En mi país, qué tristeza … la pobreza y el dolor

Gonzalo Marroquin (3)Gonzalo Marroquín Godoy


 

Ya en una ocasión anterior utilicé la letra de la canción de protesta que cantaba el grupo Tiempo de Argentina, en la cual se refiere al drama que se vive en ciertas circunstancias en nuestros países. Causa tristeza ver lo que han sufrido cientos de familias que habitaban en El Cambray II, Santa Catalina Pinula, y que perdieron todo, sus pocas pertenencias; pero peor aún, muchos lloran ahora a sus seres más queridos: hijos, padres o abuelos. Guatemala perdió vidas valiosas.

Esta tragedia hace recordar la gran vulnerabilidad que existe en el país, –33% del territorio es zona de riesgo–, con mayor peligro para la población más pobre, muchas veces viviendo a orillas de cerros, ríos y barrancos.  También nos recuerda lo que sucedió en el 2005, en el cantón Panabaj, Santiago Atitlán, Sololá, una comunidad que desapareció totalmente a consecuencia del gigantesco deslave provocado por las constantes lluvias del huracán Stan. Cientos de muertos y desaparecidos. Ni siquiera se pudo localizar la totalidad de los cadáveres de las víctimas fatales.

Las escenas dantescas de aquella tragedia se repitieron en El Cambray.  Otra vez la naturaleza golpea. No por nada se advirtió a principios del siglo, que Guatemala se encontraba entre los cinco países de mayor vulnerabilidad de cara a los efectos que provoca y lo seguirá haciendo el cambio climático, con sus tormentas, huracanes, sequías y cambios bruscos en el estado del tiempo.

Cuando sucedió la tragedia de Panabaj, trabajaba en Prensa Libre, y recuerdo que varios compañeros –reporteros y fotógrafos– fueron destacados al lugar para cubrir el suceso. Todos regresaban impresionados con los testimonios que escuchaban, con el sufrimiento que veían en el rostro de los sobrevivientes cuando buscaban entre los escombros a sus seres queridos, o cuando tuvieron que tomar la decisión de abandonar la búsqueda, sabiendo que no había sobrevivientes. Aquello terminó convertido en un cementerio.

Escuché a Alejandro Maldonado, hijo (Conred), decir que los habitantes de El Cambray II habían sido alertados –no ahora, sino hace mucho tiempo– sobre el peligro que corrían. Así hay cientos de lugares en el país. Es cierto, pero no es por simple terquedad que no dejan sus humildes casas. Es porque no tienen a dónde ir. El Estado, claro, nuestro débil y saqueado Estado, no tiene nunca los recursos para atender un traslado de tantas familias. No hay un plan serio para hacer frente a este problema… seguiremos viendo cada cierto tiempo los Panabaj, los Cambray.

La solidaridad chapina siempre se puede ver. Se dio en 1976, en el 2005 y se muestra ahora. Los guatemaltecos no fallamos en eso. Lo que falta es que nuestras autoridades tengan una visión de alcance mayor. Que se mire hacia los años 2020, 2025, con todos los peligros en agenda y se tomen medidas de fondo. Que se avance lento, pero seguro. Hacen falta programas preventivos y políticas ambientales.

Y si a la solidaridad tan espontánea y fuerte de los chapines le sumamos conciencia ambiental, veríamos que la suma de ambos esfuerzos podría traducirse en vidas salvadas y tragedias evitadas.

Panabaj dejó numerosas lecciones, pero no creo que se hayan aprendido, mucho menos aprovechado. Con El Cambray puede suceder lo mismo: dolor y lágrimas, aprendizaje de lo que NO debe suceder, mayor experiencia en rescates y en saber responder ante la tragedia, pero muy poco de lo que debemos hacer para prevenir estas situaciones tan dolorosas.

Panabaj fue una tormenta de grandes proporciones. El Cambray no necesitó más que unos días de lluvia tupida y continua –los últimos del invierno–. El próximo año puede repetirse la historia; y si no, será después. Pero debemos estar claros de que en Guatemala este tipo de situaciones continuarán produciéndose. La diferencia entre vidas salvadas y fallecidos, no será más que producto de una prevención bien estructurada… o ignorada.

Una vez más, Guatemala está de luto. Se han perdido demasiadas vidas, como para ignorarlo. Lástima que sea tan fácil hacer una relación entre lo que sucede –por diferentes causas– en nuestro país y aquella canción del grupo Tiempo: En mi país, qué tristeza, la pobreza y el dolor.

La solidaridad chapina siempre está presente.  Se dio en 1976, en el 2005 y ahora en El Cambray II.