En Birmania, las grandes ruedas de Chicago, o norias, de las ferias giran sin motor, y con la mera fuerza de acróbatas bien entrenados, un arriesgado trabajo que requiere una excepcional coordinación.
En el festival anual de globos de Taunggyi, en el sur del Estado de Shan, los coloridos globos aerostáticos se elevan en el cielo oscuro mientras resuenan los fuegos artificiales.
No lejos de ahí, Aung Sein Phyo, emite un pitido con su silbato y luego trepa en pocos segundos con varios de sus colegas hasta lo alto de una gran noria iluminada por una multitud de luces de neón, con los colores del caleidoscopio.
Cada uno se cuelga de una de las barquillas de la estructura, que tiene unos 20 metros de alto. Al hacer contrapeso, hacen girar la noria, y luego, con una precisión milimétrica, saltan fuera de la estructura antes de tocar tierra, y permanecen abajo para acelerarla, para gran disfrute de los visitantes.
«Empecé a trabajar en esto a los nueve años» cuenta Aung, de 22 años. «A mis padres no les gustaba, por eso lo hacía a escondidas» sonríe, y admite que es un trabajo «peligroso».
Igual que Aung, centenares de jóvenes acróbatas trabajan, sin ningún tipo de protección, en las grandes norias, llamadas «char yahat» en Birmania.
Nueve meses por año el equipo de Aung, de 15 personas, recorre festivales y ferias del país, y luego descansa durante la temporada del monzón.
El trabajo le da a cada uno un ingreso de entre 70 y 100 dólares por mes.