Cambio generacional en carteles exacerba violencia en México

Un cambio generacional en los carteles mexicanos, con jóvenes y «audaces» capos que exhiben su poderío, exacerba la violencia en el país, como demostró el cartel de Sinaloa al paralizar a golpe de balaceras dos ciudades para que liberaran a un hijo de Joaquín «Chapo» Guzmán.

La tarde del 17 de octubre, miembros de ese cartel fuertemente armados se lanzaron a tomar las calles de Culiacán, capital de Sinaloa, tras ser alertados de que había sido capturado uno de sus jefes: Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, condenado a cadena perpetua en Estados Unidos.

Al caer la noche, se extendió una versión que sonaba inverosímil: Guzmán hijo habría sido liberado como resultado del fallido operativo. Al día siguiente, el gobierno lo confirmó. Ante el «despliegue de agresión contra la población», dijo Alfonso Durazo, ministro de Seguridad, el operativo se suspendió y «Chapito», como ahora lo llaman algunos, se fue.

«Históricamente no había habido esta respuesta tan violenta y esto no fue improvisado, era una estrategia ya preparada», dice a la AFP José Reveles, experto en narcotráfico y autor de varios libros sobre el tema. 

Elmer Mendoza, escritor de novela negra originario y residente de Culiacán y cuyas obras están plagadas de episodios del mundo del narcotráfico, se declara «realmente sorprendido» de los mecanismos de control que mostró el cartel.

«La población quedó en medio como nunca. Una población que jamás pensó que fueran tan fuertes, que estuvieran tan metidos, que fueran tan vecinos a nosotros», describe. 

En Los Mochis, feudo del cartel de Sinaloa y donde fue capturado Guzmán padre en enero de 2016 sin que se alterara en absoluto la vida de sus poco más 250 mil habitantes, también se vivieron horas de terror este 17 de octubre.

«¿Por qué no hubo esta violencia cuando atraparon al ‘Chapote’ aquí en Los Mochis? Porque el ‘Chapote’ estaba rodeado de señores maduros que pensaban las cosas y el ‘Chapito’ de puro ‘chavo’ (joven) que actúa a lo loco, uno los ve paseándose aquí», resume a la AFP una habitante de Los Mochis de 59 años que por seguridad prefiere permanecer anónima.

Violento relevo

Con el Chapo encarcelado, el cartel de Sinaloa ha sido presa de pugnas internas en las que sus vástagos van ganando terreno, pero están lejos de tener el dominio absoluto del que gozó el padre.

Su estilo de vida también es distinto. Exhiben sus lujos y fiestas en redes sociales, no dudan en pasearse en flamantes autos y comen en exclusivos restaurantes.

Mendoza compara lo ocurrido con la mafia italiana. «Hubo una evolución en el relevo y la evolución fue para peor, fueron más crueles, desaparecieron los códigos de respeto hacia la sociedad. Esto ya está pasando en Sinaloa».

Los hijos de Guzmán ya habían mostrado músculo en octubre de 2016 cuando militares capturaron a uno los suyos en Badiraguato, cuna del grupo criminal.

Cuando los soldados llevaban al detenido al cuartel, unos 60 pistoleros emboscaron al convoy y a golpe de granadas lo dejaron en llamas. Este «rescate» dejó cinco uniformados muertos y fue considerado el ataque más grave a las fuerzas federales.

«Son otros tiempos y los muchachos tienen un espíritu más audaz», dice Reveles al asegurar que cuenta con datos de que los pistoleros de los Guzmán secuestraron a entre ocho y nueve militares en una carretera y, junto con los ataques en las calles, el gobierno se vio obligado a «negociar».

Pero Reveles descarta que México se encamine hacia un narcoterrorismo y anticipa que por muy endeble que sea la estrategia de seguridad del presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador, quien alguna vez dijo que ya no perseguirán capos, seguirán en la búsqueda de Ovidio Guzmán.

«El gobierno tendrá más cuidado en preparar sus operativos. Tienen la presión de Estados Unidos, jefes de la DEA (agencia antidrogas) estuvieron septiembre en Sinaloa, piden la extradición de Ovidio», explica.

Mientras, los sinaloenses, que por décadas han aprendido ha cohabitar con los narcotraficantes, se las verán con una nueva etapa en esta tortuosa relación.

«Ha habido épocas violentas, pero en los últimos años estábamos más tranquilos», dice Mendoza. «Ahora hay miedo, crispación, coraje contra las autoridades, sentimiento de indefensión, percepción del abuso (del narcotráfico) por el terror que se vivió. Vamos a volver a abrir los ojos, a estar más atentos a lo que hace la gente».