma y los personajes pueden ser distintos, pero el resultado es el mismo: no se alcanza el desarrollo de una sociedad sin transparencia.
Analizando lo que sucede en Guatemala hoy en día, vemos que nos encontramos bajo un sistema político que ha creado una Guatemala invisible, en la que no se puede ver la realidad, en la que se esconden las cosas y el engaño de la clase dominante es lo que termina imponiéndose de manera periódica. En la que nos dicen que el Gobierno es transparente, pero se fomenta la corrupción.
Esa clase política nos tiene sumidos en medio del caos social y el absoluto fracaso institucional, producto de la porquería de la corrupción y la impunidad. La diferencia con aquellos regímenes dictatoriales, es que aquí, la prensa independiente y algunos sectores de la sociedad civil, se encargan de denunciar y mostrar lo que sucede por debajo de esa capa de oscuridad que pretende mantener desinformada y confundida a la sociedad… y, tristemente, lo logra en gran medida.
Políticos y funcionarios utilizan todo a su favor. Hasta el asesinato de la niña Sharon Figueroa, les sirve para crear una cortina de humo y poner sobre la mesa de discusiones el tema de la pena de muerte, sabiendo que es uno de los más controversiales en el país, por la fuerte tendencia entre amplios sectores que exigen su aplicación. En el fondo, es un tema que puede exacerbar el populismo.
El engaño de los políticos principia con la campaña electoral. Hacen falsas promesas a diestra y siniestra –si no, miren la lista de incumplimientos del presidente Alejandro Giammattei–, pero luego adquieren la práctica constante de desviar la atención hacia cosas diferentes a los problemas de fondo.
Aquí no se arregla nada. La pobreza, las causas reales del éxodo de guatemaltecos hacia el exterior –los migrantes–, los sueldos exorbitantes de gobernantes, altos funcionarios, alcaldes y concejales, las transas y negocios sucios. Todo sigue igual, pero invisible para muchos.
Ahora, las cinco instituciones que designarán magistrados para la nueva Corte de Constitucionalidad, nos dirán –en el mejor de los casos– que todo será limpio, transparente y decente, cuando saben a ciencia cierta que no harán tal cosa, sino más bien, harán un nuevo engaño que les permita perpetuar esa impunidad que tanto daño provoca al país y la democracia.
Ninguna institución es verdaderamente funcional. Todo es ficticio, el sistema político pretende engañarnos ¡de nuevo!. Por eso estamos como estamos… por eso, nunca mejoramos…!