Las últimas dos semanas han sido muy difíciles de sobrellevar para mi amigo de toda la vida, el Doctor Rodolfo Paiz Andrade, Fito. Hace unas horas me dieron la noticia de que estaba restableciéndose. En ese instante, no lo dudé más. Tomé la decisión de compartir con los lectores de Crónica unos extractos de su libro, Servir a la Vida*, en el que Fito expone lo que para él es su credo universal.
“[…] Al comienzo de mi viaje de retorno conocí a Margareth Wheatley, y leí de su libro Leadership and the New Science, este texto ** que se convirtió en mi credo universal.
El tema central de la vida no es llegar a tener control, sino es aprender a formar parte de su dinámica conectividad. (Erich Jantsch). Yo quiero vivir de acuerdo a esa decisión.
Me propuse tomar esta decisión: todos los días, al levantarme, como cuando uno reza de niño, iba a recordar esas palabras. Las iba a pronunciar una a una, e iba a proyectar su imagen para verlas, para sentirlas. Desde un principio no sabía qué resultado producirían en mí, ni hacia dónde me llevarían. Pero una cosa sí era cierta, me ayudarían a salir de mi vieja manera de creer que uno es el arquitecto de su vida y que no necesita más que ponerse las pilas e ignorar a todo lo que le rodea como fórmula para salir adelante.
Uno busca controlar su vida y la de los demás cuando cree, equivocadamente, que todo está separado de todo y necesita convertir a todo lo que aparece en pequeños fragmentos especializados para poder manipularlos. Esa había sido mi vida y, por eso, vivía de acuerdo con las metas que había planeado.
Como voy a relatar en su debido momento, esta manera de vivir cambió rotundamente cuando superé la creencia de vivir en un mundo hecho de cosas que están separadas, y comencé a encontrar que, además de su manifestación en la realidad como objetos separados, hay algo que nos une a todos a un todo común, y esa es la fuerza de la vida que nos atraviesa a todos por igual.
En cada uno de nosotros, y en todo lo que existe, esa fuerza de la vida encuentra cómo expresarse en cientos de miles de seres, que, para sobrevivir y desarrollarse, deben ser parte de un sistema de vida mayor que son todos los ecosistemas naturales donde se ha creado todo lo que existe.
Este libro es fruto de haber tomado la decisión de cambiar mi manera de ver la realidad y de haber encontrado cómo hacer una vida viendo no hacia las cosas, sino hacia el flujo que las hace ser por momentos, cosas y, por momentos, ser posibilidades.
Ser parte de esta danza de la vida, de ese ir y venir entre lo que es y lo que quiere ser, es la decisión que debemos tomar para entrar al servicio de la vida.
La confesión de Margareth no termina ahí, y sigue así:
Quiero moverme en un universo en el que tenga tanta confianza que pueda dejar de jugar a ser Dios.
Yo había jugado, en los últimos 27 años, a ser Dios, no en el sentido divino, sino en el sentido omnipotente: había un solo creador de mi vida, yo.
Quiero dejar de estar sosteniendo las cosas para que estén juntas —sigue diciendo Margareth Wheatley.
Yo había jugado, en los últimos 27 años, a ser Atlas: para que las cosas estuvieran juntas, era preciso irlas cargando sobre mis espaldas.
Quiero experimentar tal seguridad que el concepto de “soltarme” —confiando en que las formas apropiadas emergerán— deje de asustarme.
Yo había vivido, en los últimos 27 años, bajo una ansiedad demoledora que me mantenía en un miedo constante a no lograr lo que me había propuesto, y cuando ese miedo se convertía en pánico, sentía que me asfixiaba.
Quiero dejar de preocuparme por el universo y, en su lugar, quiero convertirme en un miembro participante.
Esta parte de la confesión de Margareth Wheatley la leía, trataba de comprenderla, pero no podía. No me imaginaba cómo se puede tener una relación de participante con algo tan infinito como el universo. Me propuse, eso sí, llegar a comprenderla algún día. Afortunadamente ese día llegó y, en los capítulos que siguen, iré revelando cómo encontré que yo estaba presente en el universo, y que podía contar con sus fuerzas creadoras para darle un nuevo sentido a mi vida”.
Gracias Fito.
*Ver páginas 46 y 47.
**Ver página 33, Wheatley 1993.
El tema central de la vida no es llegar a tener control, sino aprender a formar parte de su dinámica conectividad. Ese es mi credo universal.