Con un déficit de establecimientos escolares y otros en pésimo estado, y sin suficiente presupuesto, se iniciará el ciclo escolar 2016, el cual coincidirá con el comienzo de una nueva administración. El momento es complejo, y si no es ahora, habrá que esperar otros cuatro años para darle certeza al futuro del país y su niñez.
Sergio Del Águila
sdelaguila@cronica.com.gt
Resolver los problemas de la educación ha sido difícil porque nunca ha habido voluntad política para poner los temas de este rubro sobre los personales y particulares, coinciden en afirmar estudiosos y aun las propias autoridades.
Se tiene previsto que el 11 de enero se inaugure el ciclo escolar y que las clases en los establecimientos públicos se inicien el 15 de enero, según el Ministerio de Educación (Mineduc), mientras que los colegios privados comenzarán entre el 15 y el 18 de enero, de acuerdo con la Cámara Guatemalteca de Educación.
En nuestro país no hay que olvidar que, a pesar de diversas recomendaciones de organismos internacionales y los Acuerdos de Paz, se necesita invertir al menos el 7 por ciento del Producto Interno Bruto; sin embargo, la cifra de los últimos año solo llega a 3.2 por ciento. Para el año que empieza y según las cifras oficiales proporcionadas, pese a que el total de escuela disponibles es de 35 mil 495 para 1.5 millones de escolares, el sistema educativo mantendrá un déficit de 10 mil 200 establecimientos. De estas cifras, mil 336 se necesitan en preprimaria; 460, en primaria; 5 mil 613, en básicos, y 2 mil 791, en diversificado.
Además de la falta de establecimientos, muchas escuelas continúan en mal estado porque durante el gobierno del Partido Patriota no se invirtió en infraestructura y los problemas se vieron agravados con el terremoto del 7 de noviembre de 2012, que dejó 306 establecimientos dañados, de los cuales, al 2015, solo una tercera parte habían sido remozados. Por si fuera poco, debido a la falta de recursos en el Ministerio de Finanzas, a más de 15 mil escuelas en todo el país les cortaron el suministro de energía eléctrica, lo cual dificulta el comienzo del ciclo escolar.
Para el ministro de Educación del gobierno de transición, Alfonso Ramírez, la educación en Guatemala deja mucho que desear. Esto no es de ahora, viene de un lastre de tiempos pasados y no es un simple prurito de señalar ni criticar a nadie. El Mineduc es el más grande de Centroamérica, cuenta con 160 mil maestros y más de 4 millones de escolares, y respecto del presupuesto, siempre se vuelve a lo mismo, no alcanza.
Indispensable reingeniería
Para el ministro Ramírez, lo que se necesita es una reingeniería y una reestructura total en todos los ámbitos de la dependencia, pero fundamentalmente donde tenemos que enfocar nuestra visión y empeño es precisamente en el nivel preprimaria.
Advierte que si no se atiende el nivel preprimario estaremos cada cinco o 10 años profundizando y enfocando que no avanzamos absolutamente nada. Desafortunadamente tenemos precariedad de docentes, hacen falta 25 mil maestros, las escuelas están carentes de maestros; por cada docente que se jubila, la plaza la congela el Gobierno.
A su juicio esto es serio, y como funcionario es desgastante, peor si no se tienen los recursos. No hay convocatorias desde el 2013, no hay maestros nuevos.
Pensando en cómo arreglar el problema, el ministro plantea que al magisterio hay que impartirle de nuevo no solo conocimientos académicos, sino profundizar en la mística, en la entrega y en lo que está haciendo en su escuela, que es preparar a los niños para nuestro futuro, para que después ellos sean buenos padres y buenos ciudadanos, y así prodigarle a Guatemala un mejor país.
Las autoridades que vengan tienen que tomar en serio la educación. Esto no es ningún juguete, agrega el funcionario al precisar que el Mineduc tiene tanta fuente para vitalizarse, pero si no hay entrega y mística ni los fondos necesarios, siempre se va a quedar en lo mismo.
Deserción, problema que se acumula
A los problemas propios del Mineduc se debe sumar el hecho de que muchos de los niños que asisten a las aulas están mal alimentados.
Al respecto, la Secretaría de Seguridad Alimentaria señala que el 50 por ciento de los infantes del país están desnutridos.
Y entonces el ministro se pregunta a qué va un niño desnutrido a la escuela, a dormirse, y agrega que el maestro qué puede hacer ante 40 o 50 alumnos que asisten a clases en estas condiciones.
Ramírez cuestiona a los que piensan que el trabajo en el magisterio es cómodo. No se imaginan lo que es estar una hora en escuelas sin agua, sin ventilación, energía eléctrica, sin maestros completos: es una desolación.
Otro problema por enfrentar es que hay muchos maestros que ya deben jubilarse, porque dar clases 25 años se convierte en una deficiencia. Eso es serio, pero no tenemos una renovación, hay que renovar supervisión, directores departamentales y toda la estructura del sistema, y puede venir un nuevo gobierno, pero si no lo hace se va a seguir en lo mismo.
Las escuelas están dañadas, sobre todo las antiguas, como las tipo federación, que fundó Juan José Arévalo. Estos centros educativos deberían ser la luz que nos iluminara; sin embargo, el funcionario invita a que vayan a verlos.
Recomendaciones
Para el analista y doctor en Educación Virgilio Álvarez, antes que nada se debe hacer un censo de capacidades -físicas y humanas- y de necesidades, para determinar dónde es urgente o necesario reparar o construir nuevas escuelas y aulas. Dónde urge mobiliario y dónde profesores.
En lo que se refiere a recursos humanos, es urgente el censo de docentes y su ubicación escuela por escuela. En muchos casos, los maestros están comisionados o trasladados -con todo su derecho-, por lo que es necesario actualizar la planilla.
El especialista añade que luego hay que saber a ciencia cierta dónde son necesarios más profesores o escuelas, y dónde hay de más. Esto solo se logra con un censo infantil.
Álvarez sostiene que no es por culpa de los pactos colectivos que no hay recursos. Los beneficios de los maestros son escasos, el problema es que la proporción asignada no es suficiente. Pero el Mineduc, desde la época de Mario Torres, ha pedido plata sin presentar razones. Con las informaciones ya en la mano, y debidamente comunicadas socialmente, la presión al Congreso sería mucho más clara.
Es necesario, en consecuencia, un gran pacto por la educación, en el que el presidente tiene que asumir una función central. Sumar a todas las bancadas para que asignen recursos. Si se tienen datos, es posible resolver los problemas, finaliza el analista.
Aulas en malas condiciones, insuficientes maestros y niños con problemas de desnutrición son algunos de los males que aquejan al sistema educativo público.