Tras la sorpresa, el desconcierto. La oposición rusa, tomada de improviso, no sabe cómo reaccionar a la inesperada remodelación del sistema político ruso que impuso Vladimir Putin.
El presidente ruso propuso el 15 de enero una reforma de la Constitución, que provocó la inmediata dimisión del poco popular primer ministro, Dimitri Medvedev, y de su gobierno. Cinco días después, ya había sometido sus enmiendas al Parlamento.
En este contexto, los opositores, unánimemente hostiles a la reforma, no saben qué camino tomar ante esta operación relámpago, que no saben cómo interpretar.
«Nadie entiende lo que pasa. Nada está claro. Para nada», apunta en su blog el principal opositor al Kremlin, Alexéi Navalni. «La vida aclarará nuestras estrategias en un futuro próximo», dice.
Lo único de lo que está seguro: «Putin quiere ser el dirigente vitalicio del país».
El empresario y opositor en el exilio Mijaíl Jodorkovski denuncia por su parte unas medidas que permitirán «la preservación para siempre de un sistema que garantiza la inamovilidad de la banda de Putin».
-«Tanta prisa»
Pero las enmiendas a la Constitución no dicen cómo Putin piensa mantener esta influencia después de 2024, cuando se verá obligado, por el límite de mandatos, a dejar el Kremlin. Esta confusión deja a los observadores y opositores en un mar de hipótesis.
Estas reformas proponen transferir varias prerrogativas al Parlamento, como la elección del primer ministro, pero al mismo tiempo refuerzan el poder de nombramiento del presidente.
También incrementan el papel de un órgano consultativo, dejando entrever que este Consejo de Estado podría convertirse en el corazón del régimen después de 2024.
«Es quizás la primera vez que no entiendo la lógica interna de Putin», admite el exdiputado de la oposición Guennadi Gudkov. «No entiendo simplemente por qué tiene tanta prisa», dice.
Algunas formaciones de la oposición, como el partido liberal Yábloko, dicen querer responder con propuestas alternativas a la reforma de la Constitución, adoptada bajo el primer presidente, Boris Yeltsin, en 1993.
Pero los diputados de la Duma –dominada por los partidos progobierno– ya comenzaron a examinar las enmiendas y seguramente las aprobarán muy rápido. Y luego serán sometidas a los rusos, quizás en primavera.
Según varios detractores, el Kremlin va tan rápido para no dar tiempo a la oposición a movilizarse, después de que consiguiera organizar las manifestaciones masivas antes de las elecciones locales en Moscú.
Manifestarse seis semanas después
En 20 años en el poder, Vladimir Putin ya logró amordazar a los medios de comunicación y excluir a la oposición del juego político.
Los últimos movimientos importantes de protesta, en 2012 y 2019, terminaron con una fuerte represión policial. Varios militantes fueron condenados a duras penas de cárcel.
Según el opositor Ilia Yashin, los detractores del Kremlin prevén una manifestación masiva contra estas medidas de Putin para el 29 de febrero, seis semanas después de anunciarlas.
Entretanto, los críticos del sistema denuncian la precipitación del Kremlin y consideran peligroso modificar la ley fundamental con tantas prisas.
Teniendo en cuenta además que el grupo de 75 personas formado por el jefe de Estado para avanzar en la reforma constitucional se quedó sin trabajo después de que se anunciasen el lunes las enmiendas.
«Todo lo que pasa es una humillación de la Constitución y de la sociedad», afirma Lev Chlosberg, un diputado del partido Yábloko.