ENFOQUE: En la Contraloría, un buen funcionario ¡fuera!; su jefe, muy comprometido

Gonzalo Marroquín Godoy

El Contralor General de Cuentas, Edwin Humberto Salazar, lanza clara señal de subordinación al poder político (Ejecutivo).

Hay que poner en letra destacada el nombre de César Elías, subcontralor del Gasto Público de la Contraloría General de Cuentas de la Nación (CGCN), quien se atrevió a emitir una resolución tajante para desnudar las irregularidades que se cometieron en el fallido intento por comprar de manera opaca los dos avioncitos Pampa III a la Argentina.

Sin embargo, su resolución –que detuvo un negocio a todas luces al margen de la ley de compras– le valió el cargo, pues el Contralor General, don Edwin Humberto Salazar, tuvo a bien solicitarle su renuncia y enviar así un claro mensaje a todos los que trabajan en esa dependencia que dice más o menos así: no podemos ir contra el Ejecutivo y seguramente contra los demás poderes del Estado, a los que más bien se les debiera poner un contrapeso para evitar la corrupción.

Gracias a Jimmy Morales, a partir de septiembre ya no tendremos la CICIG en el país para que se persiga a los corruptos, pero los aires que se ventilan por ahora son más bien terribles, puesto que se hace ver que la tendencia institucional que se quiere imponer es la de más bien favorecer el retorno a las viejas prácticas corruptas que, dicho sea de paso, nunca se han abandonado de manera total, como bien se ha comprobado a lo largo de los más de tres años de la actual administración.

Este pésimo ejemplo –y mensaje– del Contralor Salazar debilita una institución que necesariamente debe gozar de una INDEPENDENCIA ABSOLUTA de todos los poderes del estado.  Pero no hay que irnos muy lejos para recordar que su nombramiento fue avalado por todos los partidos que se opusieron en el Congreso a la lucha contra la corrupción.  Por eso es totalmente acertada la frase que dijo Elías en su mensaje de despedida a la prensa: la independencia es el principio a defender por todos los auditores.

La justificación del Contralor es que estoy haciendo mi propio equipo, algo que si bien no debe extrañar, no es posible que ese equipo llegue a sustituir a las pocas manzanas sanas que pueda haber en la institución.  No está demás recordar que la CGCN no ha sido precisamente una institución definida a favor de la lucha contra la corrupción.  De hecho, casi siempre ha estado cooptada por mafias que principian a trabajar desde los procesos de postulación y luego le dicen al Congreso como deben votar, para mantener el manto de impunidad que tanto daño le ha hecho al país.

Apenas ayer se daba como gran noticia que la corrupción en Guatemala provoca un sobrecosto del 30% –en promedio– en los procesos de construcción de obras, administración pública y defensa y explotación de minas.  Si lo queremos ver de otra manera, eso quiere decir que ni la Contraloría ni el MP han logrado detener esa fuga que se genera por corrupción, dinero que muy bien podría dirigirse a sectores como combatir la pobreza y la desnutrición crónica o mejorar en educación, salud y, en general, promover oportunidades para los guatemaltecos más desposeídos.

Se habla ya de planes en el MP para desmantelar la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (Feci).  Ese sería otro mensaje a favor de la corrupción.  Sería como decirles a los nuevos funcionarios públicos que llegarán después del 14 de enero que pueden robar a manos llenas.

La existencia de la CGCN y el MP es para que existan los debidos contrapesos dentro de los poderes del Estado.  Se sabe que la famosa clase política –los políticos identificados con las viejas prácticas corruptas– tiene infiltrado el sistema de Justicia, lo que genera para los funcionarios un amplio manto protector de impunidad.

Estamos pasando por un momento sumamente pasivo como sociedad.  Se patalea sí, en las redes sociales, pero en la práctica, hay poca presión para evitar que este tipo de arbitrariedades –la presión para que Elías renunciara– se consuman.

Sin instituciones independientes, sólidas y comprometidas con la legalidad y la democracia y sin participación ciudadana, son pocos los avances que podremos ver en el futuro inmediato y de mediano y largo plazo.