“Estamos vivos y debemos ser fuertes”; devastado Fort Myers se recupera tras el huracán Ian

  • La turística ciudad de Fort Myers, en Florida, busca recuperarse del devastador huracán Ian, que puso en pausa la vida de muchos.

FORT MYERS, EEUU — Poco más de una semana después del paso del huracán Ian, los habitantes de Fort Myers inician el largo camino para volver a una normalidad que tardará años en regresar, mientras crece la preocupación ante una inminente propagación de enfermedades.

La devastación es lo primero que impacta en Fort Myers. El popular destino turístico en la costa oeste de la Florida, conocido por sus playas y marinas con decenas de botes blancos, ha quedado irreconocible después de que el huracán Ian tocara tierra la semana pasada, arrasando comunidades enteras y dejando al menos 120 muertos en el estado sureño.

Edificios reducidos a ruinas y otros completamente destruidos, postes doblados, botes varados sobre árboles lejos del agua, comercios arrasados, muebles, colchones y electrodomésticos en pilas a orillas del camino, son el testimonio de la fuerza de Ian, una de las tormentas más peligrosas en la historia de la Florida, según el presidente Joe Biden.

Lo segundo que se nota es el intenso olor a putrefacción que emana del lodo arrastrado por el mar. Más de una semana después de Ian, el suelo de Fort Myers no se ha secado. Sobre el fango, cientos de sobrevivientes hacen recuento de lo poco que el huracán dejó en pie.

“Muy poco se ha salvado, estamos tratando de limpiar para hacer la casa habitable”, explicó a la Voz de América, Carlos Hernández, mientras sacaba sus pertenencias mojadas y las tiraba en un montón frente a su casa en Sunnyland Trailer Court. Hernández vive a apenas kilómetro y medio de Fort Myers Beach, el área por donde Ian comenzó su camino de destrucción tierra adentro.

Una bomba que cayó en la ciudad

Ian tocó tierra en el suroeste de la Florida el 28 de septiembre como un huracán de categoría 4, de los cinco niveles que registra la escala Saffir-Simpson basada en la fuerza del viento. La tormenta golpeó el área con rachas máximas sostenidas de 240 kilómetros por hora, lluvias torrenciales y olas de varios metros.

Los equipos de salvamento han rescatado a más de 3.800 personas y una semana después del desastre todavía mantienen activa la búsqueda de víctimas entre los escombros. Los rescatistas han extendido su minuciosa pesquisa a islas como Sanibel, Matlacha y Pine Island, cuya conexión por tierra quedó interrumpida por daños en sus puentes.

Este huracán fue una bomba, como una bomba que cayó en la ciudad»

Raúl Hernández, afectado

Durante su visita el miércoles 5 de octubre, Biden reconoció el tremendo impacto de Ian en el suroeste de la Florida. Tras supervisar los daños desde el aire, el presidente estadounidense recorrió Fort Myers Beach, la zona cero del desastre y desde allí prometió ayuda a la comunidad, que apenas ahora inicia el largo camino de recuperación.

“Este huracán fue una bomba, se puede decir, como una bomba que cayó en la ciudad”, dijo a la VOA Raúl Hernández. Junto a unos 12 vecinos, entre ellos niños, Raúl pasó lo peor de la tormenta en el ático del complejo de apartamentos donde vive en la barriada de Loma Linda.

Rodrigo Mendoza también buscó refugio cuando el agua comenzó a subir rápidamente. “Empezaron a volar las cosas, los niños gritando, a la gente le llegaba el agua al pecho. Estábamos como locos, no sabíamos qué hacer, y la verdad, fue una cosa horrible”, recuerda.

Muchos en el área se quejan de que el aviso de evacuación de las autoridades fue tardío, pero Mendoza no está de acuerdo. “Pienso que las autoridades sí avisaron, váyanse con tiempo porque esto va a ser feo. No me fui porque en todo lo que yo he vivido en la Florida, he pasado huracanes viviendo en la calle, debajo de un puente, y cuando uno tiene experiencia, pues no te causa mucho miedo, pero esto fue diferente a todo”, reconoció.

Mucho más cerca del ojo del huracán, en Sunnyland Trailer Court, Carlos Hernández también cuenta como rezó para salvar la vida.

“Nunca pensé que iba a elevarse tanto el agua. (…) Una vecina nos dijo, súbanse al segundo piso y yo me dije, ´Sí, me voy con ella´, porque si esta así a las 10 am cuando pegue el ojo a las 2 pm esto va a ser catastrófico. Nos fuimos para allá arriba y vimos como el agua iba cubriendo los edificios del frente».

Carlos también contó cómo tuvo que romper una ventana de la casa de al lado para salvar la vida a un vecino anciano a quien encontraron flotando en su colchón, casi a punto de llegar al techo.

“Fue un desastre la verdad, no nos imaginábamos que iba a pasar tan fuerte como pasó porque me acuerdo de hace como cinco años cuando pasó el huracán Irma, pero este estuvo fuerte, cuando yo salí y quise regresar ya no pude entrar”, aseguró Uvando Díaz, un camionero de la localidad de Arcadia, al noroeste de Fort Myers, que quedó incomunicada tras la crecida del río Peace.

El peligro no ha pasado del todo

Las inundaciones por la entrada del mar afectaron a miles de hogares en la costa golpeada por Ian. Otras comunidades como Arcadia, tierra adentro, perdieron acceso por tierra cuando los ríos se salieron de su cauce.

En Arcadia, más de una semana después, todavía podían verse casas y trailers bajo agua, aunque poco a poco los caminos comienzan a emerger a medida que el río retrocede. “Había mucha gente que no podían salir si no era en botes y muchos que nos pueden regresar porque la casa ya se la llevó el agua”, lamentó Díaz.

Los fuertes vientos dejaron sin servicio eléctrico a más de 2 millones de clientes en toda la Florida, de los que la mayoría no lo han recuperado para este jueves 6 de octubre. Estimaciones oficiales predicen que para el fin de semana quedará restablecida la electricidad para al menos el 95 % de los afectados.

En Loma Linda, Raúl Hernández y Rodrigo Mendoza aún siguen sin energía y están preocupados ante una inminente crisis de salubridad. En su calle, como en la mayoría de Fort Myers, se acumulan enormes pilas de escombros y pertenencias arruinadas que pueden servir como refugio para plagas.

“Nosotros entendemos que esta es una situación difícil para que esto vuelva a la normalidad, pero necesitamos que nos quiten la basura. (…) Ya empieza a oler como a animal muerto. Como hay agua de mar y pescados que también entró, pues hay mal olor”, explicó Raúl, quien dijo temer que la situación se ponga peor si no se soluciona el problema de la basura, aunque comprende que la demanda de camiones de basura es grande.

Como ellos, Carlos Hernández en Sunnyland se queja del “olor fuerte porque el fango de los manglares esta allá adentro” en su casa. Según este inmigrante, “nadie ha llegado a esta área a decir si estamos bien o no”. “Yo veo que pasan sobre otras cosas, pero por aquí no, para que vean si están bien, o en qué condiciones están viviendo”, indicó.

Kilómetros tierra adentro, en Cape Coral, Yudith López se queja de que este jueves es el “noveno día sin agua y sin luz”. Aunque en su área Ian no golpeó como en otras localidades, esta enfermera cubana reconoce que el peligro no ha pasado.

“Ahora viene un momento delicado, vienen las plagas, los ratones, las enfermedades estomacales por el agua en mal estado, la comida estropeada por la falta de frío, de eso no se habla tanto, pero es un peligro”, insistió al tiempo que recordó que, entre la comunidad hispana de la zona hay muchos indocumentados y personas sin seguro médico, vulnerables ante esta situación.

Ahora viene un momento delicado, vienen las plagas, los ratones, las enfermedades estomacales»

Durante su visita el presidente Biden prometió ayuda del Gobierno en la recuperación de las zonas devastadas, un esfuerzo que pronósticos pronostican que cueste miles de millones de dólares. “No nos vamos a marchar hasta que el trabajo esté completo. Esto se los prometo”, enfatizó Biden frente a restos de edificios destruidos en Fort Myers Beach.

Biden y el gobernador de la Florida, Ron DeSantis, pusieron sus diferencias políticas en pausa ante la magnitud del desastre y se comprometieron a trabajar para devolver la normalidad a miles de personas que perdieron sus casas y su sustento. Ya se ha restablecido el acceso a varios lugares incomunicados y el puente hacia Pine Island fue reparado.

“No tenemos todavía energía, y la gente ahorita nos apoya con un poco de hielo para mantener lo que nos regala, pero vienen todos los días. No falta la mano que nos ayude”, reconoció Raúl Hernández, quien se quedó “con lo puesto” y ha recibido ropa de “personas que ni conocía”.

Una comunidad que ayuda

Para María Ferrer Vélez, dueña de la Paletería Carrucel, quedarse de manos cruzadas ante la necesidad de los demás nunca fue una opción. La heladería de la que es dueña hace más de siete años fue uno de los pocos negocios que sufrieron daños menores en Fort Myers.

“Es una bendición, por eso yo siento que tengo que ayudar. Son mis clientes, no los puedo dejar de la mano”, afirmó mientras preparaba la comida que ese día repartiría en zonas afectadas, un recorrido que hace con sus propios recursos, aunque reconoce que una vez que se conoció que preparaba alimentos para quienes lo habían perdido todo, los aportes comenzaron a llegar.

Cientos de voluntarios trabajan en todos los condados afectados. La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) ha movilizado un dispositivo “nunca antes visto”, según Biden. La Cruz Roja estadounidense mantiene a más de 1.300 trabajadores solo en Fort Myers.

Miembros de la comunidad, afectados ellos mismos, son quienes están recorriendo las comunidades más apartadas y humildes para asegurarse de que la ayuda llegue a todos. Estacionamientos y negocios cerrados se han convertido en almacenes improvisados de donativos donde los damnificados reciben donativos.

“Estamos tomando donaciones y llevándolas a personas que no tienen carro, no tienen teléfono, no tienen electricidad o agua. Estamos usando nuestros propios recursos. Necesitamos pañales, bolsas de basura, toallas húmedas, y guantes para limpiar”, explicó a la VOA, Anahí Morales, quien a pesar de haber “perdido su carro”, se siente comprometida con su comunidad, de mayoría inmigrantes indocumentados que no saben o tienen miedo a pedir ayuda.

La mexicana de 25 años especificó que la decisión de asistir fue espontánea. “Dependemos de conocidos y personas que aunque han perdido mucho, quieren ayudar. (…) Irse no es una opción. Hay una gran comunidad mexicana y de Guatemala. Todos estamos en el mismo bote, todos necesitamos ayuda”, insistió.

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