Entendiendo el diálogo como un mecanismo para encontrar soluciones o unificar criterios para resolver un problema, se debe llegar a la conclusión de que es un ejercicio útil y necesario para el fortalecimiento del sistema democrático, en donde las opiniones de minorías y mayorías deben ser tomadas en cuenta.
El diálogo es, en esencia, un camino para allanar diferencias o dificultades entre personas, grupos sociales e incluso naciones. Es una vía civilizada para la búsqueda de soluciones o para el enriquecimiento de iniciativas, como es el caso de las reformas constitucionales que se pretenden aprobar en el país para mejorar el sistema de justicia.
El caso es que se convocó a un Diálogo Nacional, cuya primera etapa ha terminado positivamente, pero aún es pronto para hablar de consensos o grandes acuerdos nacionales, porque falta agotar las demás etapas impuestas, y la expectativa de muchos se centra ahora en ver los cambios que se introduzcan —o no— a la propuesta original, sobre la que versaron las discusiones.
La iniciativa de reformar la Constitución surge de dos personajes que libran en estos momentos la batalla contra la impunidad. Se trata de la fiscal General, Thelma Aldana, y el comisionado de CICIG, Iván Velázquez, quienes entregaron la estafeta a los presidentes de los tres organismos del Estado —Ejecutivo, Legislativo y Judicial—, para que fueran ellos quienes se pusieran al frente de la iniciativa e impulsaran la discusión con la sociedad guatemalteca, partiendo de las ideas sugeridas.
En principio, hay que reconocer que se puede hablar de un balance general más bien favorable, principalmente porque parece existir suficiente conciencia sobre la necesidad de que, para mantener los cambios que se están produciendo en el orden político, exista un sistema de justicia que funcione eficientemente y sirva de equilibrio frente a los organismos más políticos del Estado.
Volviendo al tema de someter a diálogo la iniciativa, tiene ventajas y genera transparencia, pero hay problemas a la vista que se deben anticipar para que no se vaya a entorpecer el proceso.
El primero es que la mecánica que se utilice facilite que los opositores a una reforma de esta naturaleza, tengan el tiempo y encuentren la manera de entorpecer la iniciativa, porque entonces el camino a seguir estará lleno de espinas y escollos. En ese sentido, el tiempo juega un papel importante.
Los famosos diálogos nacionales no son nada nuevo en el país, como tampoco lo son las mesas de diálogo o de negociación para solucionar los problemas que genera la llamada conflictividad social. Al contrario, casi todos los gobiernos, incluso algunos en la época militar, los utilizaron en medio de crisis, sin que nunca se llegara a acuerdos importantes o trascendentes. El problema es que de todos, casi ninguno ha terminado en éxito.
Dialogar siempre enriquece, pero en este caso en particular no se trata únicamente de que la sociedad en su conjunto se enriquezca y conozca sobre el trascendental tema de la justicia; sino, más bien, llevar la iniciativa con más fuerza y respaldo social ante el Congreso de la República, plagado y controlado aún por una clase política, que empieza a sentir que está perdiendo su marco histórico de impunidad.
Hay fuerzas oscuras que desean impedir estas reformas. Hay otros que ideológicamente las rechazan, y muchos, que por ignorancia o falta de interés, ni siquiera están enterados de que el proceso de reformar la Constitución se ha puesto en marcha por la vía del diálogo nacional.
El camino está lleno de peligros. Se requerirá del mejor liderazgo de todos los involucrados, de mucha transparencia y; sobre todo, de presentar una idea integral que muestre —de manera sencilla— los efectos que en la práctica tendrán los cambios al sistema de justicia.
Al Congreso de la República se le debe exigir que apruebe las reformas sin introducir cambios casuísticos o particulares, porque de lo contrario la confusión será enorme y el esfuerzo realizado se puede perder en las urnas. El camino por recorrer es aún largo y peligroso, pero a la luz de lo que estamos viendo, es también esperanzador.
Casa de citas
(1875-1939)
Poeta y prosista español
Para dialogar, preguntad primero; después…, escuchad.
El famoso poeta describe de manera sencilla la importancia que tiene el escuchar cuando se produce un diálogo. También hay que expresarse correctamente, por supuesto.
(1883-1970)
Escritor estadounidense
Recuerda que cada discusión tiene al menos tres puntos de vista: el tuyo, el del otro y los de los demás.
Esta frase muestra la razón por la cual no es fácil encontrar consensos en los diálogos. En la medida en que más se abre, más se complica por la diversidad.
(1809-1849)
Escritor estadounidense
En un caso de cien, un asunto se discute porque es oscuro, en los noventa y nueve restante es oscuro porque se discute excesivamente.
Un pensamiento que sirve de alerta para cualquier diálogo. Su mecánica es factor clave.