Luego, la debacle total: el personaje que le dio una nueva connotación a la palabra “cualquiera” (Jimmy Morales) y el esperpento actual, demuestran con creces que, si estamos muy mal, aún se puede estar peor. En 2023, este NO país se superará y aunque muchos lo sabemos, estaremos viendo largas filas para votar (no elegir) por el próximo verdugo. |
José Alfredo Calderón
Historiador y analista político
Al margen de consideraciones ideológicas específicas, no deja de sorprender cómo, después de una dictadura militar continua de 1954-1985 y una apertura democrática de fachada (1986-2022), el modelo electoral sigue campante y efectivo a pesar de sus pocos cambios, a no ser las modificaciones gatopardistas generadas en 2016.
La élite dominante, o la mano que mece la cuna, para mayores señas, tienen la ventaja de no desgastarse, pues para ello, tiene a sus operadores políticos, sobre cuyas cabezas, recae la vindicta pública como culpables de lo que pasa. Por su parte, el ejército, se parapetó sin problema alguno, dentro de un sistema aparentemente civil, comprendiendo, al fin, que era mejor incidir sin ejercer en forma directa el mando del gobierno.
El sector empresarial ultramontano, fusionado con el narco, dirige los hilos del caos político, social y económico. Este último, es caos, solo en función de las masas que se empobrecen cada vez más, pues la macroeconomía va viento en popa para regocijo de estos depredadores que siguen engañando con la teoría del derrame y la narrativa que, solo el sector privado es productivo. Lamentablemente, las masas caen en su juego, sea por ignorancia, miedo o incluso, perversión de congraciarse con quien los oprime con la vana ilusión de recibir más de alguna migaja.
Hay dos herramientas críticas que han sido fundamentales para que este sistema, que algunos pocos vemos como caduco, siga funcionando con una salud aceptable. La primera, es la disonancia cognitiva, que se puede definir como una teoría de la psicología social que se refiere al conflicto mental que ocurre cuando los comportamientos y creencias de una persona no concuerdan; también puede suceder cuando una persona tiene dos creencias que se contradicen entre sí. La segunda herramienta es el Síndrome Dunning-Kruger (https://cronica.com.gt/provocatio-el-sindrome-de-dunning-kruger/), sesgo cognitivo en virtud del cual, los individuos incompetentes tienden a sobreestimar su habilidad, mientras que los individuos altamente competentes tienden a subestimar su habilidad en relación con la de otros; está relacionado con el sesgo cognitivo de la superioridad ilusoria.
Para poder manipular a las capas medias, que al final son las que generan la famosa opinión pública, hay una plataforma sobre la que hacen correr estas herramientas de forma muy exitosa: Las sectas fundamentalistas, con énfasis en el pentecostalismo y el neo pentecostalismo. La primera, dirigida a las masas pobres, la segunda a las capas medias y, ahora, a un buen sector de clase alta. Por supuesto, la clase alta de la que hablo no forma parte de las 22 familias dominantes (G-8) y aunque estas pudieran involucrarse en esta tendencia, lo hacen de fachada.
Los llamados aparatos ideológicos del Estado funcionan más allá de los gobiernos de turno y son los encargados de mantener a resguardo el sistema. Sin embargo, debe reconocerse que, con el panameño Poll Anria y el mexicano Kif Nava (en el actual gobierno), la manipulación de la población fue casi perfecta. La pandemia terminó por servirles para sus aviesos fines.
Esto explica muchas cosas en este territorio sin mayor ciudadanía. Citaré un caso, de qué otra forma, un personaje como Allan Rodríguez llegó a presidir el Congreso, cuando la tendencia lógica dentro del sistema era no que no pasara de una modesta posición de vendedor ambulante. Cómo se explica, además, que se cuente con una legislatura cada vez peor, después de la “alegre elección” de turno, y que los miembros de los distintos gabinetes logren acceder a poderes y riquezas que en buena lid jamás hubieran obtenido.
Otro elemento importante en esta manipulación de masas es mantener la narrativa de que existe un peligro de izquierda, se llame comunismo o populismo[i], según estos engendros de la política, cuando saben perfectamente que, desde 1954, solo han existido gobiernos de derecha, entre extrema y “moderada”. El jueguito, por supuesto, les ha funcionado de maravilla.
Ahora, quiero exponer un hilo histórico que demuestra la efectivad del sistema para mantener igual la estructura, modificando únicamente a los actores políticos, que se consiguen por miles.
Debe entenderse primero, que EE. UU. y sus socios en el país, jamás habría permitido una Asamblea Nacional Constituyente si la guerra interna representara algún peligro en ese momento (1984). Ese fue el anuncio de una nueva etapa contrainsurgente, la de la democracia restringida. De hecho, el gobierno militar del general Oscar Humberto Mejía Víctores mandó emisarios a Costa Rica para convencer a Mario Solórzano Martínez para que su partido, Socialista Democrático, participara en las elecciones de 1985, a sabiendas que solo serviría de adorno, pero daría la impresión de mayor “representatividad”.
Con la campaña de Vinicio Cerezo, arrancó la maquinaria estatal para convencer a la población de que era “comunista”, cuando en todo el mundo, se sabe, la Democracia Cristiana dista de ser un partido siquiera socialista o socialdemócrata (en Alemania, Chile y otros países, la diferencia es bien clara). Luego, el desencanto y llega un personaje más conocido por su precariedad financiera que por sus logros políticos: Jorge Serrano, a quien los mismos que permitieron que llegara, lo bajan y hacen una pantomima para esconder los verdaderos intereses al combatir el Serranazo: la reforma constitucional con la que se sirvieron las élites en cuchara grande.
Posteriormente, un gobierno de transición para preparar el camino de un presidente francamente neoliberal (Álvaro Arzú). El consenso de Washington que contenía el paquete de reformas “estructurales” estaba en marcha y se consolida.
Surge de nuevo la narrativa de la influencia izquierdista, aunque el partido FRG de Ríos Montt, podría ser cualquier cosa menos de izquierda o tan solo centro izquierda. Alfonso Portillo sube con la venia y apoyo de un sector del capital, quienes después le pasan la factura al no seguir la partitura, tal y como estaba diseñada por ellos. Llega entonces, el segundo gobierno neoliberal con Oscar Berger, un candidato con imagen de bonachón y, si me lo permiten, algo pendejo, que casaba perfectamente para los fines elitarios. Por cierto, Arzú y Berger son los únicos gobiernos en los que las élites se unieron para lograr un candidato que representara a los patrones de la finca.
Llega el turno de un gobierno que se presentó como socialdemócrata aprovechando el apellido Colom, pero que fue un total fracaso, precisamente porque era una amalgama de oportunistas sin programa ideológico más que sus propios intereses.
Lo “mejor” estaba por venir, con la “victoria” de Otto Pérez Molina. Después de luchar años por romper con los gobiernos militares y a pesar de los Acuerdos de Paz, un militar experto en inteligencia, representante de la línea dura del ejército, se convierte en presidente en época de “Paz” …
Luego, la debacle total: el personaje que le dio una nueva connotación a la palabra “cualquiera” (Jimmy Morales) y el esperpento actual, demuestran con creces que, si estamos muy mal, aún se puede estar peor. En 2023, este NO país se superará y aunque muchos lo sabemos, estaremos viendo largas filas para votar (no elegir) por el próximo verdugo.
Si después de lo expuesto, no se entiende que el modelo político-electoral (caduco y perverso) debe cambiarse radicalmente para obtener resultados diferentes, una de dos: o su inocencia raya en la estulticia o es un gran cínico operador del sistema.
[i] Por cierto, equiparar el populismo con el comunismo es una sandez académica.