2017 ¿Pocas esperanzas?

Magalí Rey Rosa

(Savia, escuela de pensamiento ecologista)

Se ha ido el 2016. Ponderar lo que pasó en materia de ambiente es más doloroso que otros años, por diversas razones. Estados Unidos, el país más poderoso del planeta, eligió como su próximo presidente a un empresario que no tiene experiencia política pero sí tiene inversiones en compañías petroleras y cree que el cambio climático es un cuento chino. Las estrategias para defender a los sistemas de vida del planeta Tierra -como la legislación de ambiental, la conservación de ecosistemas vitales y la participación ciudadana- del ataque de la especie humana podrían eliminarse o reducirse gravemente cuando asuma el gobierno de Donald Trump, primero en los Estados Unidos para luego imitarse en otros países. Esa es la conjetura natural que provoca el nombramiento de banqueros, petroleros y sus otros amigos, como Rex Tillerson (ExxonMobil) Steve Mnuchin (GoldmanSachs) Scott Pruit, Rick Perry o Sarah Palin, para su gabinete de gobierno, quienes tienen en común con D. Trump no «creer» en el cambio climático.

Bajo semejante liderazgo en el país más influyente del mundo, lo más probable es que no sólo no se logren avanzar las estrategias necesarias para frenar la crisis ambiental, sino que retrocedamos en la lucha por detener una catástrofe climática planetaria. Los patéticos resultados de la COP 22 sufrieron el efecto Trump y ni siquiera se logró lo poquísimo que se creía haber avanzado.

En Guatemala estamos cayendo también a toda velocidad en el abismo de pérdida ecológica: perdemos nuestros últimos ecosistemas, las aguas se contaminan, la basura prolifera, el aire de la ciudad capital es cada día más tóxico. Además, se terminaron de corromper también las instituciones públicas responsables de cuidar nuestro patrimonio natural. Nuestro brillante (porque «brilla por su ausencia») presidente nombró a Sydney Samuels como Ministro de Ambiente. El señor Samuels, desconocido entre ambientalistas hasta el momento de su nombramiento, se hizo fama al anunciar que iba a combatir el gorgojo del pino (que no amenazaba Guatemala sino Honduras) al estilo maderero (talando los árboles). Ahora nos sorprende explicando que él y el presidente Morales fueron a Israel a aprender cómo se hace llover. Costosos nos podrían salir el doctorado y la nueva agüita mágica. Sobre lo que hace, o no, el MARN sobre los problemas ambientales y las denuncias por contaminación o cualquier otro delito que involucre a compañías mineras, petroleras, palmícolas, cañeras, camaroneras, carboneras y otras ¿quién sabe? pues entre tanto problema y escándalo de corrupción en Guatemala muy poco se informa sobre los temas ambientales. Seamos realistas: el Ministerio de Ambiente no evita la contaminación, no cuida nuestro patrimonio natural, ni el equilibrio ecológico, ni nada. Es una institución inservible, que hace años fue penetrada por las mafias que tienen al gobierno de Guatemala a su servicio.

El Inab nunca ha cuidado los bosques de Guatemala. Esa institución fue creada y diseñada para cuidar los intereses de los madereros, así que allí nunca hubo mayor esperanza, ni sorpresa; así que ni vale la pena considerarlo. La tragedia institucional -en materia ambiental- que sí provocó el gobierno del señor Morales, fue el desmantelamiento del Conap. Por alguna razón extraordinaria, el Conap mantuvo una ética de trabajo admirable, dadas las circunstancias; logró resistir hasta al gobierno de Otto Pérez y mantener su posición de defensa de las áreas protegidas en un período tan crítico. Entonces llegó el 2016 y el docto Morales hizo gala de su sensibilidad como ambientalista: sacó a dos personajes que estaban en el Inab, los recicló y los nombró director y subdirector del Conap. Gracias a ellos, quienes trabajan en el Conap ya no saben ni qué hacer. Los guardarrecursos con más experiencia, en quienes el gobierno de Guatemala ha invertido más recursos para su capacitación, están desmoralizados, pues los altos mandos de su institución les han prohibido presentar denuncias sobre las atrocidades que encuentran, para evitarle problemas y escándalos al gobierno.

«Nunca habíamos visto tanta cacería en Petén; por órdenes de la directora regional -que es prepotente y no tiene ni idea de lo que debería hacer como funcionaria ambiental- tenemos las manos atadas y la boca sellada. Siempre hemos corrido riesgos, pero antes nos sentíamos respaldados; ahora parece que el enemigo fuéramos nosotros, por el trato que nos da la institución para la que trabajamos» dice con frustración un guardarrecursos que lleva más de 15 años patrullando las selvas peteneras.

En el Conap todavía hay servidores públicos comprometidos con su misión, pero les es imposible cumplirla.

Pero así como pasaron cosas terribles en materia ambiental en el 2016, también sucedieron cosas buenas. Aquí, por ejemplo, es digna de mención la Marcha por el Agua. Miles de mujeres, hombres. ancianos y niños; entre campesinos, pescadores, indígenas y ambientalistas recorrieron cientos de kilómetros hasta llegar a la ciudad capital, para llamar la atención sobre la situación del agua en nuestro país. El movimiento empezó cuando se supo que varias empresas agrícolas (palmícolas, cañeras, bananeras, etc) desviaban ríos y dejaban sin agua a comunidades enteras, secando ríos que ya no llegaban al mar. Esta acción ilegal provocó que la gente quisiera «liberar» ríos y el movimiento fue creciendo hasta convertirse en un llamado a respetar el agua. Aunque no hay resultados concretos todavía, la marcha afectó el imaginario colectivo y obligó a la ciudadanía a reconocer el valor de la participación ciudadana en un tema tan delicado como el derecho al agua.

En el escenario internacional, sin lugar a dudas la historia ambiental más importante del 2016 la escribieron los indios Sioux Lakota al enfrentar al poderío petrolero solamente con canciones y rezos; con una tremenda estatura moral, con el apoyo físico, económico y espiritual de millones de personas de todo el planeta y una pequeña ayuda de sus amigos, los veteranos de guerra. Cambiaron pacíficamente la historia de una nueva traición de los Estados Unidos de América a uno de los pueblos originarios, que ha corrido como reguero de pólvora en las redes sociales, se conoce en todo el mundo y avergüenza al país que se autoproclama el defensor de la democracia. Es la batalla ambiental más importante de estos tiempos y su desenlace marcará nuestro futuro.

Dadas las circunstancias, no hay mucho lugar para la esperanza. Tanto a nivel nacional como internacional, la situación ambiental es crítica y los líderes no parecen estar a la altura necesaria para enfrentar retos que ni siquiera entienden- . Pero aquí están también los pueblos indígenas de todo el mundo, que mantienen su conexión con la Madre Tierra y nos recuerdan que la vida vale más que el oro, que el agua es más importante que el petróleo y que la Tierra no nos pertenece…que lo más importante que podemos hacer en la actualidad es cuidarla, para que ella pueda seguir dándonos todo lo que necesitamos para vivir bien. Ojalá el 2017 nos llene de energías renovadas y seamos capaces de poner nuestros granitos de arena para re-encauzar los pasos de la humanidad hacia un mejor futuro para todas las criaturas vivientes.