El ala radical de la extrema derecha alemana quiere tomar el control del partido

El partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) elige este sábado a sus nuevos líderes, con un ala radical cada vez más influyente que busca estrechar el control sobre el grupo después de una serie de victorias electorales.

El partido se caracteriza por una ideología contraria a los refugiados, a los inmigrantes y al islam, y por un rechazo virulento de la canciller Angela Merkel y de las élites. También por su escepticismo con relación al cambio climático.

Ángela Merkel, canciller federal de Alemania.

El resultado de la votación, que se decide en un congreso de dos días en Brunswick, servirá de termómetro sobre el futuro del partido, tentado cada vez más por la radicalización. 

Coincidiendo con el congreso de 600 delegados, un colectivo de asociaciones de izquierda y sindicatos ha convocado manifestaciones a las que espera que asistan 12 mil personas. 

El viernes por la noche, unas mil personas, todas vestidas de negro, desfilaron por el centro de la ciudad para protestar contra el congreso de la AfD, en respuesta a una convocatoria de un grupo antifascista, constató la AFP.

Oficialmente el patriarca Alexander Gauland, de 78 años, quien también es codirigente del grupo parlamentario, no tiene la intención de volver a presentarse. Pero no lo descarta y lo supedita a la evolución de los acontecimientos en este «partido anárquico», según sus propias palabras, y acostumbrado a los golpes palaciegos. 

Según la prensa, durante una reunión de crisis a principios de esta semana, las principales figuras de la AfD se pusieron de acuerdo sobre el nombre de un sucesor: Tino Chrupalla, un pintor de obra de 44 años y diputado de una circunscripción de Sajonia donde la extrema derecha logra sus mejores resultados. 

Desconocido para el público en general, este exmilitante del movimiento juvenil de la CDU de la canciller Angela Merkel, cuenta con el beneplácito de los «moderados» y de la franja más radical, «el Ala», encabezada por el jefe de filas de la AfD en Turingia, Björn Höcke.

El Ala

El apoyo de «El Ala» («Der Flügel») es indispensable desde los éxitos electorales que obtuvo en tres regiones de la antigua RDA.

En Brandeburgo, Sajonia y Turingia, la AfD ganó más del 20% de los votos y se convirtió en la segunda fuerza política. 

«El Ala» quiere imponer una radicalización, poniendo en entredicho la cultura del arrepentimiento por los crímenes nazis, base de la identidad alemana de la posguerra. Está en pleno auge en la antigua RDA comunista, donde el pasado y los vínculos de algunos candidatos con el movimiento neonazi no han espantado a los votantes.

Tino Chrupalla, con quien Steve Bannon, el exestratega de Donald Trump, se reunió en mayo en Berlín, repitió que aunque él no pertenece a «El Ala», esta corriente es «parte integrante» de la AFD. 

Originario de Görlitz, en la frontera polaca, tiene la ventaja de ser de la antigua RDA en un momento en que las federaciones del este reclaman uno de los dos puestos de dirigente.

El otro puesto lo quiere el copresidente saliente, el eurodiputado Jörg Meuthen. Este economista de 58 años del próspero Baden-Wurtemberg encarna una corriente «moderada», representada principalmente en el oeste pero cada vez más marginada.

El colíder del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania, Jorg Meuthen.

Antimigrantes

Otros aspirantes podrían aguarles la fiesta, especialmente el diputado berlinés Gottfried Curio, un físico de 59 años conocido por sus diatribas antimigrantes y muy popular entre los activistas. 

También podría irrumpir Wolfgang Gedeon, quien sin embargo es objeto de un procedimiento de exclusión por haber hecho comentarios antisemitas. 

La AfD, tercera fuerza política en el Bundestag, detrás de la CDU y el SPD, con unos 90 diputados, está estancada sin embargo a nivel nacional con entre el 13 y el 15% de las intenciones de voto. 

Comenzó siendo un partido antieuro, pero con el tiempo se convirtió en una formación antimigrantes y anti-Merkel, rechazando de plano la política de la canciller de abrir las fronteras en 2015 y 2016, cuando el país acogió a un millón de solicitantes de asilo. 

Su ascenso coincide con el declive político de Angela Merkel después de 14 años en el poder.