A las puertas del reinicio del calendario

RENZO ROSAL


Experimentamos un momento de peligroso agotamiento. A estas alturas del año, las personas, los ciudadanos experimentan diversas expresiones de cansancio que va desde lo laboral hasta de hastío frente a cualquier evento de orden político. Presenciamos el cierre de un año interesante y provocador en el Congreso, pero los pasos positivos que se dieron entre enero y abril ya pasaron y tal parece que estamos ante un proceso regresivo. Sin embargo, los dos últimos capítulos recién pasaron (primeras discusiones de la propuesta de reforma constitucional y aprobación del presupuesto 2017). De acá hasta enero. En el caso del Ejecutivo, el receso inició hace meses. La percepción generalizada es que el gobierno está en mute o cuasi-desactivado. El presidente Morales es el principal responsable de esa imagen. Su reciente viaje a Israel es prueba de ello; la constatación que vive en su propio mundo, asumiendo su papel de actor ausente que se entretiene en su agenda de entretenimiento y provocador de un nuevo capítulo de laissez faire, laissez passer, dejar hacer, dejar pasar. El recorrido puede ser mayor, pero la constante es el hartazgo por seguir viendo más de lo mismo.

Uno de los riesgos de ese distanciamiento es que, mientras tanto, ocurren eventos que causan efectos nocivos. Por ejemplo, vemos con preocupación (pero nada más) cómo en la parte final del año diversas instituciones públicas aceleran la ejecución de sus presupuestos bajo mecanismos cargados de opacidad. De pronto, dependencias que tenían pobres ejecuciones, cierran el año con casi la totalidad de sus presupuestos ejecutados. Compras a lo loco, contrataciones de bienes y servicios inútiles, pagos por cuestionables compromisos políticos no realizados previamente, hasta gastos disfrazados para realizar convivios y regalos navideños (aunque el mandatario haya prohibido del diente al labio ese tipo de gastos). Las etapas finales del año también son ocasiones para reacondicionar los equipos, prescindir las piezas que no han cumplido las pretensiones de los círculos de poder o para ubicar a personajes que no han sido beneficiados. El final del año es activo en varias dimensiones que pasan desapercibidas para una ciudadanía que utiliza las últimas semanas del calendario anual para desactivarse, tomar distancia o simplemente descansar.

Otra de las tendencias es no capitalizar este tiempo para dimensionar lo que puede suceder en el año que está a punto de comenzar. Antes los cambios de año representaban continuidad. La interrupción era momentánea, pero después las cosas seguían el mismo curso. Ahora, el asunto es distinto. El 2017 acarreará cambios que tarde o temprano impactarán la cotidianidad. Para muestras, varios botones: las posibilidad de reagrupar los grupos y las agendas de intereses nefastos están a la vuelta de la esquina, los primeros efectos del gobierno Trump tampoco esperarán mayor tiempo, los escenarios en materia de crecimiento económico tampoco son promisorios. Es posible que en enero próximo se repitan las manifestaciones extorsivas de los sindicatos de la educación y la salud demandando la continuidad de las concesiones acostumbradas; los transportistas del servicio urbano demanden el subsidio que fue reducido en el erario, el partido oficial inicia sus estrategias en el Congreso para ampliar su escaso margen de maniobra actual que incluirá como prioridad echar mano del presupuesto. La lista de efectos es extensa y desprovista de optimismo, por donde se le quiera ver. De momento, pocos se preocupan de ello, esto sucederá en el camino, cuando probablemente el agua esté hasta el cuello y poco se pueda hacer. De cualquier manera, el calendario volverá a reiniciar un nuevo conteo.