El Papa preside Vía Crucis polémico por presencia de mujer ucraniana y otra rusa

  • Francisco: «Que donde haya odio, florezca la concordia»

El Papa ha presidido este viernes el Vía Crucis en Roma desde un palco habilitado en el Monte Palatino, justo delante del Coliseo, un sugestivo escenario símbolo de los primeros mártires cristianos arrojados a las fieras, y después de dos años de parón por la pandemia.

Las familias han sido las protagonistas este Viernes Santo que se han pasado la Cruz hasta llegar al Papa, que al final ha pronunciado una oración. La guerra en Ucrania ha estado muy presente pero en forma de polémica. Dos mujeres, una de Ucrania y otra de Rusia, han llevado la Cruz durante la XIII estación que recuerda las últimas horas terrenales de Jesús.

El Vaticano ha suprimido finalmente la meditación escrita para esta estación. En su lugar, un lector ha destacado: «Ante la muerte, el silencio es más elocuente que las palabras. Detengámonos, pues, en un silencio de oración y recemos cada uno en su corazón por la paz en el mundo». En ese momento la Cruz la llevaban las dos amigas, Irina, de Ucrania, y Albina, de Rusia.

«Tómanos de la mano, como un Padre, para que no nos alejemos de Ti; convierte nuestros corazones rebeldes a tu corazón, para que aprendamos a seguir proyectos de paz; haz que los adversarios se den la mano, para que gusten del perdón recíproco», ha pronunciado el Papa.

El marco del Coliseo dio mayor solemnidad a la conmemoración católica este Viernes Santo.

Asimismo, en su oración ha pedido al Señor que desarme la mano alzada del hermano contra el hermano, para que «donde haya odio florezca la concordia».

Tras conocerse que una mujer ucraniana y otra rusa compartirían una de las estaciones, el embajador ucraniano ante la Santa Sede, Andrii Yurash, ya incidió en «las dificultades» y «las posibles consecuencias» de este gesto.

En un mensaje en su cuenta oficial de Twitter, Yurash manifestó que entiende y comparte «la preocupación general» que ha generado en Ucrania y en muchas otras comunidades la idea «de poner juntas a mujeres ucranianas y rusas llevando la Cruz durante el Viernes Santo del Coliseo». «Ahora trabajamos en la cuestión, intentado explicar las dificultades de su realización y las posibles consecuencias», agregó.

Por su parte, el nuncio Apostólico en Ucrania, el arzobispo Visvaldas Kulbokas, en un comentario a la revista católica Credo, señaló que él no hubiera organizado la oración de esta manera: «La reconciliación debe llegar cuando se detenga la agresión. Cuando los ucranianos sean capaces no sólo de salvar sus vidas, sino también su libertad. Y, por supuesto, sabemos que la reconciliación se produce cuando el agresor admite su culpa y se disculpa», explicó.

En la misma línea, el arzobispo greco católico de Ucrania, Sviatoslav Shevchuk, lo considera una «idea inoportuna» y «ambigua». «Los textos y los gestos de la estación XIII de este Vía Crucis son incomprensibles y hasta ofensivos», remarcó.

Este Vía Crucis también es el más numeroso que jamás se haya organizado en el Coliseo, con 74 personas, divididas en 14 familias, que llevarán la Cruz de estación en estación.

En las inmediaciones del Anfiteatro de Flavio, llamado así originariamente en honor a la Dinastía Flavia de emperadores que lo construyeron, se han concentrado unas 10.000 personas, según recoge Vatican News de la Questura de Roma, entre fieles que conmemoran el camino de Jesús de Nazaret hacia la muerte en la cruz miles de fieles ycuriosos y turistas que no quieren perderse este espectáculo. Se trata del décimo Via Crucis que preside Francisco, que cumplirá 86 años en diciembre y que no ha llevado la cruz en ningún momento.

Las dos jóvenes que protagonistas de la XIII estación del Vía Crucis, que recuerda las últimas horas de Jesús en la tierra, y que el Papa ha presidido desde un palco en el Monte Palatino viven con sus familias en Roma. La ucraniana, Irina, es enfermera en el centro de cuidados paliativos «Together in Care» de la Fondazione Policlínico Universitario Campus Bio-Medico de Roma, y la rusa, Albina, es una estudiante de la carrera de enfermería del Campus Universitario Bio-Médico.

«Nuestra amistad nació en la sala de cuidados paliativos ‘Together in Care'», señaló Irina en declaraciones a L’Osservatore Romano, el periódico de la Santa Sede. Poco después del comienzo de la guerra, Albina se sintió en la necesidad de hablar con su amiga que estaba de servicio. «La mirada de nuestros ojos fue suficiente: nuestros ojos se llenaron de lágrimas. Siempre me emociono cuando recuerdo que Albina empezó a disculparse conmigo. En ese momento estaba realmente desconsolada No pude consolarla. Se sintió culpable y me pidió disculpas. Le aseguré que ella no tenía nada que ver», continúa. «La palabra «juntos –explicó– también me acompaña en mi trabajo y ciertamente, en este momento, podríamos hacer mucho juntos. La humanidad debe unirse para intentar encontrar la paz y una solución a todo lo que está sucediendo».

El jesuita Antonio Spadaro, director de Civiltà Cattolica, y uno de los grandes expertos del pontificado de Francisco comentó, por su parte, que Francisco es ante todo «un pastor, no un político». «Actúa según el espíritu evangélico, que es el de la reconciliación incluso contra toda esperanza visible durante esta guerra de agresión que ha definido como ‘sacrílega’ –señaló en su perfil de Facebook–. Por eso, también ha consagrado juntas a Ucrania y Rusia al Corazón de María».

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