A veces, cerrar los ciclos no es fácil

No hay mal que dure 100 años, ni pueblo que lo aguante. Esa es la esperanza que permite pensar que tarde o temprano terminará la dictadura de sistema político que nos agobia.

Gonzalo Marroquín Godoy

Nada en la vida ni en la historia es permanente, producto seguramente de las capacidades que Dios ha dado al ser humano para crear, soportar, ser libre y, sobre todo, querer la felicidad, sin olvidar que también hay un lado de la moneda adverso, porque existen ambición, corrupción, maldad, intolerancia y autoritarismo, entre otros aspectos negativos que se mueven en las organizaciones sociales. 

El eterno conflicto entre el bien y el mal.

Eso explica como la historia de la humanidad transcurre en medio de ciclos, unos más largos que otros, más profundos a veces y ligeros por épocas, pero siempre la rueda del tiempo avanza en medio de cambios constantes, pues política, economía, cultura, ciencia o tecnología no son estáticos. El ser humano no lo es.

En un principio los ciclos o épocas eran muy prolongados.  Los cambios llegaban más lentamente, pues no existía gran intercambio de comunicación, la economía era de subsistencia y dirigida, había poca organización social y la concentración del poder era relativamente fácil de mantener cuando se lograba. 

La historia muestra que la humanidad ha pasado por diferentes ciclos, etapas de poder y distinto tipo de organización político-social: señores feudales, reyes, emperadores, dictadores, gobernantes justos y tiranos, recesiones, pandemias y demás

Algunos de los problemas que agobian al mundo han desaparecido, otros persisten en pleno siglo XXI. Nos encontramos en medio de la era de la información y la comunicación, pero que aún con toda la data, noticias y tecnología de que dispone la humanidad, muchas veces atravesamos por ciclos que parecen de la edad media.

Si pasamos de la visión global de la humanidad y nos concentramos en Guatemala, vemos que hemos vivido períodos políticos complicados y prolongados.  Ha habido largas dictaduras durante los siglos XIX y XX, con Rafael Carrera (17 años en tres épocas), Manuel Estrada Cabrera (22 años) y Jorge Ubico (más de 13 años).  Después, un extenso período de gobiernos militares –de 1954 hasta 1986, con breves paréntesis de gobernantes civiles–, para entrar luego en un ciclo de presidentes civiles, elegidos cada cuatro años en las urnas.

Las dictaduras terminan por agobiar y caen, la bota militar daña el tejido social y por eso se pensó que la democracia con gobiernos civiles debía ser la solución adecuada.

En ese ciclo nos encontramos.  En 1986 se pensaba que sería un camino positivo, un camino de desarrollo el que estábamos iniciando.  Hasta la canción de la DC que decía, Sí, hay un camino, hacía pensar que era el inicio de un ciclo virtuoso que podría traer para el país progreso, desarrollo socioeconómico y llevarnos a la madurez política.

No resultó así y aquel ciclo prometedor se fue convirtiendo en un círculo vicioso, en el que cada cuatro años acudimos a las urnas para tener algo mejor, y el resultado es lo contrario.  Poco a poco se ha ido creando un sistema político corrupto y enmarañado para que los grupos en el poder de turno exploten al país a sus anchas, mientras persiste el estancamiento socioeconómico.

En México se concibió con gran habilidad lo que muchos han llamado dictadura de partido, con el famoso PRI, que dominó el país por de 70 años.  Un ciclo demasiado largo que tuvieron que soportar los mexicanos, hasta que finalmente su democracia recibió algo de oxígeno y principió a darse alternabilidad en el poder. El ciclo se cerró.

El PRI ostentaba todo el poder, controlaba la prensa y a todas las instituciones de México. Con ese control, era fácil alcanzar el triunfo en las urnas.  Una manipulación electoral sin tener que hacer fraude.

Allá hubo una estrategia.  Aquí, en cambio, la estrategia se ha ido construyendo por pedazos, cada cuatro años se agrega algo al esquema.  Viéndolo retrospectivamente, nos podemos dar cuenta de que se fue desarrollando una dictadura de sistema político que permite el reciclaje y el cambio…pero haciendo que nada cambie para el país, solamente las caras que acceden a ese poder cada vez más tiránico.

Guatemala vive un momento de incertidumbre, de frustración, falta de oportunidades, con marcada corrupción e incapacidad administrativa en la cosa pública.  El ciclo iniciado en 1986 no ha llevado la satisfacción sociopolítica que se necesitaba y más bien ha promovido mayor desconfianza y confrontación en la sociedad. 

En el siglo pasado se dijo que los años 80 fueron la década perdida de Latinoamérica.  Hoy podemos ver que nosotros llevamos más de tres décadas perdidas a causa de este ciclo de la dictadura de sistema político.  La única esperanza que mantenemos es que los ciclos, tarde o temprano, se rompen… pero se necesita de la participación ciudadana, de eso no cabe duda.