Tras la Independencia se abre el camino hacia la anexión a México

Sin que todos lo vieran y comprendieran así, los acontecimientos que sucedieron el 15 de septiembre definieron el camino de la anexión con México. El pueblo no es un actor importante, son los criollos de la élite guatemalteca, los españoles o peninsulares y el clero, quienes enfilan a la naciente nación independiente a los lazos del emperador Agustín de Iturbide


El 15 de septiembre de 1821 se pro­clama la independencia de Guatema­la y sus provincias, pero en el mismo acto se acuerda dejar a un español, súbdito de la maltrecha —en aquel momento— Corona española, don Gabino Gaínza Fernández de Me­drano, como jefe supremo político y militar. Principian a moverse las aguas que buscan llevar a una anexión con el imperio de Iturbide.

Contrario a lo que cabría esperar, el anuncio de aquella independencia tam­poco provoca grandes explosiones de júbilo entre la población, por más que en el Acta de Independencia se consigna que es un acto producto de la voluntad general del pueblo de Guatemala. Sí hu­bo algunas demostraciones y hasta pe­tardos —cohetes— que hizo estallar doña Dolores Bedoya de Molina.

El historiador Arturo Valdés Oliva cita en su obra Caminos y luchas por la independencia, que el 15 de septiembre, y en las horas posteriores a la Indepen­dencia, un escaso público se hallaba en los corredores del Palacio. Otro historia­dor, Clemente Marroquín Rojas, es más contundente y describe así aquel momento: La asistencia popular es esca­sa, por no decir nula. La independencia no es una aspiración popular; es aspira­ción egoísta de los criollos y peninsula­res, aún del clero, todos los cuales creen que, al lograrse la separación de España, van a convertirse ellos en dirigentes, en los mandamás, en los capataces de los infelices guatemaltecos de la llanura…

El Acta de Independencia no fue fir­mada por José Cecilio del Valle, quien redactó el documento, ni por Pedro Molina y muchos más de los llamados independentistas. Quienes la firmaron eran funcionarios de las insti­tuciones españolas.

Ya para entonces, por la mente de Gaínza pasan otros pensamientos. Los acontecimientos acaecieron de la si­guiente manera:

Al día siguiente de la independencia se integra lo que podría considerarse el primer Congreso de la Guatemala independiente. Es un cuerpo que sus­tituye a la llamada Diputación Provin­cial y se llama Junta Provisional Con­sultiva. Es integrada por personas es­cogidas al azar, al gusto de quienes dirigen la escena. Son representantes de algunas provincias. Sin que haya acciones específicas, el drama de la anexión se ha puesto en marcha.

Prueba de lo anterior es que las nuevas autoridades —que no eran en realidad tan nuevas—, le envían el 16 de septiembre copias del Acta de In­dependencia al Excmo. Sr. don Agus­tín Iturbide, primer jefe de las Tropas Imperiales de México, como si se tra­tara de una autoridad a la que había que dar reportes de los actos de la naciente Nación. Hay que recordar que Gaínza había tenido contactos previos con Iturbide. Los indepen­dentistas pensaron que nombrando capitán general a Don Gabino, este daría por terminados sus sueños de adhesión al Plan de Iguala.

LEE ADEMÁS:

Mes Patrio (III): En 1821, el día del rompimiento con España (texto del Acta de Independencia)

A partir de esta fecha principian una serie de actos que, lejos de ser valientes y trascendentales, terminan formando parte de una gigantesca pantomima. En los días siguientes se inicia una serie de juramentos oficiales y públicos de res­peto a la independencia. Se hizo por medio de cabildos y hasta dentro de la propia curia. Eran juramentos que mu­chas veces hicieron funcionarios —co­mo el propio Gaínza— que antes ha­bían jurado lealtad a la corona del Rey Fernando VII.

En estos actos públicos se llega a pedir la jura al propio pueblo, en un acto en la Plaza Central, en donde el síndico munici­pal, Antonio José Solís, les dice a los ahí reunidos (según Caminos y Luchas por la Independencia de Valdés Oliva):

¿Juráis a Dios Nuestro Señor guar­dar la independencia de vuestra pa­tria? ¿Juráis derramar la última gota de vuestra sangre para sostenerla? ¿Juráis defender la religión Católica y sus ministros y las personas y propie­dades de todos los ciudadanos, sin di­ferencia de origen, ni de clase, respe­tando a las autoridades constituidas?

El historiador no lo cita, pero segura­mente la multitud respondió aquel 23 de septiembre, sí juramos.

Actos parecidos se llevaron a cabo en diferentes ciudades importantes, como Quetzaltenango, Antigua, Huehuetenan­go, Chiquimula, Patzún, San Marcos y Retalhuleu, entre otras muchas. Varios historiadores coinciden en señalar que aquellos juramentos eran auténticos y nada hace pensar que fueran recla­mados a la población con un acuer­do previo a la anexión.

El 27 de septiembre Iturbide en­tra con su ejército triunfante a la ca­pital mexicana. Hemos visto en ante­riores entregas que los ayuntamien­tos de Chiapas se declaran indepen­dientes y se someten al Plan de Iguala del naciente emperador mexi­cano. Pues pronto la influencia del famoso documento principia a darse en las provincias de Guatemala. Quetzaltenango y Totonicapán mani­fiestan su decisión de adherirse tam­bién, y las anexiones se extienden hasta Nicaragua y Costa Rica.

Cabe resaltar que la noticia de la independencia de Guatemala no fue bien recibida en todas las provincias de Centroamérica, particularmente en Nicaragua, en donde algunos ayuntamientos —León, Granada y Comayagua— redactaron sus pro­pios documentos independentistas de España, pero establecen que es una postura mientras se define el fu­turo político del Reino de Guatemala.

Chiapas se mueve rápidamente pa­ra su propia anexión ya solicitada a Iturbide, y eleva una queja sobre las acciones de Guatemala, según docu­mentos oficiales que se intercambia­ron en aquellos días, que también re­flejan la importancia que tenía el cle­ro en todas las decisiones políticas que se tomaban. En el caso de la pro­vincia que entonces se llamaba Las Chiapas, son los religiosos quienes provocan que la población se incline más hacia el lado mexicano que al de Guatemala, que era al que en realidad correspondía.

El cabildo de Chiapas le informa de la siguiente manera a Iturbide sobre la situación: Guatemala, por su pobreza, no es capaz de sostener una guerra, y es fácil que llegue a sucumbir por me­dio de la fuerza de un ejército diestro y puede entrarse por Acajutla, por el Rea­lejo, por Nicoya o por Matina.

Gaínza traiciona de nuevo

El supremo jefe del país, Gabino Gaínza, es un traidor consumado. Ju­ró lealtad al Rey de España, y luego firmó la independencia del Reino de Guatemala y aceptó seguir en su car­go político y militar —primera trai­ción—; sin embargo, estaba a punto de consumar otra. Al parecer, los pró­ceres de la independencia no se per­cataron de su permanente comunica­ción con Iturbide y de sus planes de someterse al Plan de Iguala.

Por eso mismo no intentó retener a Chiapas como parte del territorio na­cional. Reina en todo el territorio la incertidumbre sobre los aconteci­mientos. El 27 de septiembre llega el Acta de la Independencia a El Salva­dor, y de inmediato se da a conocer la decisión asumida por medio de los bandos. La reacción es positiva a la independencia y así se expresa el Al­calde Primero de aquel ayuntamiento, Casimiro García Valdeavellano. De nuevo hay un proceso de juramenta­ción, pero ya hay movimientos por debajo que quieren caminar en direc­ción al norte.

Se trata, sobre todo, de las familias adineradas, las cuáles ven con buenos ojos la posibilidad de anexarse a Méxi­co; y Gaínza, por supuesto, aprovecha esta situación. Se promueve una vota­ción de ayuntamientos para determi­nar si se siguen los pasos de Chiapas. 104 ayuntamientos se pronuncian a favor, 23 piden que lo resuelva el Con­greso, que aún no se integraba, 11 aceptan condicionadamente, 32 dejan en manos del Jefe Supremo la decisión y 67 se abstuvieron de responder. Hay denuncias acerca de que la votación fue manipulada por Mariano Gálvez, asesor de Gaínza.

Hay mucha indecisión y anarquía por esos días, situación que facilita que Cen­troamérica llegue a poder de Agustín I, como se hacía llamar Iturbide.

Fueron pocos los días que duró la independencia plena del Reino de Guatemala, ahora el imperio mexicano abarca hasta Costa Rica, pero tampo­co durará mucho tiempo antes de que empiece a desmoronarse.

Cuando esto sucede, regresa la idea de crear la Federación de Provincias de Centro América.

Momentos importantes:

Las anexiones de provincias de Guatemala a México fueron aconteciendo paulatinamente. Revisemos algunos de los acon­tecimientos:

  • Chiapas lo decide a princi­pios de septiembre de 1821.
  • Nicaragua, el 27 de sep­tiembre.
  • Varios ayuntamientos de Honduras —incluido el de Te­gucigalpa—, lo hacen el 29 de septiembre.
  • Quetzaltenango, el 13 de noviembre.
  • Gaínza firma por Guatemala el 5 de enero de 1822. Logra ser nombrado —de nuevo— para continuar en su cargo. El 25 de ese mes hace un nuevo jura­mento de fidelidad.
  • El Salvador considera ilegí­tima la anexión, pero es someti­do por las armas.
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