Cuando no se saben otra canción

Renzo Lautaro Rosal
Eso es lo que ocurre con Líder y todos los partidos políticos. Solo se saben una canción. Cuando se les saca de su metro cuadrado, salen de su balance tradicional; la crisis los ha provocado directamente. Una parte de los mismos escándalos que han salido a luz se han encimado sobre el Legislativo, principal reducto de actuación de los partidos. Diputados antejuiciados, otros en lista de espera, las plazas fantasmas salpicarán por doquier. A estas alturas del partido, partidos y sus operadores con las barbas en remojo y al mismo tiempo como los mil demonios, lamentándose en qué momento las cosas se salieron de su tradicional y férreo control y el escenario se ha movido abruptamente.
Las elecciones eran el momento para consolidar la lógica de la misma canción: el fortalecimiento del Estado saqueado. Baldizón, Torres y compañías ilimitadas, sus operadores tradicionales, candidatos a diputados y alcaldes y sus respectivos séquitos, se preparaban para ir por todo. Estado, instituciones y sus respectivos recursos, sumado a las infinitas posibilidades que da operar desde lo público, han sido suficiente juego de incentivos para hacer lo que fuese para lograr participar, engañar, ganar y otros verbos absolutistas. Alrededor, coordinadores de terreno, activistas y otros especímenes forman el corifeo que solo se saben una sola canción. Una y otra vez se toca el mismo botón y la respuesta es la misma: la melodía sigue siendo la misma. No se trata solo de necedad o prepotencia, sus condiciones edificadas durante años solo dan para ese dibujo. Las piezas no pueden descomponerse para armar algo distinto. De allí que ante el proceso político-social de largo aliento que tenemos por delante, los partidos no sepan comportarse de otra forma; cierran filas, se hacen de oídos sordos, asumen que ellos tienen la primera y la última palabra, y punto. Lo más que pueden hacer es mover su discurso e incorporar artificialmente las palabras del momento: no corrupción, transparencia, diálogo, ciudadanos, movilizaciones. En la práctica, siguen queriendo imponer sus reglas. La campaña, deslucida y sin significado alguno para los ciudadanos, quieren mostrarla como si nada pasara. Propaganda, canciones, uso ilimitado de medios, discursos vacíos y absurdos, candidatos cargados de mediocridad y descréditos en aumento. Ellos van por el carril acostumbrado, y los electores por uno distinto y en sentido contrario. Rumbos que no pretenden cruzarse por las buenas, pero quizás sí por la presión de las circunstancias.
Lo peor de todo está en el carácter autónomo de los candidatos. Lo que alguna vez fue una potencialidad, ya que los partidos no tenían mayores obligaciones con estos y viceversa, ahora puede ser su condena. Los parti-dos no representan nada y son los candidatos los que dan forma y contenido; actúan por la libre y no reciben instrucciones de casi nadie, y cuando dicen que acatan, terminan jugando para salirse con la suya. Son estos los menos dispuestos a moverse de lo tradicional. Los llamados compromisos, el único chip que poseen y las prácticas de siempre, son una triada fuerte a la cual no llegan aún los movimientos del presente. Si tan solo la crisis alcanzara con todo a los distritos electorales, especialmente los grandes, las cosas podrían cambiar diametralmente. En la medida que los electores duros no hayan sido tocados, los comportamientos de los diputados distritales no se mueven. Esto es particularmente importante en departamentos como Huehuetenango, San Marcos, El Quiché, Alta Verapaz, Quetzaltenango, por ejemplo; donde lo que está en juego es de grandes lides, existen importantes señales de poderío territorial y el costo de afectar las relaciones de poder tendrían implicaciones de fondo y, ojalá, irreversibles.
Partidos y sus círculos la tienen complicada, aunque quieran hacerse al lado. Pueden seguir resistiéndose en el Legislativo a discutir y aprobar las reformas a la Ley Electoral, pero su escenario de actuación cambiará, en alguna medida o inclusive en forma radical, a partir de enero del 2016. Están en medio de una ecuación difícil: si siguen resistiendo y cerrando filas, aunque logren pasar el huracán de las elecciones, sus condiciones de opera-tividad postelectoral cambiarán para aflojarles el terreno. Por el contrario, si abren alguna opción y quieren apa-recer como los dialogantes/oidores, igualmente se verán obligados a más concesiones.
Por el contrario, si abren alguna opción y quieren aparecer como los dialogantes/oidores, igualmente se verán obligados a más concesiones.
renzolautaro.rosal@gmail.com

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