Buenos Aires. Aquí, cuando un pobre roba va a la cárcel, cuando un rico roba se convierte en ministro.
¿Quién iba a decirlo? ¿Quién podía imaginarse en febrero de 1988, cuando el joven diputado federal Luiz Inacio Lula Da Silva pronunció esa sentencia, todo lo que habría de pasar? Lo que está pasando.
En marzo del 2016, veintiocho años después, la entonces presidente de Brasil, Dilma Rousseff, ofreció a Lula, su mentor y líder político, un ministerio y hasta la jefatura de su gabinete para, amparado en los fueros ministeriales, evitar ser investigado judicialmente y, eventualmente, llevado a prisión.
Dilma, como se sabe, fue destituida por el Congreso en agosto pasado. Lula enfrenta actualmente procesos judiciales por varios casos de corrupción, que son grandes escándalos en Brasil y en los que, de una forma u otra, él estaría involucrado.
Ya no basta con ser ministro. Se necesita algo más: Lula ha lanzado su candidatura a la presidencia para las próximas elecciones. Es una forma de pasar de presunto reo investigado por la justicia, por corrupción, a perseguido político. Alguien a quien de antemano se le quiere privar de volver a ser presidente. Una nueva especie de golpe de estado a futuro o por adelantado. No se trata de si robó o no; se trata de un tema político. De persecución, de proscripción política. Los pobres, en tanto, van a la cárcel.
Lula se ha jugado la última carta; unos cuantos de sus amigos, colaboradores, correligionarios y mecenas están en la cárcel; los jueces siguen en lo suyo: no arrugan ni se dejan amedrentar por el griterío de la tribuna. Solo una muy mala gestión del actual gobierno en lo económico, con fuertes repercusiones sociales, podría ayudarlo en su intento, un poco. Y quizás, ni así.
También Cristina Fernández de Kirchner, en Argentina, va por la candidatura presidencial y algunos otros fueros, si cabe. Aplica la formula, pero con algunas diferencias o añadidos. Por las denuncias que se hacen a través de los medios y los casos que investiga la justicia en los que estarían involucrados los Kirchner, lo de Lula, hablando en plata (y dólares), sería muy modesto. Además, muchos de los amigos, testaferros, allegados y lo que sea de los Kirchner están libres, todavía.
Quizá sea porque los jueces son más cuidadosos, o se arrugan o les pesa el grito de la tribuna. Un colega me advirtió sobre dos diferencias: no tienen el respaldo de unas FFAA fuertes, como ocurre en Brasil, y no pueden correr el riesgo de victimizar a los implicados antes de tiempo.
El peronismo —y el kirchnerismo es una forma extrema y degenerada del peronismo— nace y se agiganta cuando son presos sus lideres. Esa es la historia, y por eso habría que ser muy cuidadoso, entonces.
Eso explica, en parte, algunas cosas que ocurren y frente a las que, sorprendentemente, no pasa nada. Hebe de Bonafini, fundadora de las Madres de Plaza de Mayo y una de las más firmes defensoras de Cristina Fernández de Kirchner (CFK), continuamente insulta a jueces y a la Corte, y en los hechos se burla de la justicia, en donde es investigada por un caso de corrupción. Se ampara, aparentemente, en su pasada lucha contra la dictadura, o en que fue recibida en el Vaticano por el papa Francisco o porque tiene 90 años. Lo cierto es que no tiene freno: mientras por un lado explica que el Papa no viene a Argentina porque no quiere que el presidente Mauricio Macri lo utilice, fustiga a la Central de Trabajadores (CGT) —mayoritariamente peronista— porque posterga un paro contra el gobierno. Y lo hace a su manera: La CGT —clama— está embarazada y va a tener un hijo que se lo hizo Macri.
En acto en la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, dijo hace unos días dirigiéndose al mandatario: Macri estás asesinando al pueblo, no te la des de buenito y ( mires a la cámara) con esa cara de pelotudo.
Para que nadie tenga dudas, Hebe lo recalcó: Macri, a vos te hablo, hijo de re mil putas.
Estamos en falta, lo sabemos, —me dijo un allegado a la Casa Rosada—, pero ella con sus 90 años quiere ser la mártir, quiere transformarse en el centro de la atención y desligarla a Cristina. También ésta —indicó— quiere ser una víctima y así evitar pasar por los juzgados a explicar sus riquezas y todas las decisiones que tomó desde el gobierno y hoy son investigadas por los jueces.
Se están burlando de la ley y se sienten por sobre la ley, pero llegara un momento en que ya nadie, salvo sus socios y fanáticos, aceptaran que no se les aplique la ley, explicó.
Y la ley se les va a aplicar, y quien tenga que ir a la cárcel irá a la cárcel, y nadie podrá protestar, ni en Buenos Aires ni en Roma, advirtió.