- Una reciente protesta violenta de hinchas en un partido entre clubes de fútbol en Guatemala se sumó al historial de violencia en las canchas centroamericanas. ¿Qué pasó y por qué sabemos de anteriores casos relevantes?
Voz de América
Karla Arévalo
Un accidentado partido entre clubes locales de la Primera División culminó en un enfrentamiento entre la afición y los árbitros, que tuvieron que permanecer en el campo tras finalizar el match, ante las amenazas de los asistentes. Este es uno de los incidentes más recientes en una larga historia de hostilidad y violencia en las canchas centroamericanas.
Luego de unos largos 97 minutos de juego en el estadio Las Victorias, en el oriente guatemalteco, el partido celebrado el 16 de noviembre entre el anfitrión Sacachispas y el Suchitepéquez terminó con un marcador de 2 a 1, a favor de los visitantes.
Este era un encuentro decisivo, pues ambos conjuntos se disputaban medio cupo para el ascenso a la Liga Nacional. Aunque era el primero de dos juegos, el once de casa pensaba aprovechar la ventaja de jugar en terreno conocido.
El Sacachispas lo tenía casi todo para ganar: un equipo robusto que se mantenía invicto en los últimos encuentros, un estadio a reventar y una afición que le coreaba cantos al unísono. Aunque al inicio todo era fiesta, la celebración pronto se empañó.
El once visitante representó al vecino departamento de Suchitepéquez, a unos 200 kilómetros de Chiquimula, la sede de este juego.
Antes de cumplirse el primer tiempo, los ánimos de la afición comenzaron a caldearse, con protestas que iban en aumento cada vez que el árbitro Christopher Corado dejaba de marcar una falta. Empujones, jalones de camiseta, pisotones y uno que otro insulto por parte de los jugadores quedaron sin castigo.
El director técnico del equipo local, Mario Calero, incluso fue amonestado al minuto 13 por airadas manifestaciones de frustración ante decisiones arbitrales.
Los árbitros tampoco lograron controlar los incidentes entre los aficionados y la banca rival. Sobre el banquillo visitante llovieron objetos y uno que otro vaso con cerveza.
Si el partido no se convirtió en una batalla campal fue la entrada de policías antimotines al estadio, seguida por un grupo de seguridad privada que rodeó al equipo visitante.
Al minuto 86, uno de los asistentes del réferi levantó la banderola indicando que el gol que daba el empate al Sacachispas fue hecho fuera de juego, lo que llevó al árbitro central a anular el tanto, quedando como resultado final un marcador de 2 – 1 a favor del Suchitepéquez .
Ante el resultado, la afición local volteó su furia hacia el arbitraje, y al término del partido impidieron la salida de los jueces de la cancha, en señal de protesta. «Le pedimos a la afición que por favor permita la salida de los árbitros», sonaba en los parlantes del estadio.
A pesar de estar protegidos por el grupo de antimotines, los árbitros se negaban a acercarse a las salidas de la cancha, donde los esperaba una turba enardecida.
Aunque algunos aficionados salieron del estadio al término del partido, otros esperaban su venganza. Entre ellos uno de los directivos del equipo local, que entró a la cancha y mostró los nudillos en forma de puño a los árbitros. Incluso hubo forcejeos con los antimotines que lo apartaron con fuerza, en un incidente que hizo temer respuestas con disparos y gases lacrimógenos.
Tras media hora de esta insólita situación, y con los jueces todavía en el terreno, tres de las cuatro grandes luces que iluminan el estadio fueron apagadas. Los árbitros, cansados, decidieron salir cubiertos por las planchas blindadas de los antimotines, dejando imágenes para la historia.
Una cultura de violencia que no acaba
La violencia en los partidos de fútbol centroamericanos no es nada nuevo. En 1969 propició el escalamiento entre un enfrentamiento entre El Salvador y Honduras, que se enfrentaron durante cuatro días en un conflicto armado que dejó miles de muertos. La razón fue un conflicto agrario agravado tras un partido entre los equipos nacionales.
Ambas selecciones querían un pase para el Mundial de México en 1970, pero solo entró una: El Salvador, tras ganarle 3 a 0 a Honduras.
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El equipo de la nación hondureña, en medio de una campaña de expulsión de miles de salvadoreños migrantes de su territorio, rompió relaciones con El Salvador y la guerra comenzó.
«He platicado con personas que iban al estadio en los años 70’s y 80’s y en ese entonces eran normales las trifulcas, se tiraban botellas, piedras, pero sobre todo con selecciones rivales, en partidos de eliminatorias», contó a la Voz de América Carlos Vides, un periodista salvadoreño que ha cubierto deportes durante 24 años.
Como aficionado, Vides recordó que a finales de los 90 se comenzaron a adoptar conductas similares a las barras bravas de Sudamérica, en concreto de Argentina, desde donde se importaron no solo cánticos, sino el «quitarle los trapos a la barra rival», es decir, despojarlos de sus pancartas o cualquier otro elemento de apoyo.
«Con el paso del tiempo la dirigencia del futbol se fue acercando a la policía para tener apoyo de los agentes de seguridad cuando había partidos, y me parece que esta situación ha ido mermando», agregó.
En el caso de Guatemala, hay un reglamento disciplinario de la Federación de Fútbol de Guatemala que penaliza a los equipos de fútbol por faltas disciplinarias cometidas en el campo de juego y fuera de él.
Las sanciones son impuestas por el Órgano Disciplinario de la misma federación e incluyen multas desde los 300 quetzales, unos 40 dólares, hasta los 150.000 quetzales, unos 19.000 dólares.
También hay una ley que sanciona a los árbitros por sus desempeños en los juegos.