En Guatemala somos una generación vida

Pedro Cruz


En muchas partes del mundo existen organizaciones que reciben presupuestos altos y contra todo buscan imponer la idea de que promover la defensa de la vida y la familia ya pasó de moda. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que estamos hablando de la raíz fundamental de toda sociedad. Para eso es importante tener presentes las siguientes preguntas.

La vida es algo tan espectacular que cuando se habla de acabarla a muchos les suena normal y a otros les suena muy fuerte. Pero, ¿qué implica por ejemplo acabar con un ser humano que no se puede defender y que lo que quiere es conocer el mundo? La vida humana inicia en el momento de la concepción, por lo que debe ser protegida y respetada desde ese momento. ¿O acaso estamos a favor de la violencia? El aborto es innegablemente un asesinato desde el punto de vista de la naturaleza humana.

La corriente que busca la promoción del aborto, perjudica a toda la sociedad, ya que disminuye el respeto a la vida de los más indefensos: bebés, ancianos y enfermos. Muchos dejan de diferenciar el bien y el mal. ¡Imagínense que caigamos en justificar la inmoralidad a través de un mal!

Los derechos de todas las personas son reconocidos desde el momento en que inicia la vida, o sea, científicamente en la concepción. Esto es un principio básico para la sociedad, pero, sobre todo, el marco legal en cualquier país del mundo que tiene suscrita la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El respeto a la dignidad de la vida humana conduce a la construcción de una cultura de paz.

Según datos recopilados, Holanda fue el primer país de Europa en promover leyes antivida y antifamilia, la consecuencia a esta legislación es que el sistema de seguridad social se vino para abajo. Este mismo caso sucederá en el resto del viejo continente (sino es qué ya está sucediendo en algunos países). La respuesta es muy sencilla: La población está decreciendo y el sistema no puede sostenerse por sí mismo. Basta con hacer mención que en Suiza, Suecia, Reino Unido, Finlandia, Holanda y Austria, el 20 % de las mujeres que tienen 40 años nunca tuvieron hijos. Esto nos debe alarmar, ya que son sistemas fuertes que sostienen la economía mundial.

En Guatemala tenemos el respaldo de que en nuestra Constitución Política se reconoce el respeto a la vida desde la concepción, así como también se menciona que la familia es la base de la sociedad. Estamos a tiempo de cuidar a lo más preciado y digno que tenemos los guatemaltecos: la vida. La violencia no se acaba con más violencia. Para finalmente asentar la cultura de paz que todos deseamos y alcanzar un desarrollo sin precedentes, debemos apostarle al derecho a vivir — sin importar raza, sexo o estrato económico— y la institución esencial de la democracia participativa: la familia.