A tal extremo fue el saqueo durante la gestión del PP, que los regalos para OPM y RB durante el período 2012-2015, al menos los registrados, ascienden a más de US$4 millones. ¿De qué tamaño fue el pastel completo?, eso lo estamos comenzando a conocer. Las cantidades son descomunales, pero peor es saber las formas en que los más cercanos accedieron a esos recursos, cómo usaron perversamente sus funciones públicas para hacer de las suyas y las ajenas, cómo acabaron con las instituciones que les asignaron como autoridades, y por añadidura, afectaron a otros sectores en los cuales algunos de ellos tienen relación.
El caso la coperacha arrastra a piezas claves, de las cuales se sabían algunas de sus lamentables andanzas, pero no necesariamente el paquete completo. Demuestra la existencia de una visión utilitarista de las instituciones del gobierno central, en especial, de aquellas que arrastran más recursos, más relaciones con diversidad de actores —Ministerios de Comunicaciones y Energía, por ejemplo—, con otras que tienen funciones estratégicas y cuyas operaciones, en muchas ocasiones, han estado fuera del lente de los mínimos controles existentes, como Gobernación y Defensa. Confirma además, que OPM confió como sus principales alfiles a una mezcla de incondicionales desde la creación del PP y otros sobre quienes se tenía ascendencia en su calidad de militares subordinados. El plan fue funcional y altamente eficaz; la dinámica de extracción se hizo cumpliendo los escenarios más optimistas. Eso dio como resultado que se premiara el cumplimiento de las metas.
Tanto fue el festín, que la idea era continuar con el agasajo. Inicialmente, Sinibaldi era el ungido. Incluso si perdiera las elecciones, el responsable del proyecto usurpador de largo aliento era M. Baldizón. Entonces había plan A y B. Cuando en abril de 2015 se les movió el piso y se comenzó a edificar un escenario no proclive a los objetivos iniciales, se les ocurrió la idea de un personaje alterno, J. Morales, el plan C. Se cambiarían las formas, pero el fondo seguiría siendo el mismo. No en vano las estructuras patriotas y de LIDER se las jugaron por el candidato del FCN en todos los distritos electorales, especialmente los más relevantes; los resultados electorales lo confirman. El propósito se consiguió. Lo que estaba en el formato era la cacería del MP-CICIG que ha significado no solo poner contra las cuerdas a los actores, modalidades y montos producto del asalto del PP; sino, además, poner en dedo sobre la diversidad de implicados.
El asunto se ha salido de control de las élites. El pacto político-estratégico establecido entre la oligarquía, los partidos y el ejército en la década de los ochenta que llevó a la llamada transición democrática, el diseño de la actual Constitución Política y la vigente Ley Electoral hace agua por todos lados. A diferencia de otros momentos de crisis, donde sus propios componentes se la juegan para estabilizar el sistema y evitar que el agua llegue al río, ahora los golpes han sido contundentes, de amplio espectro y donde los relacionados pertenecen orgánicamente a los pilares del pacto. El acuerdo inicial que se sintetiza en estabilidad nacional, control político y económico, refuncionalizar las instituciones, ambiente macroeconómico y manejo de la oposición, ahora está contra las cuerdas. Tal parece que ha llegado el momento que el sistema, otrora fuerte y consistente, ahora sucumbe por el peso de sus propios errores. El responsable de darle nuevo aliento al pacto, OPM, terminó siendo el gran error. Las cabezas del pacto lo dejaron maniobrar en una cancha amplia, confiaron en extremo en él, confiaron en sus capacidades. Lo mismo ocurrió con el conjunto de operadores más cercanos. Al principio, la jugada salió a pedir de boca. Rápidamente la ecuación fue modificada y comenzaron a aflorar las distorsiones respecto a los resultados esperados. Lo demás es conocido.
En el actual escenario de profunda incertidumbre y donde los miedos son el denominador común, contra lo impensable, la mesa se está limpiando. Queda por verse si tendremos las capacidades de aprovechar el momento para evitar que se vuelva a colocar sobre el tapete el mismo armado de platos, cubiertos, copas y vasos que han mostrado su incapacidad para satisfacer las demandas de los comensales.
En el actual escenario de profunda incertidumbre y donde los miedos son el denominador común, contra lo impensable, la mesa se está limpiando.