Una profesora de NYC descubre la enseñanza en línea, pero no hay como “el cara a cara”, asegura

¿Cómo limitar el tiempo de pantalla? ¿Hay que permitir que los alumnos se hablen entre ellos? Una profesora de Nueva York que comenzó a dar clases en línea hace 10 días asegura que «no tiene nada que ver con la enseñanza cara a cara».

La profesora de español y francés Constance Du Bois, de 37 años, da 16 horas de clase por semana en la escuela internacional de las Naciones Unidas en Nueva York, una escuela privada cercana a la sede de la ONU, con recursos bastante superiores a los de las escuelas públicas.

Sin embargo, hasta para una escuela que ya disponía de numerosas herramientas de comunicación en línea y que atiende a familias con un buen acceso a internet los comienzos «fueron difíciles», asegura la profesora francesa-estadounidense. 

Aunque los profesores habían comenzado a prepararse para dar los cursos en línea después de las vacaciones de primavera, que terminan el 6 de abril, las cosas se precipitaron cuando un profesor fue infectado por el coronavirus. 

La escuela cerró inmediatamente, antes de estar 100% preparada.

«Lo que fue difícil es que habíamos probado el programa con algunos alumnos, pero en realidad no conocíamos lo suficiente la plataforma (técnica, llamada Schoology) y tuvimos que empezar a usarla en casa, solos», contó.

«Los alumnos tenían bastante problemas técnicos, el sistema se caía», relató tras dar una clase a alumnos de 14 y 15 años desde el living de su apartamento en Brooklyn.

Gracias a un equipo técnico «reactivo» los problemas fueron resueltos, indicó. Pero aparecieron otros más estructurales.

Primero, con la clase completa, la plataforma no permite que los alumnos se vean entre ellos.

«Solo me ven a mí», dijo Du Bois. «No hay ambiente de clase».

«Lo que extrañan es realmente el lado social», explicó. «Quieren regresar a la escuela, están hartos de no verse (…) Se sienten muy aislados».

También es más difícil detectar a los alumnos en dificultades: recién se da cuenta al leer su trabajo después de la clase, mientras que antes, «circulábamos entre ellos y podíamos verlo enseguida».

Para enfrentar estas dificultades, esta profesora de lenguas divide la clase en grupos chicos, ya que el programa habilita crear «pequeñas salas virtuales» de dos o tres alumnos, lo cual les permite al menos «verse y hablarse», dijo. 

Otro problema fue que la escuela inicialmente reprodujo el calendario habitual para las clases en línea. Pero los profesores rápidamente se dieron cuenta de que «los alumnos pasaban todo su día frente al computador y nosotros también».

Para limitar daños, las clases pasaron de 60 minutos a 40.

«Esto nos alivia mucho, y los alumnos están más concentrados», sostuvo.

Como todo el mundo, Du Bois ignora cuánto tiempo estará cerrada la escuela, pero ya es seguro que la enseñanza en línea durará por lo menos hasta el 20 de abril, fecha en la cual las escuelas neoyorquinas esperan reabrir. 

Algunas ciudades estadounidenses, no obstante, ya anunciaron que sus escuelas quedarán cerradas hasta el comienzo del nuevo año escolar en septiembre. 

«Hay muchos profesores que están bastante angustiados porque no podrán completar el programa», dijo Du Bois. «Vamos a tener que ser más flexibles cuando los alumnos retornen a la escuela sobre lo que deberían haber aprendido el año anterior».

Sin embargo todo no es negativo. En su escuela, «los alumnos son muy responsables, se conectan en hora, hacen las tareas, participan». Y los profesores detectaron rápido lo que funcionaba o no en línea, lo cual los alentó «a cambiar ciertas prácticas». 

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