El término no figura en el diccionario de la Real Academia Española y las historias de quienes lo practican no se cuentan en las típicas películas de San Valentín.
Pero el tema es materia de libros, series, y sobremesas: el poliamor junto a otras formas de concebir las relaciones se cuelan en el reinado de la monogamia, tradicionalmente enraizada en América Latina.
El amor romántico de pareja ha dejado de ser para muchos el único vínculo legítimo, y aunque no se trata de nada nuevo, son cada vez más los que se atreven a vivir y exponer sus relaciones alternativas.
El poliamor, definido como las relaciones sexoafectivas de más de dos personas; la anarquía relacional, que rechaza encasillar los vínculos en categorías, y las relaciones abiertas son algunas formas de «amor libre», más honesto y consensuado, según sus adeptos.
«No es una guerra contra la monogamia si es elegida, sino contra la mononorma, que es la imposición de ese mandato», dice Deb Barreiro, de 29 años, activista en Amor Libre Argentina.
Desde la adolescencia eligió el poliamor como «una forma de relación en la que no se presupone la propiedad del otro».
Deb tiene una relación con Gabriel López (39) desde hace más de un año; May (36) empezó a salir con Gabriel tiempo después, y desde hace unos seis meses forman una «trieja» poliamorosa, que definen abierta y «dinámica».
Celos, a otra parte
Las relaciones no tradicionales tienen el desafío de «derribar mandatos y construir valores que atienden a otras necesidades», describe Deb. Pero el éxito implica despojarse de lo adquirido.
Para Julio César Jerez, mexicano de 40 años, cruzar la barrera del amor romántico y la monogamia implica «dejar de lado sus características nocivas».
La primera, dice, es «creer que somos personas incompletas hasta que encontramos a la media naranja». La otra es «identificar que la exclusividad amorosa y sexual representan el amor verdadero».
Dejar eso de lado ayuda a excluir emociones «negativas» como los celos, dice Jerez, que tuvo relaciones con mujeres casadas que priorizaban sus matrimonios, lo que se denomina poliamor jerárquico.
May cuenta que «era enferma de los celos», pero los superó al entablar relaciones «transparentes».
La ruptura es también con prejuicios de afuera, ya que hay quienes reducen estos vínculos a lo sexual. «Se cree que el poliamor es un juego que solo consiste en ‘polisexo’», dice Jerez, que habla de compartir más que la cama.
El espectro de relaciones no monógamas abarca incluso las que se construyen sin sexo. Es la elección de Federico Franco, un «anarquista relacional», que reniega de etiquetar o enumerar sus vínculos. Este argentino de 28 años explica que, sin ser célibe, basa sus relaciones afectivas fuera de la atracción sexual, sin limitarlas en número o sexo.
¿Fin del amor?
¿Asistimos al principio del fin del amor tradicional? «No creo que estemos cerca del fin de la monogamia», dice Tamara Tenenbaum (30) escritora argentina y autora de «El fin del amor». «Lo que sí estamos viendo es el fin de la pareja como única forma de vida».
Tenenbaum es una de las voces que aseguran que el modelo afectivo está mutando, aunque es un fenómeno difícil de dimensionar, ya que ni censos ni encuestas dan cuenta del poliamor u otras formas.
El más claro reflejo es, en cambio, un boom de publicaciones, series, películas y libros. En Netflix, «Tú, yo y ella», cuenta la historia de una pareja que se enamora de un tercero, y «Wanderlust» muestra un matrimonio abierto. Y hay más.
También se debate en redes sociales y medios. «Hay un tabú que a la vez se está rompiendo y por eso aparecen todas estas conversaciones», dice Tenenbaum, quien identifica una brecha generacional sobre el tema.
Aunque los transgresores hoy no tienen edad definida, los millenials, nacidos entre 1981 y 1990, y que han crecido en ambientes más liberales y abiertos, muestran particular interés en las nuevas relaciones. «Pero entre mayores sigue siendo más tabú, lo cual es gracioso porque son generaciones donde la infidelidad está muy normalizada», dice Tenembaun, que señala sin embargo una línea entre la curiosidad y la acción de los jóvenes.
La escritora peruana Gabriela Wiener concuerda. «Veo muchísima tendencia, curiosidad e intentos, pero todavía hay un abismo entre la teoría y la práctica», asegura.
Wiener (45), que tiene dos hijos, dos parejas -Jaime y Rocío- y una cama de cinco metros, cuenta su experiencia en la obra de teatro «Qué locura enamorarme yo de ti», presentada en Perú y ahora en Madrid. Aunque no siempre es bien recibida, al margen de un grupo crítico, hay un público dispuesto a trascender el amor de siempre.
La cronista peruana atribuye el cambio al movimiento feminista más reciente. «El núcleo de las parejas es uno de los focos de la violencia de género, por eso se habla de la toxicidad del amor romántico y de buscar nuevas formas de amar», analiza.
Para Tenenbaum, las relaciones no monógamas pueden ser «liberadoras» para las mujeres: «La infidelidad de los varones estuvo históricamente autorizada: en la monogamia tradicional ellos tenían una pareja monógama y otros vínculos afuera».
Desafiar la realidad
Las relaciones poliamorosas carecen de amparo legal. Pero hay quienes han desafiado esa realidad.
En 2017, Manuel Bermúdez, Víctor Prada y John Rodríguez formaron en Medellín la primera unión poliamorosa de Colombia, o la inédita «constitución de régimen patrimonial de trieja». Así, obtuvieron derechos similares a los de las personas casadas, por los que lucharon ante la justicia.
La unión inicialmente iba a ser entre cuatro, pero uno de sus miembros murió. Un fallo que les permitió ser acreedores de su pensión los motivó a constituir la unión legal.
«Al casarnos pusimos nuestra vida íntima en público, en un acto que resonó a nivel mundial, porque no somos una familia escondida, somos una familia poliamorosa que sale a la calle de la mano», dice Víctor.
En América Latina no se han conocido casos similares y son muchos los que prefieren mantener íntimas sus preferencias, o que, cómodos fuera del sistema, descartan la lucha legal. Para todos, la trieja legal ha sentado un precedente.
De uno u otro modo, dicen, y en cualquiera de sus formas, el amor se las rebusca para triunfar.