- Para qué esforzarse en un plan serio de gobierno si se puede fusilar uno de internet; para qué formación de cuadros si lo que se necesita en politiquería son algunos caciques, bastantes oportunistas chispudos y un ejército de bobos. Para qué asesores de alto nivel si tenemos cuates incondicionales; para qué comunicadores estratégicos si la demanda ciudadana es tan precaria.
José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político
Para imaginar qué pasará en 5 días no se necesita ser gurú, iluminado o pronosticador del futuro. Reconozco, eso sí, que solo una minúscula masa crítica ciudadana tiene alguna claridad política para entender el juego. Para fines didácticos, utilizaré la analogía del teatro para explicar el sistema político-electoral y los previsibles sucesos/resultados en los comicios próximos.
Hay una obra que se monta anualmente en varios países y se considera un clásico teatral: Don Juan Tenorio. En esencia, el espectáculo siempre es el mismo; pero de acuerdo a variables, hay diferentes matices, algunos fáciles de percibir y otros no tanto. Si mi acervo cultural incluye las bellas artes, podré advertir con menos dificultad los niveles de calidad que se presentan en cada temporada anual y/o función. De la misma forma, a mayor formación y experiencia respecto de la realidad social en general, y política en particular, podré acusar mayor o menor claridad política y ciudadana.
En Guatemala, el teatro tuvo sus años dorados con actores, productores, dramaturgos y directores de alto nivel. De igual manera, la política no siempre tuvo a los impresentables de ahora, o por lo menos, no eran peste. El deterioro de la economía y la política arrastró también a otras áreas, como la cultural y la academia.
Por otra parte, las artes siempre tuvieron cierto estigma, no solo de “clase” sino político, por lo que muchos de estos protagonistas sufrieron muerte, exilio o falta de trabajo para subsistir durante la guerra interna. Sin embargo, un factor silencioso, pero no por ello menos letal para el buen teatro fue: La ambición de los sobrevivientes y la precariedad económica y cultural de Guatemala. Los tiempos de los buenos montajes desaparecieron y para que fuera rentable la actividad teatral, se incursionó en la comedia barata que hiciera reír, pero no pensar.
Además, contar con la correspondiente división técnica del arte resultaba muy caro. De esta cuenta, los propios actores hacían de directores, guionistas, productores, e incluso, hasta escenógrafos y maquillistas, todo al mismo tiempo.
En política, sucede algo similar. Para qué esforzarse en un plan serio de gobierno si se puede fusilar uno de internet; para qué formación de cuadros si lo que se necesita en politiquería son algunos caciques, bastantes oportunistas chispudos y un ejército de bobos. Para qué asesores de alto nivel si tenemos cuates incondicionales; para qué comunicadores estratégicos si la demanda ciudadana es tan precaria. El sistema de partidos políticos desapareció como tal y surgieron plataformas electoreras basadas en clientelismo y patrimonialismo. Resultado: la vergonzosa oferta que brinda el deteriorado, pero siempre efectivo sistema.
Volviendo al ejemplo de la puesta en escena de “Don Juan Tenorio”, todos los amantes de este arte sabemos que el guion es el mismo, pero nos mantenemos atentos a ¿quién es el grupo o persona que la monta? para determinar el grado de seriedad y profesionalismo de la propuesta. Nos preguntamos además ¿qué actores participan de esta edición y cuál es su nivel de calidad y experiencia? Los mismos cuestionamientos para dirección, escenografía, maquillaje y vestuario. Hoy en día, los grandes actores no están más, por diversos motivos y nos conformamos con lo que hay.
Igual en política, cada cuatro años, vemos a los mismos con diferentes colores, pero las mismas mañas y los mismos patrocinadores. Lo patético es que, a diferencia de asistir o no al teatro, en los comicios la mayoría compra la narrativa que debemos seguir el juego que las élites juegan, optando por el menos malo, o, como hemos estado haciendo ahora, botar (sic) por el menos peor.
En estas condiciones, no se necesita ser astrofísico para confirmar lo que pasará en breve. He aquí un resumen y algunas variantes respecto de ediciones anteriores:
1.Sandra Torres vuelve a pasar a segunda vuelta, siendo el único “animal político” que sobrevive. Las demás momias del preclásico ya se murieron física y/o políticamente.
2. El delfín de las élites menos primitivas, Mulet, pasará segundo y ganará. Esto lo vaticiné desde hace mucho tiempo atrás.
3. Zurycata quedará tercera, con derrame y corrimiento del botox incluido. Ojalá que esta nueva derrota la haga recapacitar para que no vuelva a participar, más allá de los cuchubales del ejército y fundaterror.
4. Del cuarto al séptimo, solo cuentan por los diputados que pudieran constituir una bancada bisagra, con poquitos votos, pero suficientemente apetecibles para confirmar mayorías en los negocios congresiles.
5. La bancada mayoritaria volverá a ser la UNE y la doña seguirá cobrando –muy jugosamente– las facturas pendientes por caer derrotada otra vez. Eso de utilizar su antivoto en favor del sistema y el candidato opositor de turno, se debe cobrar muy bien.
6. El sueño opiáceo de la parejita presidencial por tener una aplanadora en el Congreso, se reducirá a una buena, pero insuficiente cantidad de votos, a pesar de aglutinar diferentes bancadas con la misma perversión.
7. Los autodenominados progres y de “izquierdas” (aunque de mentiritas) no lograrán ni los mismos magros resultados que obtuvieron en 2019 cuando alcanzaron 15 diputados, que no sirvieron de nada, porque más tardaron en llegar, que luego alinearse con el oficialismo y las viejas prácticas políticas que condenan en campaña pero que replican ya estando con el hueso; salvo las pocas, pero honrosas excepciones de siempre.
8. En cuanto a la asistencia en las urnas, aumentará el voto nulo pero sin llegar a ser significativo; quizá rompa su propio record (14.07% en 1990) pero sin pasar de un 20 %, extraordinariamente, un 25%.
9. La abstención seguirá siendo mayoritaria, como siempre lo ha sido y puede alcanzar un nuevo récord. Ya en 1995 (cuando llega Arzú) fue mayoría absoluta con el 55%. No es casual que se hable tanto del voto nulo, pero no de la abstención, que es a la que verdaderamente le temen. El voto nulo, aunque no válido, es efectivo, ya que incide en el total de votantes. En 8 de las 9 votaciones desde 1985, el sistema se ha fortalecido porque su narrativa es: “¿Ya vieron? la mayoría de guatemaltecos están de acuerdo con el sistema”, ignorando el hecho que, si se sumaran los votos en blanco, nulos y la abstención, serían por mucho, los grandes ganadores.
10. El sentimiento de fracaso y engaño se repetirá y los imaginarios dominantes se impondrán de nuevo. “A esperar otros 4 años para castigarlos”.
La abstención no es vinculante, pero si queremos derrotar al sistema político-electoral y no solo rechazar la oferta (como en el voto nulo) debemos abstenernos en forma masiva. Dos votaciones seguidas con no menos del 90% de rechazo al sistema, y tengan por seguro que el Norte volteará a ver hacia su patio trasero en forma inmediata y preocupada.
Finalmente les dejo este hilo histórico de referencia, para que vean lo mayoritario que es el rechazo al sistema (abstención): 1990 (43.56%) 1995 (55%) 1999 (43.27%) 2003 (42.10) 2007 (39.8%) 2019 (37.84%). En los demás casos no se ha llegado al 40% pero los índices también son altos y casi siempre superan los votos de los presidenciables ganadores: 1985 (30.77%) 2011 (30.62%) 2015 (28.67%) y 2019 (37.84%).
#YoNoParticipoDeLaFarsa
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