Después del trueno… ¡Jesús te ampare!

José Alfredo Calderón E.

Si se ve el cielo gris, nubes cargadas que evidencian lluvia, pequeños relámpagos silenciosos, hay temporada de huracanes…. debería ser lógico pensar en la tormenta que se viene y los truenos que retumbarán… Pero el chapín es así, siempre esperando resultados diferentes haciendo lo mismo.

Desde el año pasado, me di a la tarea de impartir conferencias gratuitas sobre el tema político-electoral, en distintos espacios con auditorios diversos en edad, sexo, ideología[1], cultura, condición socio-económica, nivel educativo e instruccional. El propósito fundamental era compartir conocimiento, pero, sobre todo, provocar a la escasa masa ciudadana, para que se ejercitara en el pensamiento crítico.  La mayoría, ya se sabe, no puede tener acceso a estos recursos andragógicos, pues su vida se circunscribe a la subsistencia, la indiferencia y/o el autoengaño.

Comenté hasta la saciedad los factores a tomar en cuenta para el proceso electoral que se avecinaba, por lo menos, los más importantes:

  • Guatemala vivió una larga dictadura militar de 1954 a 1985.  Tiempo durante el cual, se diseñaron la penúltima y la vigente Constitución Política de la República y las correspondientes normativas electorales. Ambos procesos se dieron durante gobiernos de facto en 1965 y en 1985, con todo lo que esto implica.
  • En 1984 se instaló una Asamblea Nacional Constituyente monitoreada por el régimen militar. Además de la Carta Magna, su principal producto fue crear en el imaginario social guatemalteco, la idea de que ya teníamos democracia, cuando en realidad, tan solo era una apertura democrática, concepto muy diferente.
  • Guatemala carece de un verdadero sistema de partidos políticos, pues lo que hay, es una plataforma clientelar y patrimonialista, plagada de ofertas electoreras. Al fin de cuentas, “La Casa nunca pierde” y los resultados siempre van en dirección de la protección del statu quo.
  • El sistema político lo diseñan las élites y lo administran sus empleados no declarados, es decir, la mal llamada “clase política” y los técnicos de dicho sistema. La idea es mantener dos ejes fundamentales: Vivimos en democracia y el aumento de la oferta electoral es sinónimo de más democracia.  En consecuencia, participar es una obligación moral y no hacerlo, deviene en un acto apátrida contra la Nación.
  • Las encuestas electorales no son los instrumentos que manipulan, pues para eso están los aparatos ideológicos del Estado, que se encargan de fabricar imaginarios dominantes entre la población, y la efectividad de los mismos, se refleja en dichas encuestas.
  • Como todo sistema político, su principal objetivo es su sostenibilidad.  Para el efecto, las élites diseñan e implementan una serie de variables que le permiten blindarse ANTES del “día D”, para prevenir penosos resultados y tener que recurrir a las prácticas primitivas de fraude como en los tiempos de la dictadura militar de 1954 a 1985. 
  • A la pregunta ¿Qué pasará en estas elecciones?, la respuesta era clara, contundente y directa: Pasará lo que las élites quieran y los Estados Unidos permitan. Eso sí, también expliqué como las élites se han venido erosionando y dividiendo, por lo que ahora, tenemos básicamente 3 grupos elitarios: El oligárquico, proveniente de la Reforma Liberal de 1871, con mucho capital y, sobre todo, “pedigree”.  El burgués o transnacional (proveniente de la Revolución de Octubre en adelante, con mucho capital, pero sin “pedigree”; y finalmente, el capital emergente, formado a partir de los años ochenta con una formación variopinta. El G-8, Dionisio y Mario López Estrada, serían los liderazgos visibles de estos tres capitales que, además, tenían que convivir con los agentes del crimen organizado, el cual ha transversalizado la práctica política en el país.

Lo anterior, es la lectura histórico estructural del sistema. Pero el proceso electoral 2019 traía sus propias especificidades, lo cual lo hacía (y lo hizo), un evento totalmente atípico.  Pero atípico no significa con resultados diferentes, pues la base estructural seguía siendo la misma.  En lo supra-estructural, advertí tres cosas fundamentales:

  • La “nueva mala” inventada por el sistema, ya no era Sandra Torres sino Thelma Aldana, a quien finalmente hicieron a un lado. Se advirtió, además, que el sistema pondría todo el empeño en logar un top 5 conservador y de derecha. Al final, solo se coló Thelma Cabrera, fenómeno que, por cierto, merece estudio aparte.
  • Las Reformas de 2016 resultaron beneficiando a la política tradicional y advertí, además, que nadie gana una elección, si no tiene al menos el 70% o más de conocimiento público.  Dado el escenario, se anticipó que muy posiblemente, Sandra Torres y Alejandro Giammattei serían los finalistas.
  • A pesar del hastío de la población en cuanto a partidos políticos y candidatos, la elección volvería a ser mayoritaria, aunque sin llegar a los números de 2011 y 2015, que siguen siendo los más altos.

La resaca electoral nos trajo el tan socorrido ¡Jesús te ampare! después del trueno. A pesar de la obviedad de lo que se anticipó, la gente empezó a mostrarse sorprendida, lo cual fue bien aprovechado por los mismos de siempre y surgieron alegatos de fraude que provinieron –fundamentalmente–, de la Alianza Criminal, a la que no le salieron las cuentas para obtener una mayoría absoluta en el Congreso (mucho menos una calificada de 2/3). 

El sistema lo hizo de nuevo, y si bien no se pudo blindar con el top 5, lo hizo con el primero, segundo y tercer lugar. Ahora, la disyuntiva es votar entre el SIDA o el cáncer, con el inri de que abstenerse o votar nulo, sería una traición a la democracia y a la Nación. ¡Yo no me prestaré al juego!

P.D. Para evitar lecturas defectuosas de la realidad y estados de inconciencia, es indispensable que practique el sano, aunque minoritario hábito de la lectura.  Este jueves 11 de julio se inaugura FILGUA. Visite, compre, lea y comparta, verá como la vida le mejora.

Historiador y observador social


[1] Espero que usted, amable lector, sea de las personas que superó esa cuestión de que las ideologías ya no existen y se haya enterado que, hasta el propio Fukuyama tuvo que retractarse, después de su “best seller” El Fin de la Historia.