Claudio Paolillo es un periodista uruguayo, director del semanario Búsqueda. Llegó a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) hace poco más de una década, luego de asumir el cargo al frente de la revista más influyente de su país; pronto tuvimos una relación de trabajo y amistad, porque, siendo yo presidente de la Comisión de Libertad de Prensa, recibía los informes que él preparaba sobre Uruguay.
Su voz fuerte en cada debate que sosteníamos en las Asambleas de la SIP le creó un creciente sentimiento de autoridad y respeto. Claudio es de aquellas personas que no pasan desapercibidas. Su personalidad es la de un hombre tenaz con la capacidad necesaria para lograr todo aquello que se propone.
Hemos sido compañeros en numerosas y delicadas misiones a países como Venezuela, México, Ecuador, Argentina, Chile, Bolivia y no recuerdo si también estuvimos juntos en Nicaragua y Colombia. Siempre ha destacado con sus intervenciones puntuales, haciendo ver a mandatarios y funcionarios que respetar la libertad de expresión no es una dádiva de los gobernantes de turno en nuestros países, sino una obligación que ellos tienen.
Claudio cree firmemente en la libertad de prensa y el derecho a la información de los pueblos, así como repudia y ha batallado en contra de los abusos de los gobiernos autoritarios, la manipulación de la publicidad y el uso de las frecuencias de radio y televisión como premio o castigo por la línea editorial de cada medio.
Cuando tuve el honor de asumir la presidencia de la SIP, la organización periodística más importante del hemisferio, no tenía duda de que Claudio debía asumir la Comisión de Libertad de Prensa, cargo que aceptó inicialmente como copresidente y luego asumió en su totalidad. De eso han pasado ya cinco años, y él ha sido el referente de esas luchas que tanta falta hacen en nuestro países latinoamericanos, aunque también ahora en Estados Unidos.
Aquella voz y pluma que impactaron primero en su natal Montevideo, se transformaron luego en una opinión de peso en el seno de la SIP —a donde acuden cientos de directores y propietarios de los periódicos más importantes de América—, para ser la punta de lanza en defensa del derecho sagrado a transmitir y recibir información, indispensable para garantizar los demás derechos de las personas en cualquier sociedad.
Fiel al ideal de que donde no hay libertad de expresión no puede haber democracia, Claudio no ha tenido empacho en salir al paso a los abusos de gobernantes autoritarios, al estilo de Chávez, Maduro, Castro, Ortega o Correa, para solo citar algunos ejemplos de la región.
Nunca su lucha ha sido ideológica. Es de principios y valores. No defiende ni critica por ser de izquierda o derecha, lo hace en contra de la represión, censura, persecución o acoso a medios y periodistas. Su trabajo al frente de la Comisión de Libertad de Prensa ha trascendido más allá del hemisferio, porque se convirtió en miembro del Comité Mundial de Libertad de Prensa, en donde su voz es también escuchada y respetada.
Pero Claudio es también un gran ser humano. Aunque en los últimos años nos hemos visto poco, hemos compartido batallas interesantes, pero también momentos en los cuales la amistad y cariño que mantenemos entre un grupo de colegas es lo más importante. Las penas y sufrimientos de uno son también penas y sufrimientos de los demás.
Claudio, este periodista y defensor incansable de la libertad de prensa, este gran amigo y ser humano, ha tenido que marcar un alto en su camino —así lo explicó él mismo—. Ha tenido que hacerlo y dejar por el momento su actividad en la SIP, porque ahora debe enfrentar otra batalla, la de luchar por su vida.
Y lo está haciendo con la misma convicción y determinación con que lo hizo antes por la libertad de prensa. La noticia de un cáncer le ha llevado a cambiar de escenario en esas guerras que solo él sabe librar. Lo hace a su manera. Voy a ganar esta también, me dijo cuando hablamos por teléfono. Estoy seguro de que nos dará un gran ejemplo.
No es ningún viejo como nosotros. Él tiene 56 años, con una trayectoria ilustre en su país, en la SIP y en otros organismos mundiales de libertad de prensa. Por supuesto que sus luchas anteriores eran por una convicción intelectual, por principios y valores. Esta nueva batalla será por su vida, por seguir compartiendo con su familia, con sus amigos más cercanos.
En la batalla contra el cáncer cuenta la medicina —tradicional o alternativa—, pero más importante es la fe que la persona pueda tener. Esta tampoco le falta a Claudio, a quien desde la distancia le enviamos nuestro mensaje solidario, pero sobre todo la admiración por el ser humano que es. Tener amigos así, nos enorgullece.