[PROVOCATIO] Gabinete: Entre el ser y el deber ser

Como ya se dijo, esto es el deber ser, pero en el camino, estoy consciente del acecho de tres grandes enemigos: a) el amiguismo y los compromisos personales, grupales y gremiales; b) los compromisos políticos individuales y de partido; y c) el desconocimiento de cómo funciona, en la práctica, este resumen de elementos que describo, así como las consecuencias nefastas que conlleva su no observancia.  
José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

Desde hace días pululan en las poderosas redes sociales, una serie de listados sobre el posible Gabinete del Movimiento Semilla. Aunque no hay una declaración oficial del partido ni del binomio electo, se emiten y reproducen una serie de comentarios y afirmaciones, algunos con base y otros no.  Hay quienes lo hacen con la intención de confundir, dividir, generar temor y entretener en temas fatuos a la población, y otros, con buenas intenciones quizá, compitiendo por ser los primeros en anunciar las novedades o poder alimentarse de reacciones que confirmen o desmientan las aseveraciones al respecto.

De las listas publicadas, muy similares entre sí, los conozco a todos, pero no es mi intención referirme a ellos y ellas. Quiero aludir en esta ocasión, al perfil personal, técnico-científico, mediático, administrativo y político de quienes deberían integrar un gabinete diferente, de cara a las expectativas generadas.

En el párrafo final de mi columna del jueves 31 de agosto expresé en la revista Crónica: “Dejo esbozado nada más, los cinco ejes a tomar en consideración a la hora de los nombramientos:

1.        Talante e historial ético COMPROBABLE.

2.        Competencia técnico-científica COMPROBABLE.

3.        Competencia administrativa en el Estado COMPROBABLE.

4.        Manejo básico de la conducción política COMPROBABLE.

5.        Manejo mediático y buen comunicador COMPROBABLE.

Un criterio transversal debería ser el de Howard Gardner, el padre de las inteligencias múltiples: “Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional”.

Retomo el compromiso de desarrollar lo expuesto brevemente y, aunque dudo que se logre ajustar el ser con el deber ser, expondré lo que considero sería un gabinete de cambio, basado en mi experiencia y conocimiento fundamentado en décadas de docencia universitaria, posgrado en Administración de RRHH, análisis político, talleres de comunicación, lecciones históricas del “Principio de Peter” aplicado en lo público, privado e internacional y diversas consultorías en la institucionalidad del Estado.

Lo primero es el talante ético, la condición sine qua non para considerar a un buen funcionario público. De nada sirven los famosos finiquitos, pues basta escarbar un poco para conocer la falta de transparencia por acción u omisión, sea en el ambiente que sea y que la extensión de dicho documento se basa más en el tráfico de influencias. Aún más, se puede ser impoluto en lo laboral, pero es imposible que un mal esposo, padre, hijo, hermano, vecino, pueda ser confiable. En los talleres y conferencias que he impartido en el interior de la República, siempre aconsejo: antes de votar por cualquier candidato, primero pregúntele a la propia familia cómo es.

En segundo lugar, la competencia técnico-científica permitirá que “no le den atol con el dedo”. No es tan importante que sea un experto per se, pues se supone que contará con un equipo idóneo y su liderazgo natural le permitirá delegar para que se dedique a la conducción, planeación y creatividad que el cargo demanda.

El Estado es un monstruo de mil cabezas y solo quienes hemos estado allí, sabemos cómo funciona. De nada sirve la experiencia administrativa en la iniciativa privada, organismos internacionales, cooperativas, ONG, fundaciones y otras entidades, si no se ha enfrentado a los vericuetos de la burocracia, la ley de compras, la resistencia pasiva, los nichos de grupos clientelares y políticos, etc.

El tercer elemento fundamental es, precisamente, haber navegado en esas aguas, con éxito. Toda esa carpintería operacional y logística enreda al más diestro y aunque no necesariamente deba hacerlas por sí mismo, sí debe conocer la dinámica, para evitar ser víctima de procedimientos mal elaborados y/o francamente ilegales. Hay que recordar que la responsabilidad es indelegable y la autoridad nominadora y máxima, es el ministro (o el más alto cargo jerárquicamente).

En cuarto lugar, si no se cuenta con un liderazgo contundente, por lo menos debería tener una destreza política más que básica y contar con experiencia comprobable en el manejo de personas y grupos, así como haber estado expuesto a presiones de todo tipo y haber logrado consensos. El autoritarismo no es buen consejero y, mucho menos, se debe renunciar al liderazgo que el puesto exige, sea porque otros le “sacan las castañas del fuego” o simplemente por evasión del papel a desempeñar.

Finalmente, un alto funcionario sin habilidades comunicacionales, será fácil presa de los agentes de los medios de comunicación y las redes sociales. No se requiere ser un experto en comunicación, pero si alguien que sepa decidir cuándo debe asumir las declaraciones en forma directa y cuándo debe delegar; cuándo debe dirigirse en forma escrita, cuándo hacerlo oralmente y cuándo debe guardar silencio. Recuerdo a aquel ministro que, en el congreso (sic) se sintió asediado por los periodistas y reaccionó con una penosa huida sobre la 8ª. Avenida. No tardó mucho en renunciar.

Como ya se dijo, esto es el deber ser, pero en el camino, estoy consciente del acecho de tres grandes enemigos: a) el amiguismo y los compromisos personales, grupales y gremiales; b) los compromisos políticos individuales y de partido; y c) el desconocimiento de cómo funciona, en la práctica, este resumen de elementos que describo, así como las consecuencias nefastas que conlleva su no observancia.

Me preocupa, sobre todo, ese mar de expectativas que no podrán cumplirse por muchísimas razones; y el hecho que este gobierno será el primero en la historia de la apertura democrática, que no tendrá su luna de miel de los 100 días. Por de pronto, recomiendo una relectura de los antecedentes de la llegada de Gabriel Boric en Chile, así como los hechos que se consumaron ya en ese gobierno. 

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