Captan 150 ballenas juntas para comer, récord desde el fin de su caza

Investigadores y cineastas presentan conjuntamente vídeos y fotos de grandes grupos de hasta 150 rorcuales comunes del sur en sus zonas históricas de alimentación, récord documentado con métodos modernos.

Dado el papel clave de estas ballenas en el reciclaje de nutrientes, otras especies del ecosistema antártico, como el krill, también podrían beneficiarse de su repunte, según publican en la revista ‘Scientific Reports’.

Los rorcuales comunes son las ballenas más grandes del mundo, tras los rorcuales azules, y el ser humano ha cazado ambas especies hasta casi su extinción. Tras la prohibición de la caza comercial de ballenas en 1976, las poblaciones de estas criaturas longevas pero de lento crecimiento se están recuperando.

«Nunca había visto tantas ballenas en un solo lugar y estaba absolutamente fascinada viendo a estos grupos masivos alimentarse», asegura la profesora Bettina Meyer, bióloga del Instituto Alfred Wegener, Centro Helmholtz para la Investigación Polar y Marina (AWI) y de la Universidad de Oldenburg, así como del Instituto Helmholtz para la Biodiversidad Marina Funcional, en Alemania.

De marzo a mayo de 2018, dirigió una expedición con el rompehielos de investigación Polarstern en la región de la Península Antártica, durante la cual se observaron grupos de hasta 50 o incluso 70 rorcuales comunes (Balaenoptera physalus quoyi).

La expedición investigó, por ejemplo, los efectos del cambio climático en el krill antártico, que constituye la base de la red alimentaria de la Antártida y que llega a medir hasta seis centímetros. Este diminuto crustáceo bioluminiscente es una de las principales fuentes de alimento para peces, pingüinos, focas y ballenas.

Durante la expedición, un equipo dirigido por la primera autora del estudio, la doctora Helena Herr, de la Universidad de Hamburgo, y un equipo de cámaras de la BBC utilizaron conjuntamente el helicóptero a bordo del Polarstern para realizar vuelos de reconocimiento, contando y filmando las poblaciones de ballenas.

En 22 vuelos, el equipo recorrió un total de 3.251 kilómetros y contó 100 grupos de rorcuales, formados por una a cuatro ballenas cada uno. Además, el equipo de investigación de cetáceos vigiló en cubierta y divisó un grupo de unos 50 rorcuales comunes cerca de la isla Elefante, en el mar de Weddell, frente a la península antártica, y más tarde más de 70 en el mismo lugar.

«Corrí directamente a nuestro monitor, que utiliza métodos de medición acústica para mostrar la presencia y el tamaño de los enjambres de krill en el agua –recuerda Bettina Meyer–. Y basándonos en los datos, pudimos identificar los enjambres e incluso ver cómo los cazaban las ballenas».

Pero las ballenas no sólo se comen el krill, también se benefician de él: los excrementos de las ballenas fertilizan el océano, ya que los nutrientes que contienen -como el hierro, que es comparativamente escaso en el Antártico- son esenciales para el crecimiento del fitoplancton (microalgas) en el agua. A su vez, el fitoplancton es una fuente de alimento para el krill.

«Cuando la población de ballenas crece, los animales reciclan más nutrientes, aumentando la productividad del Océano Austral. Esto impulsa el crecimiento de las algas, que por su parte absorben el dióxido de carbono de la atmósfera mediante la fotosíntesis, reduciendo la concentración atmosférica de CO2», explica Bettina Meyer.

La recuperación de las poblaciones de rorcuales parece ser una tendencia: un año después de la expedición Polarstern, el equipo de investigación de ballenas y la BBC volvieron a la isla Elefante con un barco fletado y observaron hasta 150 animales. «Aunque todavía no sepamos el número total de rorcuales comunes en el Antártico, debido a la falta de observaciones simultáneas, esto podría ser una buena señal de que, casi 50 años después de la prohibición de la caza comercial de ballenas, la población de rorcuales comunes en el Antártico está repuntando», concluye Bettina Meyer.