Virginia Mosquera, investigadora del Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (Iarna)
El lago de Amatitlán, dice Mosquera, está en la última etapa antes de convertirse en un pantano; sin embargo, es rescatable, pero se necesita una inversión grande y una enorme gestión política y trabajo en conjunto. Atitlán, agrega la experta, está en la etapa intermedia y por eso hay florecimiento de algas. En ambos casos, expone, urge detener la contaminación y luego revertirla.
Álvaro Alay
Lagos abandonados a su suerte
Los lagos tienen un proceso de eutrofización —acumulación de residuos orgánicos que causa la proliferación de ciertas algas— la cual inicia con un lago cristalino en donde se puede ver hasta 20 metros de profundidad; luego una etapa media de eutrofización en la cual se ve verde y se pierde profundidad, y la última etapa es verde todo el año, produce malos olores y se pierde biodiversidad. El lago de
Amatitlán está en la última etapa y está perdiendo alrededor de 50 centímetros de profundidad al año, si esto persiste, por al menos 50 años más, se puede convertir en un pantano. El de Atitlán es diferente, porque ahorita está en la etapa intermedia y por eso hay florecimientos de algas. Cuando se hizo una investigación en el año 2012 tenía una transparencia de 7 metros, en la actualidad tiene tres metros de visibilidad. Son velocidades alarmantes.
Acciones a tomar
Atitlán está ahorita en un momento crítico, porque, si dejamos que llegue a la otra etapa que es la eutrófica, será demasiada la inversión monetaria para recuperar el lago, en ecología estamos en el punto de inflexión en el cual se tiene que hacer algo y esto debe ser inmediato.
Se tiene que trabajar primero en lo que viene de la cuenca: en el tratamiento de las aguas residuales domesticas que entran al lago de Atitlán y la escorrentía agrícola —agua que fluye desde los campos de cultivo y que en la medida que avanza recoge contaminantes—. Amatitlán sí es rescatable, está en la última etapa, pero sí se puede hacer algo, lo único es que el esfuerzo e inversión es mayor, porque se debe parar la contaminación y luego revertirla. Se puede, pero se necesita una grande gestión política y trabajo en conjunto.
Sin voluntad política
Actualmente se cuenta con una política nacional de recursos hídricos, al final, esta política aborda la gestión integral de recursos hídricos, que no es solo salvar lagos, sino el buen manejo de aguas residuales, pero estos esfuerzos están dispersos y en pañales, y por ello la problemática del agua. Todos somos responsables de la contaminación, unos más que otros; el 80 por ciento del agua que se descarga en los ríos viene de la agroindustria y un 2 por ciento de los hogares. Usan el agua y no la tratan, quien debería de poner orden al tratamiento de las aguas es el Estado, pero debe ser fuerte, se han hecho esfuerzos, pero no son suficientes. El Ministerio de Ambiente es débil y le faltan dientes, presupuestariamente no es una prioridad del Estado, pueden poner denuncias en el Ministerio Público, pero hasta ahí. Este se debe fortalecer.