Ya no hay ninguna duda. Daniel Ortega se reelegirá el 6 de noviembre y llevará a la vicepresidencia a su esposa Rosario Murillo. La oposición política ha sido borrada, y el nuevo dictador de Nicaragua convierte a su núcleo familiar en uno de los grupos de negocios más importantes de esa nación centroamericana.
Redacción de Crónica
Con base en informes especializados
Nicaragua sufrió mucho para salir del somocismo, pero ha vuelto a caer en otra dictadura, el orteguismo, representado por Daniel Ortega, quien está próximo a cumplir 20 años como hombre fuerte de esta nación centroamericana, una de las más pobres del continente, solamente por arriba de Guatemala y Honduras, respectivamente.
Al mejor estilo autoritario, Ortega logró eliminar cualquier oposición política –incluso promovió y logró la expulsión del Congreso de diputados opositores–, y allanó el camino para una nueva reelección para el cargo de presidente que detenta desde 2007, ininterrumpidamente; pero que antes ya tuvo en su primera etapa como dirigente sandinista (1979-1990).
Sin embargo, con todo el poder de un dictador –controla todos los poderes del Estado–, no le ha bastado con legalizar su reelección, sino que llevará a su controversial esposa, Rosario Murillo, a la casilla de vicepresidente. A ella se le reconoce en Nicaragua como el auténtico poder tras el trono.
Pero Ortega, el mayo crítico y encarnizado rival del somocismo, aprendió una lección importante de Anastasio Somoza: El poder trae ambición y abre las puertas para los negocios.
Hoy se reconoce a Ortega no solo como el hombre con mayor poder político, sino como un auténtico magnate de un grupo empresarial familiar, porque ha involucrado a sus numerosos hijos en varios negocios. La distribución es vox populi en el país, pero no sucede mayor cosa. Su poder es abrumador, y muchos importantes grupos empresariales del país y la región gustan de hacer negocios en el país.
Aquí no existe opción para opositores. Su poder es devastador. Ha declarado Pedro Joaquín Chamorro Barrios, hijo de Violeta Chamorro, y uno de los diputados destituidos por el Supremo Consejo Electoral (SCE) –satélite del Orteguismo–. El nepotismo y la corrupción campean en el Gobierno y en el sector empresarial.
Negocios familiares
El mayor de sus siete hijos, Rafael Ortega, es el encargado de manejar la Distribuidora Nicaragüense de Petróleo, que se alimenta del crudo que llega de Venezuela y su distribución. Su hijo Laureano se puso una medalla que ahora tambalea, pues, como representante de ProNicaragua, contactó al millonario chino Wang Jin, a quien se le dio la concesión –sin licitación, por supuesto–, del famoso Gran Canal interoceánico, sobre el que ahora hay muchas dudas y gran oposición social.
Recientemente la revista El informador dio a que son controlados por el núcleo familiar Ortega, desde una cooperativa, la generación eléctrica, alimentos, construcción de obras, y hasta el banco Bancorp, que además se ha convertido en la banca familiar.
A sus hijos, Daniel, Carlos Enrique y Manuel, les ha permitido incursionar en los canales de televisión privados, y cada uno controla uno, en alianza estratégica con el magnate mexicano Ángel González. Ellos controlan también el Canal 6, que es público. El monopolio de la televisión contribuye a mantener la popularidad alta del presidente, que según encuestas no tendrá ningún problema para ganar abrumadoramente —sin contrincantes de peso—, las elecciones.
A esta misma revista nicaragüense le ha dado declaraciones la exguerrillera sandinista Dora María Téllez, y explica que la destitución de los 21 diputados opositores y la inhibición de la opositora Coalición Nacional para la Democracia, es un intento de imponer un régimen de partido único, en cuya cabeza está la dinastía familiar con poder económico y político.
Respecto del sandinismo y su influencia, dice que Ortega ha creado un modelo familiar que aniquila al Frente Sandinista, y no duda en asegurar que el Orteguismo es un parásito que liquidó al partido.
Pero no hay muchas voces disonantes en Nicaragua. Ortega, quien no habla en público, sostiene reuniones con empresarios para mantener una relación estable, y les ofrece garantías y certeza de no agresión. En esa línea, él se ha apartado del chavismo confrontativo, y se aproxima más a la filosofía de estabilidad con habilidad del ecuatoriano Rafael Correa.
¿Fortaleza o talón de Aquiles?
Al estilo orteguista, Nicaragua entregó en el año 2013 la concesión –por 50 años–, para construir el Gran Canal de Nicaragua. Su hijo Laureano realizó contacto con el magnate chino Wang Jin, cuya empresa, HKND Group, es la encargada del proyecto, que ya muestra retrasos a los planes anunciados.
Una de las causas del retraso e incertidumbre es que este multimillonario chino –959 en la lista de millonarios de Forbes–, perdió cerca del 80 por ciento de su fortuna en la bolsa china. Aunque oficialmente el proyecto continúa, hay muchas dudas en el ambiente nacional e internacional.
La revista Fortune realizó un trabajo de investigación sobre el proyecto del canal nicaragüense, y en el reportaje se entrevistó acerca del tema a Andrew Kinsey, experto en riesgo marítimo de la aseguradora alemana Allianz. En su opinión, el proyecto canalero no se impulsa con un plan de negocios viable, sino más bien por motivaciones políticas y económicas.
La suerte es que no hay oposición que pueda exponer esa debilidad que él presentó como fortaleza de su gestión administrativa.
A pesar de los beneficios para hacer negocios en Nicaragua, los grupos nacionales o internacionales –que no deben hacer oposición a Ortega–, y de una estabilidad económica significativa, los niveles de pobreza y otros índices socioeconómicos del país no han mejorado consistentemente en los últimos nueve años de su gestión.
Una voz respetada en Nicaragua y a nivel internacional es la del primer vicepresidente que estuvo con Ortega en el poder, el escritor Sergio Ramírez. Con él también conversó la revista Confidencial, a la que dijo claramente que tras la ilegalización de la oposición, Nicaragua ha entrado en una nueva fase política en la que se terminó el poco pluralismo que existía. Vamos hacia un régimen de partido único, con cada vez menos libertades y sin posibilidades de alternancia en el poder, en el cual no se contempla retroceso.
Sobre la relación del orteguismo con el sector empresarial, Ramírez considera que el régimen intentará probar que puede existir un modelo de partido único con economía de mercado, y que haya un entendimiento con las cámaras empresariales y la empresa privada, con un esquema político sin alternancia política, y que ese modelo de control total que impone se va a acoplar a una economía de mercado.
Ese es el panorama que se vislumbra para Nicaragua, una dictadura más inteligente, que la de Somoza, pero dictadura al fin y al cabo. La mayoría de análisis coinciden en que al concluir su próximo período presidencial, Ortega dejará servida la mesa para que su esposa, Rosario Murillo, sea la siguiente en la dinastía presidencial.