¿Quién sabe siempre en dónde estás y cómo te mueves? ¿Quién conoce tus gustos y preferencias? ¿Quién puede anticipar lo que escogerás y cuándo lo harás?
Gonzalo Marroquín Godoy
El ser humano tiene una gran inclinación a favor de ser libre. No es extraño, pues nos gusta nuestra independencia –social o política–. Incluso en el aspecto religioso, valoramos que Dios nos ha dejado el libre albedrío, es decir, que podemos tomar nuestras propias decisiones y elegir, aunque estemos equivocados. Además, amamos nuestra privacidad.
La palabra control tiene varios significados, según la Real Academia de la Lengua (RAE). Si tomamos uno de ellos, encontramos que quiere decir dominio, mando, preponderancia. Es decir que, quien tiene control sobre personas, cosas o circunstancias, tiene poder sobre ellas y lo puede utilizar según sus intenciones o deseos.
En teoría, los avances tecnológicos son para servir a las personas y no para servirse de ellas. Los famosos –y ya casi indispensables– teléfonos inteligentes, han tenido un gran impacto en nuestras vidas en materia de comunicación, pero también sirven para realizar una serie de actividades impensables hace apenas unas décadas. La primera impresión es que nos servimos de ellos, pero en realidad, son la herramienta más poderosa que tiene internet para controlarnos. Hoy en día, por medio de estos modernos aparatos, sumado a toda la información que Google asimila todos los días de nosotros, internet –en sus diferentes plataformas–, es capaz de saber en dónde estamos, qué hacemos, qué gustos tenemos, cuáles son nuestras preferencias y también conocer de nuestras actividades, rutinas y demás.
Me atrevo a decir que muchas veces, internet sabe más de nosotros que nuestros propios familiares.
Según los expertos en eso de los algoritmos –sistema que permite solucionar problemas–, nuestro móviles –provistos al menos de una cámara frontal y otra por detrás, sistemas de geoposicionamiento, un GPS que se comunica con satélites, la tarjeta SIM que triangula información con las antenas repetidoras, mas los programas que buscan señales y aplicaciones todo el tiempo–, son capaces, después de tres meses, de brindar suficiente información como para predecir en donde estarás en cualquier día del futuro, con una precisión superior al 90%.
Cada vez que le damos información a cualquiera de las plataformas que utilizamos, estamos brindando más poder al internet para controlarnos. Cuando Netlix nos pide que califiquemos cada película, está conociendo nuestros gustos e intereses en películas o series. Cuando escribimos en las redes sociales –cualquiera–, estamos dando información personal valiosa a la híper poderosa web y a esas influyentes plataformas.
Y no se crea que toda esa información está flotando únicamente en la red. ¡No!, está al alcance de quiénes la requieran, ya sea por las buenas, como sucede en el caso de la información comercial, o de quienes la obtienen por medios ilícitos. Ya lo he dicho antes con otro enfoque, pero cuadra perfectamente en este caso también: ¡Quién tiene la información, tiene el poder!
En este caso, es internet, pero de la red pasa a manos de cualquiera y con fines muy diversos, desde buenos y bien intencionados, hasta perversos y con fines inimaginables.
¿Qué hacer entonces? No se puede luchar demasiado contra este monstruo, pero al menos podemos darle la menor cantidad de información posible, y estudiar el alcance de este amigo-enemigo, llamado internet, sobre el que nadie tiene autoridad, al que le cedemos –sin saberlo o entenderlo–, parte de nuestra libertad y privacidad.