Desde su humildad, el Leicester ha roto con todos paradigmas posibles para consagrarse en la liga más rica del planeta, asombrando al entorno del fútbol y hasta a los ajenos a este fantástico juego.
Por: Eduardo Biscayart
Para muchos representa una gesta maravillosa, plena de ribetes de fantasía dignos de Hollywood. Para otros, su triunfo sirve para cuestionar muchas cosas, como por ejemplo, cómo pudo ser posible que un equipo sin pedigrí llegara hasta lo más alto superando a presupuestos bastante más holgados. Aquellos que indagan por esa línea esbozan el término ‘mediocridad’ para justificar la conquista de los Foxes.
Como marcan ciertos cánones de la sociedad, el dinero no brinda distinción o clase, sino elementos materiales que aportan apariencia o lujo. Para construir algo único y noble hace falta talento.
Entonces, quizás el mediocre no sea el Leicester City, sino aquellos grandes como Chelsea, Manchester United, Manchester City, Arsenal o Liverpool, los cuales pese a su mayor poder económico y de convocatoria no fueron capaces de elevar su nivel – como sí lo hizo el Leicester, que venía de acabar la temporada 2014/15 de la Premier en el decimocuarto lugar, solo seis puntos por encima del descenso, maximizando así todos sus recursos.
Uno de los mejores equipos de la Premier, el Manchester City, pasó por el Bernabéu dando una pobre imagen. Es cierto que le faltaban un par de jugadores importantes, aún así quedó claro que la liga más poderosa del mundo no es la mejor. Esto no opaca la conquista del Leicester, sino que la engrandece. El talento de Ranieri y el hambre de sus muchachos lograron lo que otros con mayor potencial no fueron capaces.
Pep Guardiola, luego de no poder ganar la Champions con el Bayern Múnich, se enfrenta a la difícil tarea de embellecer el juego inglés. Sacarlo de la mediocridad, o elevarlo hasta convertirlo en arte, no parece una tarea fácil. Sin embargo a Guardiola le encantan esos desafíos. Al fin y al cabo viene de tratar de inculcarle la cultura del toque y la posesión a los alemanes, quienes simbolizan como nadie la verticalidad en el fútbol.
El capítulo final de Pep en el Bayern fue escrito en la noche del 3 de mayo. Su despliegue ante el Atlético de Simeone fue tan abrumador que por momentos resultaba incómodo ver una lucha tan despareja. Como si un combate de boxeo transcurriera con un peleador atacando y el otro tratando de esquivar golpes y moviéndose por el ring sin más argumentos, apenas buscando sobrevivir a la inevitable paliza. Sin embargo, el nocaut no llegó. Con poca belleza, pero con gran hidalguía, el Atlético hizo bueno el arte de la defensa y clasificó con el mínimo margen, planteando (una vez más) el eterno debate entre el fútbol-arte versus el fútbol-resultado.
No es mi idea meterme en esas lides – al menos no en este capítulo. Tampoco voy a validar una postura o la otra. Simplemente debemos dejar que el fútbol siga conmoviéndonos como lo hace, sin libreto, y que cada quien elija el estilo que más le gusta.
El Atlético viene de la clase media del fútbol europeo. No obstante, ha desbancado a dos grandes como el Barcelona y el Bayern. Busca ser el primer campeón de Europa inédito desde 2012, cuando el Chelsea sorprendió al Bayern en su propio estadio. Aquel Chelsea de Di Matteo no era un canto a la belleza, pero era muy difícil de vencer, como este Atlético.
Solo seis equipos han logrado ganar la Champions League/Copa de Europa por primera vez en los últimos 30 años (Steaua Bucarest, Porto, Barcelona, Olympique de Marsella, Borussia Dortmund y Chelsea). Algunos de ellos han tenido una propuesta similar a la de los colchoneros y eso no horrorizó a nadie. El Atlético, al cabo de derribar dos muros que parecían inexpugnables, tendrá que vencer a su bestia de 2014, que a la vez es el club más ganador de la célebre competencia: Real Madrid.
Ya sea corriendo de atrás o partiendo como favorito, el club blanco siempre es protagonista. Este sábado tiene la posibilidad de arrebatarle una Liga que hace seis semanas parecía imposible que el Barcelona la perdiera.
Con Messi afinado y el tridente descansado, el Barça parece haber regresado al nivel que había mostrado hasta su derrota en el clásico del 2 de abril. Sin embargo, el Granada parece más rival para los culés que el Deportivo para el Real Madrid. La contra del equipo nazarí puede ser la resaca de la salvación conseguida el domingo pasado en Sevilla.
El sábado veremos dónde queda más magia, si en la galera de Zidane o el abracadabra del tridente. El mejor se quedará con la Liga.