Ing. Pedro Cruz
De modo muy particular vemos cómo en los últimos días los ciudadanos guatemaltecos hemos estado manifestando en distintos ambientes, espacios y medios, sobre lo que nos gusta y qué no nos gusta del sistema político actual. Es de aplaudir cómo esta primavera democrática que estamos viviendo en el país se ha caracterizado por el surgimiento de propuestas que acompañan el clamor popular. Asimismo, se debe reconocer cómo cada uno, desde su espacio, promueve la participación a su manera.
El común denominador de las demandas ciudadanas ha sido que los funcionarios públicos sean honestos, capaces, trabajadores, y leales al compromiso asumido con la ciudadanía. Al final del día, eso es lo que nos interesa, lo que hará la diferencia y logrará poco a poco convertir a Guatemala en el país que todos queremos.
Reconozco y valoro lo que cada uno puede aportar a la democracia y a nuestro país; pero la honestidad, la capacidad y el compromiso, no son valores propios de solo una parte de la sociedad, ya que estos dependen absolutamente de las decisiones personales.
Así como hay mujeres que han brindado aportes grandiosos, también existen hombres excepcionales. Hay indígenas que han dado la vida por un ideal, así como también ladinos que se han jugado el todo por el todo. Y así podríamos seguir dando ejemplos de miembros de los diferentes grupos que, con su ejemplo y su vida, han aportado mucho a Guatemala.
Por esta razón y de forma constitucional, la libertad de elegir y ser electo debe ser la base fundamental en cualquier proceso democrático. Nuestra Constitución afirma en el artículo 113 que Los guatemaltecos tienen derecho a optar a empleos o cargos públicos y, para su otorgamiento, no se atenderá más que a razones fundadas en méritos de capacidad, idoneidad y honradez.
Sin embargo, hemos visto cómo muchos grupos que responden a intereses específicos han buscado incidir en las agendas sobre libertades individuales. Desde sus inicios, esto se conoció como discriminación positiva, la cual impulsaba la necesidad de otorgar cuotas a ciertos grupos de la población que, por una u otra razón, han tenido menos oportunidades de participar en la política y convertirse en funcionarios al servicio del pueblo. Sin embargo, dadas las razones expuestas con anterioridad, puedo afirmar que las cuotas no solo son un espejismo de la democracia, sino que vedan el derecho básico que todo ciudadano tiene de elegir y ser electo, no importando su edad, origen, sexo u origen étnico. Ningún derecho específico es superior a un derecho universal.
Lo que verdaderamente considero crucial es que los partidos políticos, más que otorgar cuotas, velen por que sus candidatos posean una trayectoria intachable, tanto personal como profesional. También es esencial que los grupos que hasta hoy exigen espacios de participación, den visibilidad a los líderes que cumplen con esa capacidad, idoneidad y honradez, para que la ciudadanía los conozca, los partidos políticos les abran espacio, dado su reconocido liderazgo e influencia y puedan así, participar en la vida política y brindar su valiosa perspectiva y aporte.
Luego, será deber de los ciudadanos elegir a quienes consideren más idóneos para gobernarlos. Es eso justamente lo que estamos aprendiendo a hacer en esta primavera democrática: a evaluar si tenemos los gobernantes que nos merecemos. Es nuestra responsabilidad cívica olvidarnos del ritmo pegajoso de la cancioncita y empezar a buscar información de los candidatos, para así juzgar su capacidad, idoneidad y honradez.
Luego de largas reflexiones y participación en varios debates en los que este tema se ha abordado, he llegado a la conclusión que estar a favor de que cualquier ciudadano pueda elegir y ser electo, sin importar su origen étnico, condición social o sexo, no significa estar en contra de nadie, sino a favor de toda la población guatemalteca, en donde todos se merecen los mismos derechos, puest todos somos iguales ante la ley. Principalmente, a favor de que nuestra primavera democrática continúe floreciendo. A favor de que el país que todos nos merecemos sea en un corto plazo una realidad en la que todos los ciudadanos podamos tener la oportunidad de vivir, gozar y progresar de igual forma y sin discriminación.
El común denominador de las demandas ciudadanas ha sido que los funcionarios públicos sean honestos, capaces, trabajadores, y leales al compromiso asumido con la ciudadanía.