En los alrededores del Camp Nou es difícil concebir un Barcelona sin Lionel Messi. El astro es omnipresente en carteles publicitarios, camisetas y en el corazón de los aficionados, que todavía no pueden creer que quiera irse.
«No me puedo hacer a la idea. Yo nací en 2003 y solo recuerdo al Barça con Messi, he crecido con él, para mí el Barça es Messi. Y ahora se va, nos deja«, dice entre la indignación y la tristeza David Martín, un joven de 17 años con la camiseta azulgrana.
Hace apenas unas horas que el capitán culé soltó la «bomba«, como la titulan los periódicos deportivos españoles: quiere quedar libre de su contrato con el Barcelona, el club donde recaló hace veinte años para convertirse en uno de los mejores de la historia.
La noticia se hace indigesta para la afición, más aún después de una temporada aciaga sin ningún título, tensiones continuas entre plantilla y directiva, dos entrenadores destituidos y una dolorosa derrota por 2-8 en Liga de Campeones contra el Bayern de Múnich como colofón.
«Nos han humillado en Europa, la plantilla no ha dado la talla, la gestión de la directiva da pena, pero teníamos a Messi, nos aferrábamos a él. Ahora se va. ¿Y qué? ¿Y ahora qué?«, insiste el joven aficionado.
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Él, como muchos otros seguidores, tienen claro el culpable de la situación: la junta directiva presidida por Josep Maria Bartomeu que, según la prensa especializada de Barcelona, mantiene malas relaciones con el argentino de 33 años.
El martes, después de conocerse que los abogados de Messi enviaron un burofax comunicando sus intenciones, un centenar de aficionados se reunieron alrededor del estadio a gritos de «Bartomeu, dimisión» y «Messi quédate».
El miércoles por la tarde está convocada otra manifestación contra la directiva, también objeto de una moción de censura de un grupo de socios para que Bartomeu no expire su mandato, previsto hasta marzo.
«Algo se ha hecho muy mal allí dentro para terminar así. El entendimiento entre Messi y la directiva no es bueno«, reflexiona Antoni Reboredo, un jubilado de 75 años sentado en un banco frente al estadio.
«Si quiere marcharse porque no está a gusto, está en su derecho, se lo ha ganado. Nos ha dado mucha felicidad, ha sido el Barça durante los últimos diez años», añade.
«Será la ruina»
Frente a él, decenas de cámaras de televisión aguardan en un Camp Nou particularmente desolado en una época sin fútbol y sin apenas turistas en Barcelona debido a la pandemia.
Solo pequeños grupos de aficionados acuden al estadio, para visitar el museo o la tienda, de la que sale una mujer japonesa con una camiseta de Messi recién comprada.
«Yo no sigo el fútbol pero a mi cuñado le gusta mucho el Barça y me ha pedido que le compre una camiseta antes de que se vaya«, explica Asahi Fujii, de 43 años.
En el interior de la tienda del Barcelona, el 10 y el nombre del argentino ya está estampado en decenas de las camisetas con el diseño de la nueva temporada que, probablemente, el astro no llegará a lucir.
Llaveros, pelotas o muñecos con su figura también ocupan gran parte de los estantes, así como una enorme foto suya celebrando la épica remontada en Champions contra el París Saint-Germain tres años atrás.
«Esto será la ruina, Messi vende mucho. Es lo que nos faltaba después de la pandemia», lamenta el propietario de una tienda situada dentro del estadio, que no quiere dar su nombre para no perder la licencia otorgada por el club.
El impacto no es solo deportivo o sentimental, sino también económico. El jugador aparece en los anuncios de los principales patrocinadores y su marcha, aunque terminen acordando un buen traspaso, será difícil de reemplazar.
«Es un desastre. Y ahora, con la pandemia, tampoco hay dinero para fichar buenos reemplazos«, lamenta Carles Estopinyà, miembro de una agrupación de aficionados instalada frente al estadio.
«Entiendo que se haya cansado de cómo funciona todo. Pero en parte, es traicionar un poco al Barça. Su imagen tampoco queda muy bien«, afirma.