El papa oficia una misa multitudinaria en Bangladés antes de reunirse con rohinyás

Daca, Bangladés | AFP | 

por Claire COZENS con Annie BANERJI en Cox’s Bazar

El papa Francisco ofició este viernes una multitudinaria misa al aire libre ante miembros de la pequeña comunidad católica de Bangladés, antes de un muy esperado encuentro con refugiados rohinyás que huyeron de la violencia contra esta minoría musulmana en Birmania.

En medio de cantos religiosos en bengalí, el pontífice, de 80 años, llegó a un gran parque de Daca donde lo esperaban unos 100.000 fieles. Decenas de miles de personas había hecho cola durante horas desde la madrugada para poder entrar al reciento.

Las autoridades bangladesíes desplegaron fuertes medidas de seguridad dado que en los últimos años el país sufrió varios ataques yihadistas contra minorías religiosas, incluyendo a los cristianos. Miles de policías patrullaban las calles y cada uno de los peregrinos fue cacheado.

De esta manera se ha movilizado este día el Papa Francisco en Bangladés.

«Tengo suerte de haber podido venir aquí para ver al papa y unirme a sus rezos. Esperamos que el papa rece por la armonía entre todos los credos y que no tengamos que hacer frente a una represión», dijo a la AFP Sarala Murmu, una mujer de 66 años perteneciente a la tribu santal, que viajó desde la ciudad de Panchagarh, en el extremo norte del país.

En un país mayoritariamente musulmán, los cristianos están preocupados por su futuro frente al auge del extremismo islámico.

Francisco, a la cabeza de 1.300 millones de católicos en el mundo, busca alentar a las pequeñas Iglesias de las «periferias del planeta». Así, durante la misa, ordenó a 16 nuevos sacerdotes en Bangladés, un país que tiene menos de 400.

Decenas de miles de católicos viajaron a la capital para ver al papa.

«Yo soy viejo. Espero que me bendiga y rece para que pueda morir en paz e ir al cielo. Espero que sus oraciones expandan la paz en todo el mundo», dijo Abraham Dorez, de 75 años, que vive en un pueblo a las afueras de Daca.

Tras la misa, el pontífice debía mantener una reunión con líderes de otras religiones. Farid Uddin Masud, un importante clérigo musulmán que asistirá, espera que el papa pueda hablar sobre el tema de los rohinyás.

«Él es respetado en todo el mundo, no sólo por los cristianos, por ser el campeón de los pobres y de los oprimidos (…) así que esperamos con ansias que él pueda hablar por los oprimidos rohinyás», explicó a la AFP.

El papa Francisco también se reunirá con 16 refugiados rohinyás que viajarán a la capital desde el campo de desplazados donde residen, una delegación que incluirá a dos niños.

– Éxodo de los rohinyás –

En su primer día en Daca, Francisco había pedido el jueves «medidas eficaces» para ayudar a los rohinyás que huyen en masa del oeste birmano para escapar a la represión del ejército, que la ONU calificó de «limpieza étnica».

Más de 620.000 personas de esta minoría musulmana apátrida llegaron a Bangladés desde finales de agosto. Los refugiados viven en la miseria, hacinados en campamentos del tamaño de ciudades, donde su supervivencia depende de la distribución de alimentos.

Francisco llegó a Bangladés procedentes de Birmania, donde eludió usar el término rohinyás y sólo hizo alusiones a respetar a «todo grupo étnico» y a «superar todas las formas de incomprensión, de intolerancia, de prejuicio y de odio».

En Bangladés, al igual que en Birmania, el papa se abstuvo de momento de emplear la palabra rohinyá, prefiriendo hablar de los «refugiados llegados en masa del estado de Rakáin», la región birmana poblada por la minoría musulmana.

En su discurso también elogió al país por su acogida de los refugiados, destacando su sacrificio y el «espíritu de generosidad y solidaridad» de su pueblo.

Esta crisis humanitaria, una de las más graves en lo que va de siglo XXI, es el telón de fondo de la visita del pontífice.

Bangladés, con 160 millones de habitantes, es uno de los países más pobres del mundo.

Para la minúscula comunidad de unos 380.000 católicos bangladesíes, esta visita papal, la primera desde la que hizo Juan Pablo II en 1986, es una fuente de orgullo inmenso.

Desde 2015 al menos tres cristianos, incluyendo dos conversos desde el islam, han muerto en ataques atribuidos a extremistas musulmanes.