Depreciación de moneda e hiperinflación, materias pendientes en vuelta a clases en Venezuela

Un salario mínimo es insuficiente para comprar una caja de 12 lápices. El nuevo año escolar arranca en Venezuela entre la acelerada depreciación de la moneda y la hiperinflación, asignaturas pendientes en la crisis del país petrolero.

«Todo está carísimo», lamenta Asiscla Velásquez mientras anota en una hoja los precios de cuadernos, lápices y otros materiales escolares que necesita su nieta de 13 años, estudiante de bachillerato, para el inicio de clases el lunes.

Es una carrera contrarreloj, con precios que aumentan rápidamente mientras el valor de sus ingresos en bolívares se diluye. Solo adquirir cuadernos para su nieta, cuenta a la AFP esta mujer de 57 años, sobrepasa el dinero que recibe como pensionada y profesora jubilada.

La moneda local sufrió una enorme depreciación entre julio y septiembre, saltando de una cotización oficial de 6.721,56 por dólar a 21.555,41 bolívares. 

Y la inflación galopa, estimada en 1,000.000% por el FMI para 2019.

Estos fenómenos seguirán profundizándose en un entorno «volátil», considera el economista Jesús Casique, director de la firma Capital Market Finance. Por ello, «el salario real está pulverizado», dijo a la AFP.

El salario mínimo en Venezuela equivale a unos 1,40 dólares mensuales, bajo el límite de ingresos diarios establecido por la ONU como umbral de pobreza. Al sueldo se agrega un bono de alimentación de 1,2 dólares.

El martes, el presidente Nicolás Maduro aprobó fondos por unos 130 millones de dólares para equipar centros educativos públicos y unos tres millones adicionales para comprar útiles escolares que el gobierno distribuye en planes sociales.

Precios que asustan

Pegamento o sacapuntas eran «cositas», hasta hace no mucho, «tan fáciles de comprar», rememora Asiscla. 

Ahora da clases particulares a compañeros de su nieta para lograr ingresos extra y ayudar a su hijo con los gastos escolares de la chica.

«Hay gente que se asusta» con los precios, reconoce Royner Vásquez, de 20 años, vendedor en una feria callejera de artículos escolares en Caracas. Las ventas, cuenta, han bajado.

Según proyecta la consultora Ecoanalítica, el consumo retrocederá un 40% en Venezuela en 2019.

El gobierno aumentó en febrero los fondos que la banca debe respaldar en el Banco Central -restringiéndose el crédito- y flexibilizó condiciones para acceder a divisas en el control de cambio vigente en Venezuela desde 2003.

Ello desaceleró en principio la inflación y la depreciación del bolívar, pero estas vuelven a ganar velocidad.

Fue «coyuntural», expresa Casique, quien considera improbable que la economía venezolana, encaminada a su sexto año de recesión (lo que califica de «depresión»), apruebe sus materias pendientes.

El economista identifica como raíz del problema la emisión de dinero para financiar un déficit fiscal que proyecta entre 12 y 14% del PIB este año, en medio de un abrupto retroceso de la producción de crudo -fuente de 97% de los ingresos del país- y sanciones de Washington contra Venezuela y su petrolera PDVSA.

La destrucción del salario mínimo es tal que perdió peso como referencia en el sector privado. 

Royner gana tres salarios mínimos semanales. Aún así eso «no alcanza» para cubrir las necesidades de su hogar en la barriada popular de Petare.

Remesas, un salvavidas

«No soy pichirre (tacaña)», bromea Elba Seijas, quien compra el uniforme del niño de nueve años que cría.

Es hijo de una amiga que emigró, quien envía dinero para costear gastos. Unos 3,6 millones de venezolanos han dejado su país desde 2016 huyendo de la crisis, según la ONU.

Sin esas remesas, pagar los implementos escolares «sería imposible», se sincera Elba, trabajadora social de 47 años.

A consecuencia del éxodo migratorio, más de 3.000 millones de dólares anuales entran a Venezuela por remesas, según estimaciones independientes. 

A la vez, ante la violenta depreciación del bolívar, es habitual que los venezolanos compren dólares en un mercado negro formado a la par del control cambiario para resguardarse, una demanda que empuja al alza las cotizaciones.

Pero la inflación es más agresiva que la depreciación del bolívar. Así, el poder de compra del dólar en Venezuela, según Ecoanalítica, cayó más de 10 veces en 2018.

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