EDITORIAL: Por eso estamos como estamos

El pronóstico sobre los efectos del cambio climático que hace la NASA es contundente: Los efectos del calentamiento global causado por el hombre están ocurriendo ahora, son irreversibles en la escala de tiempo de las personas vivas hoy y empeorarán en las próximas décadas.

Estamos viviendo olas de calor más intenso –en Guatemala lo hemos comprobado–, luego las lluvias son tan fuertes que terminan siendo destructivas –Brasil es ejemplo–, se derriten los glaciares, se queman los bosques y se extinguen las especies. Todo eso está ocurriendo a lo largo y ancho del planeta y todavía hay voces que el calentamiento global es una exageración.

El calor ha alcanzado sus niveles históricos más altos, pero todos los demás fenómenos provocados por el cambio climático están golpeando a una humanidad que se niega a reconocer la magnitud del peligro que vivimos y, peor aún, se hereda a las futuras generaciones.

No cabe duda de que el problema del cambio climático es el principal desafío que enfrentamos como humanidad. Es tan grave, que ya no basta con las advertencias que provienen de organismos como Naciones Unidas o la propia NASA, como tampoco es suficiente que algunos países más responsables adopten políticas correctas en materia ambiental.

Es indispensable que haya decisiones y políticas globales, algo que parece difícil de lograr –si no imposible–, pero al menos debemos apuntar a la presión social para que ocurra.


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Países como Guatemala sufrimos por los efectos del calentamiento global y el daño se magnifica por las condiciones de rezago social que tenemos –pobreza, desnutrición, poca infraestructura, etcétera–. A eso hay que añadir que, como sucede en la mayoría de países, las autoridades hacen poco y la sociedad en su conjunto igual.

Si bien es cierto que este debe ser un tema que nos ocupe a todos –autoridades y personas en lo individual y colectivo–, no parece hasta ahora que exista conciencia de la realidad en ambos niveles: las autoridades no actúan y la sociedad no modifica su forma de consumo, ni exige cambios.

El ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) debiera ser uno de los más activos e importantes de la administración del presidente Bernardo Arévalo. Hasta la fecha no hay quejas de su actuar, pero tampoco se puede decir que es pieza determinante, como debiera.

Luego están las municipalidades, las que lejos de impulsar políticas de protección ambiental, terminan siendo parte del problema, al contaminar ríos y lagos, así como permitir la deforestación. Se sigue dando prioridad al desarrollo, mientras se trata mal la basura, se tolera la contaminación, se conceden licencias de construcción sin los adecuados estudios de impacto ecológico, y las entidades llamadas a proteger bosques y áreas verdes autorizan su destrucción como que si se tratara de un juego de mesa.

Los cientos de incendios forestales y el fuego en el basurero de Villa Nueva –con la contaminación que provocan–, así como la ola de calor que sufrimos, debieran ser suficiente para dar una alerta y provocar un cambio de actitud para ser menos tole- rantes ante la indiferencia de quienes mantienen el ritmo de estilo de vida destructivo impuesto por los malos conceptos de lo que es desarrollo.

Si combatir la corrupción es prioridad en el Gobierno, el tema de protección ambiental debiera figurar también entre sus principales preocupaciones…