¿Volveremos a relacionarnos como antes de la pandemia? Rodolfo Llinás, uno de los científicos del cerebro humano más reputados en el mundo, no duda: pasada la crisis retornarán los besos y abrazos, y el confinamiento de meses no alterará el funcionamiento cerebral.
A sus 85 años, de pelo blanco y desordenado con aires de Einstein, este neurofisiólogo colombiano nacionalizado estadounidense trabajó para la Nasa y dirigió el departamento de fisiología y neurociencia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, donde todavía es profesor.
Autor del libro «El cerebro y el mito del yo» en el que el nobel Gabriel García Márquez lo describe como un científico de «inteligencia encarnizada» y «creatividad voraz», Llinás ha sido incluido en la lista de candidatos al Premio Nobel de Medicina.
Décadas de estudio del cerebro humano (específicamente de las neuronas) le dan para asegurar categóricamente que las duras experiencias del nuevo coronavirus, aunque traumáticas, se olvidarán.
Confinado en su casa de Cape Cod, en el noreste de Estados Unidos, donde mata las horas escribiendo y haciendo astronomía de noche, Llinás comparte con la AFP sus reflexiones vía telefónica sobre el impacto de la pandemia.
¿Qué podría decir la neurofisiología sobre este virus?
Aunque es un virus sumamente complicado, no es tan grave como podría ser una infección con bacterias, que se pueden mover y que pueden «buscarlo a uno». Estas cosas no son problemas graves, son cosas momentáneas, es una cosa que va a pasar, no es un problema de una profundidad enorme como podría ser una guerra, donde la gente realmente se mata y se odia.
¿Este virus podría cambiar la manera de relacionarnos?
No, no, no. Cuando esto pase, en cuatro o cinco meses, quizás un poco más, se va a olvidar como se han olvidado todas las pandemias (…) Es simplemente un problema que apareció. Produce muerte, produce tristeza, produce problemas momentáneos, locales y luego desaparecen.
¿Cree que a la gente le va a costar el contacto directo en el futuro?
Sí, les va a dar miedo por un par de semanas. La situación de relación humana es sumamente fuerte. Una vez que pasen un par de meses y que la gente se pueda besar y no le pase nada, pues empezarán a besarse de nuevo. Si no, ¿cómo vamos a sobrevivir?
¿Qué efectos en el cerebro puede tener el confinamiento prolongado?
Ninguno. A no ser que uno se ponga a hacer tonterías en la casa. El no trabajar no daña el cerebro. Es mejor utilizarlo, claro. La gente en la casa empieza a hacer cosas, inventa cosas, escribe cosas. La situación nunca es grave cuando estamos hablando de meses, si se habla de años, sí, pero dos o tres meses se olvidan fácilmente.
Algunas personas manifiestan que estar encerradas les ha trastocado el sueño o la concentración.
Sí, claro, eso pasa por tres o cuatro días. Después el sistema manda al carajo todo. Hay que dormir, claro. Esas son histerias momentáneas. La gente dice «me muero de la hartera (aburrimiento)», pero eso no es verdad. La hartera no es letal.
¿Qué recomendaría para mantener una buena salud mental durante la cuarentena?
Hay una cosa que se llama pensar. Y cuando se piensa uno puede escribir o puede dibujar o puede construir. Imagínese que la gente pensara en esto como en vacaciones forzadas. En vez de sentarse a llorar, más bien trabaje, piense, tómese el tiempo porque definitivamente son vacaciones en la casa. Lo malo es que la gente quiere vacaciones cuando ellos quieran, no vacaciones forzadas.
¿Hay alguna medida que le parezca que ha hecho falta para mitigar el impacto de la covid-19?
Me pregunto por qué Ecuador tiene más problemas que Colombia, por ejemplo, o comparo otros países. Es muy difícil saber la razón, pero para mí tiene mucho que ver con qué tan bien informada está la gente.
Va a ser interesante entender esas propiedades sociales que hicieron esa diferencia en los países. Si usted me preguntara le diría que no tengo idea, pero lógicamente debe tener que ver con la estructura social. Para que el virus esté contenido la gente tiene que ser inteligente. Y me parece que Colombia brilla.