A Elvis Presley le hubiera encantado. Los jóvenes revolucionarios de la plaza Tahrir de Bagdad presumen de imponentes cabelleras, con cortes de pelo engominado, tupés rockeros y crestas, otra forma de expresión de su espíritu rebelde.
«La revolución lo ha cambiado todo. Ahora, […] somos libres», proclama serio Qasem, bajo la tienda donde reparte té y galletas gratis a los manifestantes.
«También podemos relajarnos», continúa, esbozando una ligera sonrisa. «Y por lo tanto me he inventado un nuevo estilo», dice levantando la mirada hacia su gran tupé engominado.
En este nuevo día de movilización contra los políticos «ladrones», son miles los estudiantes y jóvenes desempleados que desfilan por la emblemática plaza Tahrir.
El entusiasmo y los eslóganes son los mismos que al principio de la revuelta en octubre, duramente reprimida. Pero ahora hay algo distinto que destaca: los cortes desenfadados que exhiben muchos jóvenes. Todo un festival de tupés, crestas, laterales rapados y flequillos superengominados.
Reino de la brillantina
Exclusivamente masculino, el fenómeno, en parte inspirado por los inverosímiles peinados de las estrellas del fútbol y muy marcado en el mundo árabe en general, es especialmente exuberante en Tahrir.
«Aquí se llaman crestas de gallo», explica un periodista local, lo que resume bastante bien la faceta viril y presumida del adorno.
«La moda empezó hace dos años. Explotó con la revolución de Tahrir. La gente se siente más libre», afirma Omar Dabur, actor de 23 años y conocido activista en la plaza.
Omar exhibe una gran cabellera natural a lo afro digna de los «Jackson Five», un estilo original en medio de un mar de brillantina.
«En Tahrir, los jóvenes son atrevidos, esto se ha vuelto algo normal. Pero en el resto de la ciudad, es algo diferente, más conservador. El ejército y las milicias pueden importunarte en los controles», detalla. «A mí me da igual. Antes llevaba el pelo muy corto. Lo dejé crecer. ¿Por qué tener miedo?», sostiene.
Karrar Riad, de 20 años, con un aspecto muy estudiado, pasa su mano entre su largo flequillo cuidadamente desordenado. «Hoy, todo es posible, aquí hacemos lo que queremos». Pero no en su barrio de Kazimiya -que alberga un venerado mausoleo chiita-, donde debe atusarse la melena, reconoce.
El famoso tupé de Elvis
El famoso tupé de Elvis es el más repetido entre la amplia amalgama de peinados.
Sobre todo, hay que llevarlo muy voluminoso. «La idea es hacer lo que queramos», resume Omar. Y sin duda también atraer la mirada de las chicas que recorren Tahrir.
Este fenómeno capilar «tiene sus raíces en los años 1990, en los salones de peluquería y de belleza masculinos del barrio popular de Sadr City», explica Zahraa Ghandur, documentalista iraquí que trabajó en el asunto.
Bajo el régimen de Sadam Husein, este inmenso barrio chiita del noreste de Bagdad «estaba excluido y marginado, los habitantes querían diferenciarse, era una forma de expresarse para ellos, de protestar», explica.
La moda de los peinados barrocos «realmente comenzó hace dos años, también en Sadr City», explica Ghandur, que señala que «en Tahrir, frecuentada por numerosos jóvenes de Sadr City, es un modo de rebelarse».
También es sin duda una forma de desafiar a las milicias, todopoderosas en el país, y una revancha social para esta juventud que se siente incomprendida, pero que ahora dicta la moda.