El país de ‘nada cambia’, porque ‘estamos mejor’

Enfoque

Gonzalo Marroquín Godoy

 

Hay todo tipo de países: desarrollados, subdesarrollados, tercermundistas, de las maravillas, potencias económicas, de ensueño, pobres, ricos, capitalistas, comunistas, socialdemócratas, y así podríamos agregar muchos calificativos para describir a cada una de las naciones del Planeta. Hay un factor común en los cinco continentes, y es que cada una de ellas –sin importar tamaño, ideología o ubicación– están organizadas políticamente con gobiernos que, aunque no lo hacen bien en muchos casos, tienen la obligación de buscar mejores condiciones de vida para sus habitantes.

No es común que un país marche hacia atrás –significativamente– en sus índices de desarrollo, pero aun en los más avanzados, la tarea de los gobiernos es siempre buscar mejoras, mayores oportunidades y confort para sus habitantes. Por supuesto aquellos en donde hay conflictos armados, violencia extrema y se violan masivamente los derechos humanos, tienen que retroceder, vivir en mayor pobreza y menos oportunidades.

Naciones como Siria y otras en Medio Oriente, África y Haití en América, podrían ser ejemplo de lo que sucede cuando hay retrocesos gigantes o estancamientos absolutos. En Guatemala, es cierto, se mantiene la estabilidad macroeconómica con crecimiento –insuficiente– del PIB y algunos avances –muy, pero muy limitados– en determinadas áreas. En términos generales los cambios se dan más por inercia que por políticas públicas acertadas.

Nuestros índices de desarrollo humano han variado muy poco en las últimas tres décadas. La pobreza y desnutrición son dos tristes muestras de la falta de visión y de esfuerzo por mejorar que ha existido. El resultado es el estancamiento socioeconómico y la prueba más grande son los millones de guatemaltecos que han preferido enfrentar un mundo desconocido y difícil en Estados Unidos, con esperanza de alcanzar el sueño americano, que sí, muchas veces se les da, pero otras termina mal.

Empezamos 2017. ¿Qué vemos diferente a lo que se veía en el inicio del segundo año de los últimos gobiernos?. Las escuelas están igual de abandonadas, los hospitales, como hace 30 años, funcionan paupérrimamente –da pena pensar lo que les espera a los pacientes que llegan–, el medio ambiente se sigue destruyendo, la inseguridad es galopante –por más que baje 10, 20 o 100 el número de asesinatos por año–, las cárceles son escuelas de delincuentes, no hay proyectos de desarrollo y, en definitiva, los políticos siguen pensando más en sus bolsillos, relegando sus obligaciones.

Lo peor de todo, como ha ocurrido con cada gobierno y gobernante, al término del primer año de labores lanzan al vuelo las campanas para anunciar que ¡ahora si!, se ha trabajado como no se hizo nunca antes y el país está cambiando.

Lástima que exista esa ceguera. El primer paso para resolver un problema, es reconocer su existencia. Si no se reconoce ¿cómo puede ser resuelto?.

¿Por qué va a cambiar el curso de nuestra educación, si se siguen haciendo igual las cosas? –y tal vez peor– ¿Por qué va a mejorar la atención en Salud si no se abastecen los hospitales y a los trabajadores, aun los peores, se les da un bono por trabajo decente? ¿Cómo se puede cambiar si se hace lo mismo, con la misma gente y sin políticas de cambio?

Jimmy Morales está perdiendo una oportunidad de empezar a cambiar, aunque sea un poco, al no hacer ni un movimiento en su descolorido gabinete de ministros. La mediocridad que se anunciaba al inicio de su gestión se ha confirmado al término de 12 meses… pero no parece que se esté aprendiendo sobre la marcha.

Bueno, llevamos mucho tiempo siendo el país de nada cambia –eso si, con un potencial enorme–, porque, y esto es lo peor, nos conformamos con decir que estamos mejor (¿?¿?¿?), pero la verdad es que la colectividad no está mejor, porque si no, nuestra etiqueta no sería la de Nación exportadora de personas.