Cuando parece que algo es imposible, se puede lograr actuando con convicción, tenacidad y sin complejos. Así lo hicieron los patojos sub-20, que nos han dado una gran lección.
Gonzalo Marroquín Godoy
El deporte en Guatemala camina como la mayoría de cosas en el país. ¡Patéticamente mal! De hecho, la organización deportiva está plagada de corrupción e incapacidad, lo que repercute en los atletas, quienes no reciben la debida atención a pesar de contar con el mayor presupuesto a nivel centroamericano.
Los dirigentes de la Confederación Deportiva Autónoma de Guatemala (CDAG) y del Comité Olímpico Guatemalteco (COG), son para el deporte lo que funcionarios, diputados, alcaldes y magistrados son para la vida política nacional. En ambos casos destacan la corrupción y la incapacidad, sin olvidar que ambos requieren de impunidad para seguir con el saqueo.
Pero esta vez quiero destacar el excelente papel que han tenido nuestros seleccionados de fútbol sub-20, quienes después de un inicio para el olvido (1-5 frente a El Salvador), supieron recuperarse e iniciar un camino de éxito, en el que pusieron su mejor esfuerzo y talento, hasta lograr la añorada clasificación para la Copa del Mundo en Indonesia el próximo año, aunque no se obtuvo el pase a las Olimpíadas de París’2024.
Mientras los dirigentes no piensan más que en su beneficio, estos patojos sacaron a relucir el coraje de los chapines, esos que no se rajan ante la adversidad, que luchan por lo que creen y logran provocar un terremoto que, en este caso, desplomó nada menos que a uno de los gigantes de Concacaf, nuestro vecino México.
Mientras veía el crucial partido contra los mexicanos el miércoles, repasaba mentalmente los reiterados fracasos de nuestra selección mayor, otrora potencia a nivel centroamericano y ahora relegada a los últimos lugares del área, a pesar de lo cual mantiene la lealtad de una gran afición chapina. Esa selección es reflejo de la situación del deporte.
Ayer en las semifinales, los patojos sub-20 volvieron a dejar todo en la cancha, a pesar del agotamiento físico tras disputar tres partidos consecutivos con tiempos extra y en menos de una semana. El resultado adverso en penales no borra lo conseguido y, por segunda vez en la historia, Guatemala irá a una Copa del Mundo sub-20.
En todo caso, lo que me interesa destacar es que estos jóvenes futbolistas nos han mostrado que, aún con toda la adversidad, aquello que parece imposible, puede volverse en algo posible y real. Después del 1-5 nadie daba un centavo por esa clasificación mundialista. Pero los seleccionados sí lo creyeron. Creyeron en su sueño, pero lo más importante, lucharon por convertirlo en realidad. ¡Y así sucedió!
Algo parecido ocurre con los migrantes guatemaltecos. Parece imposible que puedan llegar a Estados Unidos y cambiar su destino de pobreza a una vida de prosperidad para ellos y sus familias. Lo arriesgan todo, se endeudan, ponen en peligro sus vidas, pero no cesan en su lucha por alcanzar aquel sueño americano hasta que lo hacen realidad.
En contraposición al esfuerzo y sacrificio de nuestros deportistas y cientos de miles de migrantes, tenemos a la clase política y a los dirigentes deportivos, esos que no hacen nada a favor del país y únicamente piensan en su enriquecimiento inmediato, producto de la corrupción, a costa de lo que debiera ser el desarrollo social y deportivo del país.
Lo bueno de estos ejemplos de los valientes guatemaltecos –futbolistas sub-20 y migrantes–, es que nos permiten ver que cuando todo parece oscuro, al final de cuentas puede llegar la luz. Por ahora, pareciera que la alianza oficialista y la clase política, tienen todas las cartas a su favor. Tanto así que se dan el lujo descarado de seguir con la abierta corrupción y evidente impunidad.
Pero eso no quiere decir que no se puede. Cayeron los dictadores del siglo XX. Tuvieron que irse los militares del gobierno y es de esperar que algún día, esta clase política sea removida por guatemaltecos con los mismos valores y principios que motivaron a los patojos sub-20 y están en el corazón de los migrantes.
Lástima que a estos últimos siempre se les limita su derecho al voto, porque otro gallo podría cantar en las elecciones.
Aunque aún falta medio año para la convocatoria electoral, es evidente que el Tribunal Supremo Electoral (TSE), ese que es más famoso por sus magistrados falsificadores que por sus buenas acciones, no está haciendo lo necesario para que el año próximo pueda darse una votación masiva en el extranjero, principalmente desde Estados Unidos, en donde residen entre 2.5 y 3 millones de guatemaltecos.
No se hará ningún esfuerzo para empadronarlos y al final, tampoco se les darán las facilidades necesarias para que emitan su voto.
La clase política y la dirigencia deportiva trabajan para perpetuar el sistema corrupto que por ahora retienen, pero llegará el día en que las cosas cambien, y todos digamos ¡sí se puede!… Quitarlos del camino y cambiar nuestro destino es urgente.