En los últimos 10 años ha cambiado el teatro

Escribe periodismo cultural, es pintor, pero también destaca como actor y director de teatro. Es una voz autorizada para analizar el momento actual del teatro guatemalteco, lleno de comedia; no obstante, también con obras serias que cada día alcanzan un mejor nivel escénico. Esta es parte de una larga conversación con alguien que, además de conocer, es evidente que vive apasionadamente esta faceta de su vida. 

Debby Ríos

Crónica

Es Guillermo Monsanto uno de los directores de teatro que más trabaja en la superación del arte. Esta es parte de una larga conversación que Crónica sostuvo con él.

Hay demasiado teatro de comedia en el ambiente, ¿cuál es su opinión sobre lo que ocurre en este mundo? Creo que es relativo. Sí, hay mucha comedia. De hecho, creo que la comedia es el centro del pensamiento creativo de un público que no está formado. No puedo hablar mal de los artistas que hacen comedia, porque finalmente atraen al público. Están usando una fórmula que funcionaba muy bien en el siglo 14 y en el siglo 13. La gente sale feliz, aunque no se lleve más que pasar un buen rato.

Hay bastante teatro serio en Guatemala. Hay compañías constituidas que están buscando el hecho escénico desde la perspectiva del arte, y en los últimos 10 años, más o menos, pensaría que ha cambiado mucho la forma de hacer teatro; por ejemplo, hay un boom de musicales.

¿A qué se debe que la obra cómica sea lo más difundido? En Guatemala hay un serio problema de formación, el chapín promedio está olvidando cómo hablar correctamente, no conoce las palabras, se maneja con ciento cuarenta caracteres para crear una idea y más allá de eso es incapaz de componer un juicio más grande. El problema es que todas las personas que están llegando a administrar empresas, son esta generación que no lee, que no escribe a mano, que si va al cine va a ver la película que más cola hace, entonces, para ellos la cultura y el arte es: lo que más cola hace. Si en Guatemala no se toma un criterio educativo, probablemente mucha parte del teatro serio seguirá como en los últimos ochenta años, sobreviviendo.

¿Qué propuestas hay o habrá de teatro formal? La UP tiene cinco propuestas de teatro serio y se ponen en temporadas para adultos; Carazamba, adaptación de Tato Galdámez, ganador de los Juegos Florares, con una capacidad enorme; Prohibido suicidarse en primavera, que esa la hice yo, ha tenido un éxito enorme, no hemos tenido ni que publicitarla, se mantiene lleno; La ópera de los tres centavos, en el teatro nacional, que aunque sea un musical, es una obra muy seria de Bertolt Brecht, bien montada, con recursos, usando todo el escenario, con una escenografía espectacular, hay inversión. Yo acabo de salir de las Brujas de Salem, de Salomé y de Bodas de sangre;  las tres fueron un éxito impresionante de taquilla,  y voy  ahora con El Genio de la Lámpara, para domingos, voy; además, con el Santo de Fuego, en IGA, de Mario Monteforte Toledo; o sea, SÍ HAY. Mis compañeros están haciendo teatro clásico, Las Troyanas, no sé quién la está haciendo y no he tenido chance de verla, acaba de salir Truffaldino, que no estaba mal, y viene esa compañía con Morton, que es un teatro muy contemporáneo, hay muchos directores jóvenes que se han ido a formar al extranjero: Tatiana Palomo y Diana Alvarado, traen nuevas técnicas, nuevas cosas que a los más viejitos, como yo, nos cuesta entender.

¿Los comentarios que les llegan, influyen en lo que presentan? Yo tengo un productor joven, y cada vez que yo propongo un proyecto, se lleva las manos a la cabeza, y me dice: ¡Es que eso no vende!, y es que yo no lo hago para vender, lo hago porque me quiero expresar, y ya tengo a mi público cautivo, pero mi productor todo el tiempo me está poniendo cosas sobre la mesa, quería poner La familia Addams, y yo la miraba y le decía: ¡Ay, no! ¡Es que eso no me gusta! ¡No me gusta! Haría Los Miserables, pero se necesita de un presupuesto gigantesco, un buen productor musical y los derechos, es la muerte. Personalmente, sueño con ir a ver una buena ópera con un buen montaje y escenografía, aquí en Guatemala.

¿Cómo inicia su interés por el teatro? Mi interés viene de toda la vida, fui muy pegado a mi abuelita, y ella era una lumbrera, sacó cinco títulos universitarios, era sensible al arte, le gustaba la música, las antigüedades, etc.

¿Cómo inicia su etapa de director? Hay una etapa en la vida del actor en la cual se deja de ser el príncipe. A los 38 y 39 años, el pelo se me empezó a caer, entonces me empezaron a faltar trabajos, que si estaba muy gordo, que si estaba muy viejo para ser príncipe y muy joven para ser papá, y me cayó la oportunidad de dirigir.