De nuevo en Haití

 

EDUARDO COFIÑOEduardo Cofiño K.

Para un padre no hay mas orgullo que ver triunfar a sus hijos: para algunos será cuando ellos hacen dinero, para otros, como yo, es verlos realizados haciendo lo que mas les gusta y, en el caso de mi hija Susana, es, si esto fuera posible, vivir en el cuarto de operaciones. Susana es médico, con una especialización en huesos: Traumatología, es de las que arreglan los huesos, de los que componen los esqueletos. Como hice hace un par de años, ahora les copio su carta de llegada a Haití, país a donde llegó hace un par de días a trabajar con los Médicos Sin Fronteras, organización sin fines de lucro en la que colabora para ayudar donde más se necesita. En este caso, Haití, el país más pobre de Latinoamérica.

Entonces, tal como ella me la mandara, sin mayúsculas como ella escribe, allí les va, para su deleite:

26/3/16

empiezo ilusionada esta nueva epopeya. mis dedos se deslizan, patinan sobre las teclas y el ruidito rítmico de mis pulpejos golpeando el teclado es música al compás de mis latidos. cursi, empiezo.

estaba cansada y desvelada. había dormido un par de horas, y a medias. el taxi vino a las 4h40, luego de pasear al charlie rápidamente. el viaje fue largo, larguísimo. eterno. entre la ilusión de la nueva aventura y la tristeza de saber que voy a extrañar a mi linda esposa y nuestra casita, nuestras plantas que están más bellas ahora que las cuido menos y las dejo crecer, nuestros peces que saludan contentos moviendo la cola, la ciudad que tan feliz me acogió y tanto me divierte. cansada y desvelada. nerviosa, también. dormí en todos los vuelos. lo molesto fueron las esperas y sobre todo el cambio de aeropuerto en parís. más de una hora de bus. esa conexión es fatal.

llegué al fin a port-au-prince y el calor me golpeó en la cara como una bofetada inesperada. y eso que lo esperaba. y que era de noche. luego el chofer, el carro blanco de ONG, en la radio un partido de fut narrado en créole por una chica, las calles llenas de polvo y llenas de gente. mucha gente. llegar a la casa y encontrar sólo viejos. varios viejos. cabezas canosas o calvas. las chicas y los jóvenes se fueron a la playa este fin de semana. también me estaba esperando un guapísimo gecko en mi habitación. he visto ya varios. y siempre me emociono, como una niña pequeña en una heladería.

antes que nada, a la ducha. bajo el agua fría, que no sale fría en realidad, recupero un poco la capacidad de pensar, de existir. me voy aclimatando. los agujeritos del dispersor de la ducha son 40; más de 30 están tapados. cae un chorrito que a penas logra mojarme, pero parece un milagro. la primera ducha fue así. luego, yo siendo yo, destapé los agujeritos con una grapa que extraje de mi contrato de trabajo. ahora cae una ducha que es ducha y no escupitajo. cuando vuelvan las chicas de la playa, estarán contentas, si es que se dan cuenta.

el agua es otra. no sé si tiene muchas sales o minerales, o pocas, o qué. pero es otra. es como un vino seco. deja la piel seca, el pelo como alambre. una sensación de estar acartonada.

la casa no es la misma que la vez anterior. no sé si es mejor o no. es diferente. encontré algunas cositas que me trajeron gratos recuerdos fugaces. la bici que compré cuando estuve aquí, está abandonada contra una pared. me ilusioné mucho al saber que al menos no se quedó abandonada en la otra casa. tiene ambas llantas pinchadas y la cadena seca. habrá que trabajar en ella. abrí el gabinete para sacar un vaso para beber agua y otra sorpresa, el pichelito que compré para beber agua en mi habitación. es una extraña sensación, encontrar esas cosas. porque son mías, pero no lo son. fueron mías y ahora lo serán por unos meses. y luego ya no. me hacen sentir como en casa pero no en casa. diferente que regresar a guate, porque allí está el recuerdo de la infancia, el cariño de la familia, las alegrías de los amigos. diferente que regresar a barcelona, donde está mi corazón. sólo diferente, pero familiar. eso. como ser yo misma un recuerdo fugaz de lo que fui. o lo que seré.

mi habitación está muy bien. es calurosa, pero creo que así son todas las de este país. tengo un pequeño balcón, donde, cuando no está pegando el sol, sopla un viento muy agradable.

a dormir, cansadísima. el problema es el ruido. entre los carros que pasan por la calle y los guardianes que ven tele toda la noche justo debajo de mi balcón, fue difícil dormir. además del sudor, el calor sofocante. y el cambio de horario y la emociones burbujeantes.

amanecí más temprano de lo necesario y perdida en el tiempo. creí que eran las 7 y eran las 6. me bañé (ya con ducha que parece ducha) y bajé pronto a desayunar. fruta. fruta que parece fruta y huele a fruta. fruta que sabe a fruta. un mango. grande. jugoso. sólo para mí. manjar del cielo. no. manjar de la tierra. eso.

es difícil comunicarse. al menos para mí. en la casa hay algunos francófonos, pero también otros que no lo son. y como hablamos todos el francés a nuestra manera propia, es complicado. incluso con los francófonos africanos, que hablan otro francés. y no digamos con los haitianos, que si me hablan en francés les entiendo casi menos que en créole. y rápido, hablan muy rápido y sin pausas.

llegué al hospital. se siente bien ponerse la bata, retomar el rol. vuelta de reconocimiento. saludos. sonrisas. sonríen mucho los haitianos. media mañana me bastó para darme cuenta del caos que reina en este lugar. las cosas a medio hacer. todo lento. desorganizado. tengo que mantenerme muy consciente de mí misma para evitar caer en mi propia trampa y ponerme ansiosa. no puedo resolverlo todo, pero me cuesta entenderlo y aceptarlo. mantener la calma. mantener la calma. mantener la calma y respirar. dar lo mejor que tengo sin dejar lo que puedo ser. dar lo mejor, sin quedarse sin nada.

…susa.

 

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