Juan Manuel Rodríguez G.
Últimamente, nos hemos dado cuenta del poder que tienen las redes sociales. Las mismas marcas, diarios, empresas y figuras públicas, entre otros, han optado por desarrollar su estrategia digital con la importancia que merece. Atrás quedaron los días donde la estrategia era comunicar a través de medios tradicionales: hoy lo más efectivo es hablarles a todos por medio de las redes sociales, pues qué mejor que poder comunicar lo que se necesite al público objetivo, directamente en la palma de su mano. Estas son las bondades de las redes sociales, al lograr eliminar distancias y en cuestión de segundos, algo que antes hubiera tomado horas o días, poder transmitir un mensaje.
El problema surge cuando, ahora bajo la facilidad que es comunicar y transmitir información, muchas personas desatinadamente creen, comparten o incluso crean información y contenido para desinformar, alarmar, desestabilizar. Y así como hay quien, maquiavélicamente, origine el contenido, existen millones de personas que desafortunadamente no cuentan con un criterio atinado y, con nulo discernimiento, comparten la información. Pero no solo personas: existen medios que, con tal de crear viralidad, y tráfico a su página, comparten cualquier noticia como real, desinformando al lector y, de nuevo, creando confusión. Muchas veces, esto es planeado, otras veces, es un pobre trabajo periodístico de copy/paste de información que no tiene ni siquiera fuente. Y allí es donde la cosa se pone peligrosa.
¿Cómo es posible que medios nacionales, que se creen serios, compartan información como notas reales que tienen fuentes de diarios sensacionalistas? ¿Cómo es posible que compartan cualquier cosa a costa de likes y viralidad? Creo que es tiempo de que los medios cumplan con su objetivo de comunicar responsablemente, si es que se creen serios, y eso aplica para varios medios de nuestro país, así como internacionalmente. Es una epidemia mundial. El exceso de información, a diferencia rotunda de lo que vivieran otras generaciones, confunde y paraliza la verdad.
Así como es responsabilidad de los medios el discernir entre qué información compartir —por su fuente, certeza, etc.— es responsabilidad de los usuarios de las redes tener responsabilidad sobre qué se distribuye a sus contactos, o qué simplemente es, como dirían en inglés, bullshit. ¿Cómo puede ser posible que sigan compartiendo desde tonterías como alertas idiotas sobre cobros de Facebook, o situaciones realmente comprometedoras, noticias que desprestigian injustamente a empresas o personas, por ser, meramente, una campaña negra disfrazada de noticia? Todos tenemos la obligación de ser responsables y tener discernimiento, porque la inteligencia también se evidencia en las redes sociales, y los que comparten este tipo de información —ya sea inocentemente o con fines perversos— quedan evidenciados. Y nadie quiere parecer idiota, ¿o sí?
El discernimiento debe ir más allá: ¿cuál es un medio real y cuál es un dizque medio creado con propósitos de desinformar, desestabilizar, con agendas políticas definidas para ataques frontales? ¿Cómo puede ser que aún hay personas que caigan compartiendo notas de medios que a leguas se observa son campañas de desprestigio o de desinformación para afectar a un determinado grupo o persona?
Que no gane el amarillismo. Que no se deje por un lado la verdad y la responsabilidad por likes y shares. Los medios de información y las personas que los leen debemos tener la responsabilidad y el discernimiento para no parecer idiotas cayendo en el juego de compartir noticias que realmente son el plan perverso de algunos que solo ríen de ver cómo el rebaño hipnotizado lo difunde.
Que no gane el amarillismo. Que no se deje por un lado la verdad y la responsabilidad por likes y shares.