¿Ángel de la democracia? ¡La hora de la verdad!

Gonzalo-Marroquin-3-300x200Enfoque por: Gonzalo Marroquín Godoy


Hace ya varios años, un amigo mexicano desayunaba con un empresario compatriota suyo en un hotel capitalino. Pasé saludando, y al presentarme, el amigo lo hizo diciendo algo así como este es el periodista que critica, con razón, a un compatriota por controlar la televisión en Guatemala. Conversamos unos minutos, y aquella persona me preguntó: ¿Pero qué mira de malo usted en que sea un mexicano el que controle la televisión?

No soy xenofóbico, para nada. Mi respuesta la di con otra pregunta: ¿Qué harían ustedes los mexicanos, si a todos los canales de su país los explotara un estadounidense, que; además, influyera de manera directa cada seis años en sus procesos electorales y terminara siendo él el gran elector de presidentes y autoridades? Aquel empresario lo meditó muy poco y respondió tajante: ¡quemamos sus canales! No hubo más discusión y nos despedimos con un fuerte apretón de manos.

Yo conocí a Ángel González en 1986, para negociar el surgimiento del telenoticiero 7Días —que por cierto llegó a tener tres de sus cuatro emisiones diarias entre los 10 programas de mayor audiencia en el país—. Me pareció una persona simpática, pero de esas que son difíciles de descifrar por lo que dicen. El proyecto principió a caminar bien, hasta que un día envió órdenes de que no se dijera ni una palabra en contra del entonces alcalde capitalino, Álvaro Arzú.

Se le recordó que las decisiones de línea editorial las tomaba yo, pues el noticiero era independiente y no propiedad de los canales. Se armó la de Troya. Algunos recordarán los capítulos, pero es una historia muy larga. Lo importante es que fue así como descubrí sus intereses de influencia política.

Ya para entonces había tenido su primera degustación sobre influir en la política. Sus canales —que para entonces solo eran el 3 y el 7—, apoyaron y ayudaron a que Vinicio Cerezo fuera presidente. Cuatro años después repitió su apoyo para Jorge Carpio, pero cuando vio que no tendría fuerza para ganar, se pasó con Jorge Serrano en la segunda vuelta y ayudó a que diera la sorpresa.

Sigue la lista. Apoyó decisivamente a Álvaro Arzú, uno de sus fieles aliados, y luego se embelesó con Alfonso Portillo, al extremo de que hasta el día de hoy lo defiende a capa y espada, y sus canales y radios siempre lo presentan como víctima de la oligarquía y del imperio estadounidense. Solo se ha perdido una elección de su favorito, la de 2003, cuando él apostó por Álvaro Colom y el ganador fue Oscar Berger. Cuatro años después volvió con su triunfalismo a impulsar a Otto Pérez, y en las últimas elecciones estuvo más ausente, pero no por su gusto, sino porque las condiciones del país fueron distintas.

En la época de Portillo se lanzó en contra de la prensa escrita que era independiente y hasta llegó a enfrentar a Prensa Libre —diario que yo dirigía—, con una campaña en la que decía y repetía: Prensa Libre miente, simplemente porque se publicaba en ese diario sobre la corrupción que se daba.

Impulsador de candidatos y defensor de gobiernos. ¿Y la opinión pública, sus televidentes, qué? Los que no tienen mucho acceso a otros medios, pues en realidad resultan manipulados, baboseados y engañados. No son calificativos despectivos para las personas, sino para quien lo genera, porque el poder de la televisión, por más que se diluye con la llegada del Internet, sigue siendo grande.

Ha sido una historia que se repite y repite. Por suerte que el cable ha diluido ese poder y el surgimiento de canales le ha mostrado a los televidentes que puede haber una prensa más independiente en la televisión. Pero de los dos canales iniciales, González se hizo con otros dos.

Además, hay que saber que es uno de los magnates de medios más grandes de Latinoamérica. Él, desde Miami, ha hecho crecer muchísimo su emporio de medios de comunicación. Su inicio lo tuvo en Guatemala, pero ahora tiene presencia en Costa Rica, Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador, Perú, República Dominicana, Nicaragua, y en algunos países que no recuerdo.

En ningún lugar es tan influyente como aquí, pero ya le conocen por sus prácticas oficialistas en varios de esos países. Se hace amigo de los gobernantes, les brinda favores a todos, y su estrategia es parecida a la que sigue en Guatemala, aunque aquí puede mofarse de poner presidentes.

Este, que debiera ser un tema de gran debate nacional, no les interesa a muchos. A algunos, porque González y sus medios forman parte del statu quo, y otros porque no alcanzan a comprender el daño que puede hacer a la democracia una actitud como la que él ha mantenido. Todo monopolio tiene consecuencias malas, desde el punto de vista comercial; sin embargo, cuando además sirve para manipulación política, resulta un mal perverso.

Algunos ilusos —o políticos interesados por los beneficios que recibían— le llamaron El ángel de la democracia. Grandísima aberración. En realidad podría llamarse demonio de la democracia o ser visto como un hipercorruptor del sistema político, pero es un engaño verlo como alguien que manipula la publicidad electoral y las noticias para beneficios propios y de los gobiernos o políticos que apoya.

De ángel no tiene más que el nombre, porque ha sido gran manipulador de los procesos electorales, para influir, desde Miami, en la vida política nacional.

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